La “relación especial” del presidente de México con Donald Trump. Su desilusión (de los dos) por el triunfo del candidato demócrata a la presidencia. El envío, finalmente, de la carta de felicitación del presidente Andrés Manuel López Obrador al presidente electo de Estados Unidos Joseph Biden. El pleito entre el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, y la embajadora de México en Washington, Martha Bárcena. Su jubilación. Nada es nuevo. La historia se repite. Son los ciclos que me traen recuerdos de la experiencia que viví hace 28 años.
La historia vuelve a repetirse
Llegué a Washington a principios de 1989. Trabajé al lado de Gustavo Petricioli, durante cuatro años, como ministro de Información de la Embajada de México en Estados Unidos. Fueron momentos de una relación intensa entre los dos países. Sin lugar a dudas, Gustavo Petricioli ha sido uno de los mejores embajadores que México ha acreditado ante la Casa Blanca.
Artífice del "Espíritu de Houston" que surgió con aquella reunión de los presidentes electos Salinas y Bush en 1988, Petricioli se convirtió en el principal estratega y operador de las relaciones bilaterales. Tenía comunicación directa, y casi diaria, con el Presidente. Eso hacía enfurecer al canciller Fernando Solana y a sus colaboradores de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Reconocido por su amistad y cercanía al secretario de Estado James Baker, don Gustavo fortaleció una red de contactos en la Casa Blanca y con toda la administración del presidente Bush. Fue el primer embajador que realmente diseñó y estructuró un trabajo de cabildeo eficaz ante el Congreso de los Estados Unidos.
No había congresista o senador que no conociera al embajador de México. Petricioli viajó a cada uno de los 50 Estados de la Unión Americana, porque Washington era sólo un espejo que reflejaba la realidad que ocurría en las ciudades del país. Promovió el interés de México ante autoridades federales y locales en todo el territorio del vecino del norte.
La visión de Petricioli
En menos de un año, la presencia de México en Washington se transformó gracias a la visión de Petricioli. En 1989, la misión diplomática se fortaleció con funcionarios de primer nivel. Se adquirió un nuevo edificio para alojar las oficinas de la Embajada en la calle Pennsylvania 1911, a tres cuadras de la Casa Blanca; se constituyó el Instituto Cultural Mexicano en la antigua sede de la Embajada, y se llevó a cabo un agresivo programa de promoción cultural.
El presidente Bush visitó en varias ocasiones el Instituto, un atractivo centro cultural que se convirtió en un verdadero instrumento diplomático para avanzar en los objetivos de la relación bilateral.
Quizá la iniciativa de mayor trascendencia para México y la relación bilateral fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Fue durante los años de Petricioli en Washington cuando se concibe y se inicia la negociación del TLC.
La sola idea de negociar un tratado de esta dimensión con la principal potencia económica del mundo, después de la Guerra Fría, transformó la presencia de México en Washington ante los medios de comunicación, los grupos de interés, y los diferentes actores políticos. Petricioli se encargó de generar un ambiente propicio para la negociación y abrir los espacios para avanzar en el objetivo del gobierno de México.
Hombre de visión y talento, estratega y operador eficaz, Petricioli fue más conocido por su labor como secretario de Hacienda y funcionario financiero de muchos años. Sin embargo, es justo reconocer su importante labor diplomática al frente de la Embajada de México en los Estados Unidos.
Ante las dificultades, ante la adversidad, siempre "tomó el toro por los cuernos", y con gran sabiduría, resolvía los problemas poniendo el interés de México y la defensa de nuestra soberanía por encima de cualquier otra consideración.
Los ciclos de la historia nunca nos dejarán en paz.
La situación de entonces no fue muy diferente a la que vivimos en 2020. El presidente de México no quería alterar su relación con el presidente de Estados Unidos. Había logrado la negociación de un tratado de libre comercio, clave para la economía mexicana. 1992 era año electoral y el presidente Bush, candidato republicano, perdía terreno en su campaña de reelección frente al candidato demócrata Bill Clinton.
El presidente Salinas aceptó la invitación de Bush para reunirse en julio, justo cuando los demócratas estaban eligiendo a su candidato. Los medios interpretaron que Salinas se la estaba jugando con Bush. Viajó a San Diego, California para reunirse con el Presidente y fueron juntos a un juego de béisbol en el estadio de Los Padres.
Pero muy pocos sabían que, al mismo tiempo, operábamos el acercamiento con el candidato demócrata. El papel del embajador Petricioli fue crucial. Yo lo acompañé a Little Rock, Arkansas, a una reunión con el equipo del candidato Clinton. Después de ese encuentro muchas cosas cambiaron. Clinton apoyó la negociación del TLC, en uno de sus discursos en Carolina del Norte. No puso objeciones después de la inicialización del tratado, con la presencia de Bush, Salinas y Mulroney, el 7 de octubre de 1992 en San Antonio.
La reunión con Clinton
El 7 de enero de 1993, Carlos Salinas fue el primer jefe de Estado extranjero que se reunió a solas con el presidente electo Bill Clinton. La entrevista, de una hora y media, se celebró en Austin, Texas, en la mansión oficial de la gobernadora Ann Richards, y fue una oportunidad para que ambos mandatarios se conocieran. Pero la realidad fue que el TLC, cuestionado parcialmente por Clinton, ocupó la mayor parte del tiempo del encuentro.
México consiguió lo que muchos países extranjeros, entre ellos Rusia, querían: reunir a su presidente con Clinton antes de la toma de posesión del 20 de enero. Salinas fue el primer presidente extranjero que conversó telefónicamente con Clinton tras conocerse su triunfo en las elecciones del 3 de noviembre de 1992.
México buscaba en esta entrevista una señal de que no habría marcha atrás en las relaciones bilaterales, y en las decisiones de los últimos cuatro años por el buen entendimiento que alcanzaron Salinas y George Bush, que se reunieron en 10 ocasiones.
Clinton creía que el TLC negociado entre los gobiernos de Salinas y Bush era un buen acuerdo, pero tenía sus dudas de que lo fuera también para los trabajadores estadounidenses, por la mano de obra barata mexicana, y por la política medioambiental.
El trabajo del gobierno de México, y en especial de Gustavo Petricioli y su equipo, así como el interés de Clinton, político de centro moderado, alejado del proteccionismo que dominaba en ese entonces al partido Demócrata, fueron los determinantes del éxito. Pero el costo fue que Clinton condicionó su apoyo al TLC a la negociación de acuerdos paralelos en materia laboral y ambiental.
La renuncia del embajador
Gustavo Petricioli presentó su renuncia al presidente Salinas en enero de 1993 a fin de que el gobierno de México tuviera una nueva cara en Washington para organizar la relación bilateral ante un nuevo gobierno. Eso es lo normal. Así debe ser. No debemos sorprendernos que la embajadora Bárcenas anuncie que se jubilará. Lo que sí debe hacer el canciller mexicano es mover todos los resortes necesarios para concertar una reunión presencial entre AMLO y Biden antes del 20 de enero.