El domingo 10 de diciembre de 2010, un irritado Joe Biden, Vicepresidente de Estados Unidos hizo una de las más fuertes declaraciones sobre WikiLeaks y su fundador, Julian Assange: es un “hi-tech terrorist”, un terrorista de alta tecnología.

El vicepresidente dijo que al filtrar los cables diplomáticos, Assange puso en riesgo las vidas de muchos estadounidenses e hizo más difícil el trabajo de los Estados Unidos alrededor del mundo.

Biden fue entrevistado en el prestigiado programa de la NBC, Meet the Press y le preguntaron si el gobierno de Estados Unidos podría prevenir más filtraciones. El vicepresidente dijo que justamente estaban viendo con el Departamento de Justicia cómo procesar a Assange. Para ello se necesitaba establecer que el fundador de WikiLeaks había alentado o ayudado a Bradley Manning, el analista de inteligencia de Estados Unidos que era sospechoso de haber filtrado la información. Ese era el origen de la solicitud de extradición.

Para las autoridades de Estados Unidos, la acción de Assange era muy diferente a la de cualquier periodista que hubiera recibido material a través de filtraciones. Desde el punto de vista del vicepresidente Biden, había una conspiración para obtener los documentos. Biden dijo que Assange había hecho algo que había dañado y puesto en peligro las vidas y las ocupaciones de mucha gente en otras partes del mundo; hizo mucho más difícil el trabajo de la conducción de la política de Estados Unidos con aliados y amigos. Eso había sido muy dañino para la política exterior estadounidense.

Diez años después, Joseph Biden es presidente electo de los Estados Unidos y en quince días tomará posesión de su encargo. Seguramente todavía no se explica la lejanía y frialdad del Jefe de Estado del país vecino y aliado al sur de su frontera. No sabe por qué dudó tanto en felicitarlo, en escribirle y en llamarle. No entiende por qué no le pidió reunirse con él. Tampoco entiende por qué México está haciendo algunas cosas inesperadas, como ofrecer asilo a quien considera un terrorista de alta tecnología. ¡Qué necesidad!

México todavía no tiene un(a) embajador(a) en el Reino Unido, pero la misión diplomática en Londres fue sorprendida por la noticia de ayer y tendrá que cumplir la instrucción. El presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer este 4 de enero que ofrecerá asilo político al australiano Julian Assange, fundador del portal WikiLeaks, luego de que el Reino Unido se negara a extraditarlo a Estados Unidos.

Hacia el final de su primera conferencia de prensa matutina del año, AMLO dijo: “Bueno, pues yo celebro, primero, que en Inglaterra se le haya dado protección al señor Assange, que no se haya autorizado la extradición a Estados Unidos. Creo que es un triunfo de la justicia. Celebro que en Inglaterra se actúe de esa forma, porque Assange es un periodista y merece una oportunidad. Estoy a favor de que se le indulte. No sólo eso, voy a pedirle al secretario de Relaciones Exteriores que haga los trámites correspondientes para que se solicite al gobierno del Reino Unido la posibilidad de que el señor Assange quede en libertad y que México le ofrece asilo político, con lo que significa el derecho de asilo y nuestra tradición, que es protección, pero al mismo tiempo también la responsabilidad de cuidar que el que recibe el asilo no intervenga, no interfiera en asuntos políticos de ningún país, nosotros estaríamos en condiciones de ofrecer este asilo. Y felicitamos a la justicia del Reino Unido por la decisión que se tomó hoy, más que allá fue por la madrugada, pero fue una muy buena decisión. Entonces, perdón al señor Assange, indulto y asilo en México. Nosotros le damos protección, vamos a hacer esa gestión”.

El mismo día en que México inicia su labor como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la diplomacia principista de AMLO se enfrentará a un nuevo reto en la relación con Estados Unidos. La decisión del Presidente López Obrador de ofrecer asilo político a Julian Assange generará mayor tensión entre ambos países, independientemente de que Assange termine o no en México. El simple ofrecimiento incrementará el resentimiento de las agencias de inteligencia de Estados Unidos, que ya se sienten agraviadas por las disposiciones del gobierno mexicano que ahora restringen su operación en México.

Es muy probable que desde el punto de vista de Estados Unidos la pregunta que pudiera hacerse el nuevo presidente sea si el gobierno mexicano es un aliado confiable en la lucha contra los delincuentes y en mantener la confidencialidad de la información de las agencias de inteligencia y de combate a la delincuencia. El reto de México será tratar de contener el descontento y reconstruir la cooperación de inteligencia. Ojalá que esas dudas no se extiendan a otros aspectos de la relación bilateral, como el comercial y migratorio, que siempre han tenido el potencial de generar controversias.

Quienes aplauden la decisión del presidente de México nos dirán que México ostenta una larga tradición de asilo y refugio, en una lista que incluye al exilio republicano español, ciudadanos que huyeron de las dictaduras sudamericanas de la segunda mitad del siglo XX y víctimas de la guerra civil en Centroamérica durante los años ochenta y noventa.

Es cierto que el asilo es ante todo un acto humanitario, que no debe entenderse como señal de aprobación o desaprobación, mucho menos de hostilidad a ningún gobierno extranjero. El canciller Ebrard ya ha hablado de la gran tradición de México en materia de asilo político que comenzó en 1853, cuando el país firmó con Colombia un tratado de no extradición por delitos políticos. "El otorgamiento de asilo es un derecho soberano del Estado mexicano que va acorde con sus principios normativos en política exterior", ha dicho Ebrard. México ha sido uno de los bastiones más importantes en el continente para aquéllos que huían de su país.

El excanciller Jorge Castañeda recordaba que uno de los grandes gestos en política exterior en la época de las dictaduras latinoamericanas fue la actitud del gobierno de Luis Echeverría en 1973, cuando ante el golpe de Estado en Chile, consumado por Augusto Pinochet, el presidente de México envió un avión en busca de la viuda del derrocado Salvador Allende.

Si lo acepta, Julian Assange sería el último en sumarse a otros de los casos relevantes: Evo Morales Ayma, expresidente de Bolivia; Ricardo Patiño, excanciller ecuatoriano; Rigoberta Menchú, defensora de los derechos humanos; Mohamed Reza Pahlevi, Sha de Irán; Héctor José Cámpora, expresidente de Argentina; León Trotsky, ideólogo soviético; Victor Raúl Haya de la Torre, político peruano; Andrés Eloy Blanco, poeta y ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela; Giuseppe Peppino Garibaldi, nieto del famoso político italiano Giuseppe Garibaldi; José Martí, libertador de Cuba.

Pero no todos son casos de personajes reconocidos. México también se ha enfrentado en los últimos meses a un creciente número de solicitudes de asilo y refugio a raíz de la crisis política venezolana y las caravanas de migrantes. El año pasado, más de 60 mil personas solicitaron permiso para asentarse en México. ¿Cuál será la política del gobierno mexicano?