Hace unos días encontré unas notas que tomé durante una conferencia de Doris Kearns Goodwin hace algunos años. Goodwin es una de las más prestigiadas historiadoras de la presidencia de Estados Unidos. Su libro Liderazgo en tiempos turbulentos fue un éxito en el otoño de 2018. Analiza los períodos de los presidentes Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt, Franklin D. Roosevelt y Lyndon B. Johnson.

También escribió: El púlpito: Theodore Roosevelt, William Howard Taft y la era dorada del periodismo; Equipo de rivales: el genio político de Abraham Lincoln, que fue la inspiración para la película Lincoln de Steven Spielberg. La doctora Goodwin ganó el Premio Pulitzer de historia por No eran tiempos ordinarios: Franklin y Eleanor Roosevelt: el frente interno en la Segunda Guerra Mundial. Su libro Los Fitzgeralds y los Kennedy"se adaptó a una miniserie de televisión. Goodwin luego escribió Lyndon Johnson y el sueño americano, que se convirtió en un bestseller nacional.

La anécdota que ella cuenta es que en 1967 había sido seleccionada como miembro académico de la Casa Blanca (White House Fellow) para trabajar en la oficina del presidente Lyndon B. Johnson. Y relata que, en una fiesta en honor de los nuevos académicos, el presidente Johnson bailó con ella y dio la orden de que la asignaran directamente bajo su mando en la Oficina Oval. Goodwin recuerda que no estaba tan segura de que el presidente fuera a decir lo mismo dos día después, cuando apareció un artículo que había escrito, junto con otro autor, criticando el manejo de la Guerra de Vietnam y solicitando que se removiera al presidente de su cargo. La respuesta de Johnson al artículo fue toda una sorpresa para Goodwin: “Tráiganmela aquí para que trabaje conmigo durante un año y si yo no la convenzo nadie podrá hacerlo”.

En mis notas de la conferencia de Doris Kearns Goodwin escribí que hay ocho rasgos fundamentales que definen el liderazgo de un presidente. Vale la pena reflexionar si el presidente de México también cuenta con ellos. 

1. El líder tiene que ser resiliente

Al leer mis notas, inmediatamente recordé que, junto con “empatía”, es una de las palabras que no le gustan a AMLO. Por eso mismo creo que nuestro presidente debería entenderla. De acuerdo con la Real Academia Española, “resiliencia” es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Goodwin nos dice que “la habilidad para mantener la ambición después de la frustración, para motivarse en la adversidad, ante una pérdida y ante pruebas de fuego, es un rasgo esencial del liderazgo”.

Goodwin nos relata cómo el líder debe convertir el sufrimiento en triunfo. “Teddy Roosevelt dijo que había conocido la más amarga de las tristezas y la más intensa de las alegrías, como para permitirse sentirse abatido o eufórico durante más de un breve período de tiempo por el éxito o el fracaso". 

2. Rodearse de perspectivas opuestas

Esto tampoco le gusta a AMLO. Goodwin cree que los mejores presidentes han demostrado tener la confianza en sí mismos como para rodearse de gente brillante que tengan la intención y la capacidad de cuestionarlos, debatirles las decisiones, darles perspectivas diferentes y diversas, cuestionar sus supuestos. Como resultado, dice Goodwin, estos presidentes fueron capaces de armar un equipo guiado por la visión y las habilidades para crear una cultura de compartir el crédito o cargar con la culpa en equipo, lo que los inspiraba a desempeñarse en el más alto nivel.

Goodwin relata cómo en un momento en que la nación estaba profundamente dividida y los rumores de secesión abundaban en el sur, Abraham Lincoln colocó deliberadamente a sus principales rivales, ideológica y políticamente, en posiciones de poder, y nombró a algunos de sus contendientes para la nominación presidencial republicana a puestos en el gabinete. “Cuando se le preguntó por qué estaba haciendo esto, Lincoln respondió que la nación estaba en peligro: estos son los hombres más capaces del país, y los necesito a mi lado”. 

3. Aprender de los errores mediante la autorreflexión

Los mejores presidentes crecen continuamente en su cargo y en su función, aprenden de sus errores y toman tiempo para reflexionar sobre lo que están haciendo mal. Ojalá que AMLO lo hiciera.

Goodwin relata cómo al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Franklin Roosevelt trató de reconstruir la confianza que se había perdido dentro de la comunidad empresarial, por el New Deal, para apoyar el esfuerzo en tiempos de guerra. El presidente desistió de las hostilidades hacia los empresarios, nombró a los principales directores ejecutivos de empresas para que dirigieran las agencias gubernamentales que supervisaban la producción de materiales de guerra y proporcionó exenciones fiscales para la construcción de fábricas. Además, Roosevelt apoyó a las empresas dispuestas a pasar de la fabricación de automóviles a la construcción de aviones y tanques, y otorgó a estas empresas una depreciación acelerada de sus inversiones. “La capacidad de Roosevelt para aprender de los errores del pasado resultó en la mejor relación entre empresas y gobierno de la historia”, dice Goodwin.

