Con muy poco entusiasmo ciudadano, en una época de pandemia y recesión, poco a poco conocemos los nombres de quienes aspiran a ser candidatas y candidatos a gobernadores y alcaldes. En los estados y los municipios, parecería que los políticos viven en un mundo de ellos mismos, no entienden nada de lo que ocurre a su alrededor, están ensimismados en una guerra sin cuartel para asegurar sus posiciones partidistas. Se sienten satisfechos cuando derrotan a una o a otro. Parecería que lo último que tendrían en mente ahora son los ciudadanos, los usuarios finales de los servicios que tendrán que gestionar como gobernadores o alcaldes.
La elección intermedia del 6 de junio de 2021 será la más grande en la historia de México, tanto por el número de cargos a elegir, como por la infraestructura y la participación. Se elegirán 21,368 funcionarios públicos, 3,528 representantes populares, 302 más que en 2018; habrá concurrencia electoral local y federal. Estarán en juego 15 gubernaturas, 500 diputados federales (siendo la primera vez que podrán reelegirse los integrantes de la legislatura actual), 1,063 diputados de 30 congresos locales, 1,926 alcaldes de 30 entidades. En esta elección habrá alianzas de partidos y un escenario nuevo, desconocido hasta el momento, derivado de la pandemia del covid-19, lo que puede alterar la forma de llevar a cabo las campañas y la elección.
El diseño
Ante nuevos retos, deberían plantearse nuevas estrategias para la definición de las propuestas. A lo largo de mi experiencia en posiciones relevantes del gobierno federal y de un gobierno estatal, así como en mis años en el Congreso y como ejecutivo en una empresa mexicana con operaciones globales y en organizaciones del sector privado, he aprendido que el “diseño” es el concepto que podría ayudar a los servidores públicos a hacer mejor las cosas.
En todo el mundo, las organizaciones públicas y privadas están enamoradas del diseño. Es la nueva clave para resolver problemas de gobierno. Se aplica principalmente a los servicios, pero, en realidad, es un generador de soluciones. Podría ser contraintuitivo para las señoras y señores candidatos mexicanos de hoy, pero deberían poner toda su atención a entender al usuario final de los servicios públicos.
En primer lugar, los aspirantes a candidatos deben hacer algo que no hacen con regularidad: estudiar. Deben fortalecer el conocimiento y entendimiento del valor del diseño. No se trata ni de estilo ni de estética, sino de la capacidad de integrar los aspectos funcionales, emocionales y sociales en respuesta a las necesidades de los usuarios y añadir valor en cada etapa del desarrollo del servicio público.
La metodología del diseño permite a los ciudadanos convertirse en creadores activos de los servicios públicos que usan y de sus interacciones con las instituciones públicas. El diseño puede ser un método altamente efectivo para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, mitigar riesgos y para reducir costos. Un proceso iterativo de diseño de servicios públicos puede fracasar en las primeras fases, cuando el costo es bajo, pero eso es justamente lo que provee la información necesaria para hacerlos efectivos incrementalmente.
Nuevo enfoque
Hoy, más que nunca, ante la pandemia y la reactivación, muchos pensamos que los gobiernos no están cumpliendo con sus obligaciones. Se requiere un nuevo enfoque que eleve la voz del ciudadano. ¿Qué debe hacer diferente el gobierno del estado o del municipio? El desarrollo de las políticas públicas es esencial. Los gobernadores y presidentes municipales deberían acoger el diseño centrado en el usuario. El gobierno debe desarrollar políticas con el usuario en mente, así van a acelerar el progreso social, en lugar de dañarlo.
Los ciudadanos no creemos que los gobiernos satisfacen óptimamente nuestras necesidades. Se requiere un nuevo modelo. El término “diseño centrado en el usuario” se refiere a un método para poner en marcha servicios públicos con la mira puesta en lo que los usuarios quieren y necesitan.
El gobierno debe diseñar las políticas tomando en cuenta a los individuos que deben beneficiarse o que se van a perjudicar por los cambios en las políticas públicas. La elección de 2021 para gobernadores y alcaldes nos mostrará que hay una enorme brecha entre la sofisticación de los retos de este año y la habilidad de las organizaciones del gobierno, los procedimientos y los métodos para hacer frente a esa sofisticación.
Los gobiernos tienen que trabajar en la intersección de lo multidisciplinario y de la multiplicidad de actores. Los gobiernos necesitarán enfoques innovadores. Tenemos que pensar diferente. Por eso tenemos que asomarnos al diseño. El diseño es lo que vincula la generación de nuevas ideas con el uso exitoso de ellas. Con creatividad e innovación, el diseño moldea las ideas para que se conviertan en atractivas propuestas para los usuarios.
El pensamiento de diseño pone al usuario final y sus necesidades en el centro del sistema de formulación de políticas públicas. Es un enfoque centrado en el usuario. Lleva a soluciones que se van progresivamente refinando por un proceso de iteración, prototipos y pruebas. Se trata de proveer voz al usuario final y de involucrarlo en las decisiones.
El diseño busca estimular el pensamiento creativo en la toma de decisiones y acelerar la implementación de soluciones más efectivas y eficientes. Los conceptos que dan resultados en el proceso de pensamiento de diseño son: empatizar, definir, idear, hacer prototipos, probar.
Lo nuevo frente a lo viejo
¿Cuál es la diferencia entre los viejos sistemas de decisiones utilizados por los gobernadores y alcaldes que ya se van y el nuevo proceso que requieren los que llegan? Pues que en el viejo se definía una política, un proceso, sistemas, y al final se observaba el impacto en los usuarios. En el nuevo van primero los usuarios, se les escucha, se define el servicio o se rediseña, se desarrolla un sistema, hay prototipos, pruebas, retroalimentación.
Un proceso de decisiones informado por la técnica del diseño tiene más probabilidades de ser exitoso si los diseñadores estratégicos son incorporados en la etapa más tempranas del proceso de decisiones. Los diseñadores actúan como guías, facilitadores para mejores interacciones dentro de los gobiernos y en la conexión entre las administración pública y el mundo real.
Si se implementa bien, el pensamiento de diseño ayuda a mejorar la toma de decisiones, contribuye a una definición correcta e integral de los problemas, a reducir los riesgos del desperdicio, las duplicidades y las inconsistencias. Se minimizan las consecuencias no deseadas y se llega a decisiones más efectivas y legítimas.
El pensamiento de diseño tiene el potencial de desatar una amplia serie de efectos positivos en los gobiernos estatales y municipales, y con los usuarios finales de los servicios públicos. Es un reto total a la forma tradicional de gobernar. Requiere de habilidades específicas que no todos los candidatos tienen. Rompe los silos, cuestiona las jerarquías y la rigidez burocrática.
No es un cambio revolucionario. Al contrario. Es incremental. La innovación en el sector público debe ser construida dentro del viejo orden. Los laboratorios de innovación en el mundo avanzan con base en proyectos de menor escala en iniciativas locales, controlables, que generan impactos significativos, que se someten a procesos iterativos, prueban su efectividad y crean historias de éxito que se pueden repetir.
Ante problemas interconectados se requieren soluciones interconectadas. Ante la gravedad de la pandemia y de la recesión económica, a nivel estatal y municipal, se requiere institucionalizar el pensamiento de diseño tanto para los servicios públicos como para la formulación de las políticas gubernamentales en los estados y los municipios.