El presidente de México fue contundente ayer. En su conferencia de prensa matutina dijo: “Es muy claro lo que se está proponiendo, estamos buscando fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad, que es una empresa pública, que es una empresa de la nación, para que esta empresa garantice que no aumente el precio de la luz”.
Una reportera le preguntó: “si lo que usted plantea es que no se le mueva una coma a la iniciativa de reformas a la Ley de la Industria Eléctrica, entonces ¿qué sentido tiene el parlamento abierto para discutir el asunto?".
AMLO le dijo: “Ah, no, pues que allá se discuta, se debata. Los legisladores nuestros surgieron en defensa de un proyecto de transformación y los opositores son los defensores del antiguo régimen, así de claro”.
El presidente López Obrador cree que “con la privatización de la industria eléctrica se afectó al pueblo de México, se benefició a una minoría, sobre todo a empresas extranjeras y hubo corrupción.
El presidente leyó una vez más la famosa carta del presidente Adolfo López Mateos, del 27 de septiembre de 1960, cuando nacionalizó la industria eléctrica.
La actitud y las palabras de AMLO me recordaron lo que escribió Éric Le Boucher en el diario francés Les Échos del pasado 7 de enero https://bit.ly/3aMrHXG : “las virtudes que sentaron las bases para los avances de la civilización occidental están siendo eclipsadas, al parecer, por una oleada de irracionalidad”.
En su extraordinario texto “¿Estamos viviendo el final de la razón griega?”, Le Boucher nos dice que la prudencia, la justicia, el coraje y el decoro son las cuatro virtudes cardinales que definen lo que Cicerón llamó honestum, que significa honor. Y es gracias a esas virtudes que la civilización occidental pudo realizar grandes avances en matemáticas, leyes, música y arquitectura. Y también con esas virtudes se desarrollaron los sistemas democráticos, como lo escribió el sociólogo alemán Max Weber.
Pero, Le Boucher se pregunta: ¿estamos ahora, en 2021, perdiendo estas virtudes? ¿Estamos abandonando la razón, tal como la entendían los griegos? ¿Estamos fatalmente atraídos hacia la oscuridad de la irracionalidad, la anticiencia, la emoción, el miedo y la violencia?
Le Boucher argumenta que la humanidad frecuentemente permite que emerja el lobo que habita en lo más profundo de sí misma, a pesar de los avances de la educación. Y cita los horrores del siglo pasado como un buen ejemplo.
El ataque al Capitolio por partidarios de Donald Trump es una demostración de ello. Pero después de escuchar la conferencia de prensa matutina de ayer del presidente López Obrador, no queda otra conclusión que la razón, al parecer, está vacilando en todos los frentes.
Le Boucher continúa su análisis y nos dice que conducir este impulso hacia la irracionalidad es un poder tecnológico que lo difunde y parece legitimarlo. Intentamos seguir siendo prudentes, pero la lucha es desigual.
En México, las causas de este estallido de irracionalidad son numerosas y profundas. Tal vez las próximas elecciones del 6 de junio son una de ellas.
¿Tendrá la 4T la sensación de que se ha bloqueado su horizonte? Una reactivación económica, mayor inversión, más comercio son amenazas que traerían consigo paz y prosperidad. ¿Eso llevaría a que muchos dejen la batalla a un lado y se enfoquen en juzgar si el desempeño del gobierno es bueno o malo?
Para algunos, desafortunadamente, el escenario ideal para un triunfo electoral es cuando la movilidad social se detiene, cuando los salarios se estancan, cuando la educación no genera mejores oportunidades. La lucha contra los adversarios, contra los conservadores, contra los que tienen mayores ingresos despiertan celos y resentimiento. La pandemia refuerza el enojo, la amargura, la desigualdad.
Cuando se trata de temas de la mayor importancia para la prosperidad de la nación, es muy peligroso que nuestros líderes anden a tientas. Por eso se desvían hacia la demagogia y el dogmatismo populistas. A eso se suma el creciente número de redes sociales, que son una herramienta formidable para la guerra de trincheras, en donde no hay matices. Sirven para que algunos expongan lo razonable y para que la mayoría repita lo irracional. Ahí todos pierden la confianza en las instituciones y en el futuro.
Como escribe Le Boucher en su columna, para mantener la razón viva y sana, necesitaremos movilizar esa otra virtud tan importante: el coraje.
Ante la iniciativa de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, a los diputados y senadores del Congreso de la Unión les tocará mostrar el coraje y, en el marco de la división de poderes, actuar con responsabilidad.
Creo que les sería de gran utilidad leer un extraordinario estudio sobre la “Participación privada en la generación de energía eléctrica” https://bit.ly/3aRSlOG que presentaron Montserrat Ramiro y Jesús Serrano en un seminario del Programa Universitario de Estudios de Desarrollo de la UNAM en julio pasado.
Entre muchas otras cosas relevantes, los autores concluyen:
1. El sector eléctrico afecta la productividad de todas las empresas y los costos de la energía para todos los mexicanos.
2. Es fundamental reducir los costos de generación al mínimo posible. Lo que no paga el consumidor lo paga el contribuyente (que en el caso del servicio eléctrico es el mismo).
3. La historia de los últimos 20 años del sector eléctrico se puede resumir como la incorporación sistemática de instrumentos para que la CFE y el sector privado puedan proveer energía a precios tan bajos como sea posible y elevar la competitividad de las empresas y el bienestar de los hogares mexicanos, sin endeudamiento del Estado mexicano.
4. El progreso tecnológico ha traído una diversificación de la matriz energética, menores costos y un menor impacto ambiental.
5. La generación privada ha contribuido a menores costos de suministro, tarifas y costos fiscales. Ello se traduce en menores precios para todos los usuarios de energía eléctrica.
6. Los generadores privados no desplazan generación alguna de CFE, ni cara ni barata. Simplemente, la CFE no tiene la capacidad para atender por sí misma el consumo o la demanda del Sistema Eléctrico Nacional.
7. El autoabasto es parte del régimen legado que está cerrado y no representa carga financiera alguna para la CFE.
8. Las empresas de generación de CFE son las únicas subsidiarias con pérdidas. Ello, debido a la edad de muchas de las centrales que conforman su parque de generación y los problemas para su mantenimiento. Hoy transmisión y distribución son rentables. No sabemos si les permiten usar su rentabilidad para invertir en una red más grande y mejor, ése es otro tema.
9. La clave para elevar la eficiencia es la competencia. La eficiencia no deriva de la propiedad, sino de la presión competitiva de ser desplazado por alguna empresa con menores costos.
10. Como política de Estado, la decisión está entre un monopolio público con costos de generación altos o costos de generación bajos que se reflejan en tarifas bajas y mayor competitividad del país.
11. Permitir que la industria, gran generadora de empleo y de impuestos, se haga de la energía más barata y limpia sin crear una carga a la hacienda pública es fundamental.