4. Controlar los impulsos

Los grandes presidentes son los que han sido capaces de controlar sus impulsos y emociones. Algunos presidentes se les recuerda por sus declaraciones y cartas tronantes, repletas de ira, que reflejaban su estado de ánimo. No me queda claro todavía si, hasta ahora, AMLO controla sus impulsos; pero necesitará hacerlo en los próximos meses.

Uno de los ejemplos más conocidos, dice Goodwin, tuvo lugar después de la Batalla de Gettysburg, la más sangrienta de la Guerra Civil. Lincoln escribió una larga carta al general George Meade expresando su angustia porque Meade no había podido perseguir al general Robert E. Lee y a su derrotado ejército confederado mientras se retiraban: "Estaba a su alcance, y al haberlo alcanzado, después de otros éxitos tardíos, habríamos terminado la guerra. Tal como están las cosas, la guerra se prolongará indefinidamente”. Afortunadamente, Lincoln nunca envió esa carta, sabiendo que habría dejado a Meade desconsolado. Al final, la batalla de Gettysburg resultó ser el punto de inflexión de la Guerra Civil.

5. Mantenerse conectado con la gente

Los presidentes más efectivos encontraron la manera de mantenerse conectados con la gente. Esto les permite conocer el sentimiento del pueblo y les permite el mejor uso de los tiempos políticos. AMLO lo hace muy bien.

Goodwin nos explica que la comprensión de Lincoln del estado de ánimo del público también le permitió orquestar la firma de la Proclamación de Emancipación en un momento en que obtuvo el máximo apoyo político. “Su acción oportuna también elevó la moral pública en medio de la Guerra Civil al transformar la lucha en una batalla por la libertad humana”, concluye Goodwin.

6. Dominar el arte de la comunicación efectiva

Es lo mejor que AMLO sabe hacer. Los mejores presidentes tienen la habilidad de hablarle a los ciudadanos con historias, metáforas de situaciones cotidianas y con lenguaje claro y bonito que la gente entiende. Estos líderes también entendieron cómo comunicar a través del mejor medio de acuerdo con sus tiempos. Algunos eran maestros en el uso de la radio, como las “charlas junto a la chimenea” de Roosevelt.

Goodwin nos relata cómo Roosevelt usó una serie de 28 charlas junto a la chimenea para guiar a los estadounidenses a través de la Gran Depresión y una crisis bancaria, para explicar sus programas del New Deal y para tranquilizar a la nación durante la Segunda Guerra Mundial.

7. Aprender a relajarse

Todos los grandes presidentes entendieron la importancia de saber cómo relajarse, recargar energía, hacer a un lado la ansiedad, encontrar tiempo para pensar, hacer ejercicio. No sé si AMLO lo hace.

Goodwin relata la anécdota de Jean Jules Jusserand, embajador de Francia en Estados Unidos durante el gobierno de Roosevelt, quien describió la primera caminata que hizo junto al presidente. Jusserand fue tomado por sorpresa cuando Teddy Roosevelt se quitó la ropa para cruzar un ancho arroyo. Goodwin dice que Jusserand “vio al presidente desabotonarse la ropa y lo escuchó decir: bueno, esto es un obstáculo. Tenemos que pasar por ahí. Será mejor que nos desnudemos para no mojar nuestra ropa en el arroyo. Así que yo también, recordó Jusserand, por el honor de Francia, me quité la ropa, excepto mis guantes de piel de color lavanda”. Y el Presidente Roosevelt bromeó relajadamente: “Carecer de guantes sería muy vergonzoso si nos encontramos con mujeres en el otro lado del arroyo”.

8. Hacer del liderazgo moral parte del legado

Los mejores presidentes crean legados que revelan el aspecto moral de su liderazgo tales como programas o la legislación que fortalecen las causas de la libertad, el crecimiento económico, la justicia social. Lincoln es el mejor ejemplo de carácter moral: ganó la Guerra Civil, abolió la esclavitud, preservó la nación. AMLO lo está intentando con su objetivo de eliminar la corrupción y sus programas sociales, pero eso no será suficiente.

Goodwin relata la anécdota que León Tolstoi contó, durante una visita a una tribu remota en la región del Cáucaso en la frontera entre Europa y Asia, el jefe de la tribu quería que Tolstoi le contara sobre Lincoln: “El hombre que hablaba con voz de trueno, que reía como la salida del sol, y que vino de ese lugar llamado América". Como Tolstoi explicó más tarde a un reportero de un periódico, “la grandeza de Lincoln se debió a la integridad de su carácter y la fibra moral de su ser, el estándar máximo para juzgar a nuestros líderes".