Cuando estudié la maestría en políticas públicas en la Universidad de Harvard, de 1985 a 1987, escogí el área de concentración de asuntos internacionales y seguridad. Así fue que tomé el curso de Política Exterior de Estados Unidos con los extraordinarios profesores Joseph S. Nye y Graham T. Allison. Desde entonces, leo todo lo que escriben. Me parece que son dos de los mejores analistas de temas internacionales.
Hace unos días, Joe Nye escribió un extraordinario artículo en el sitio Project Syndicate: The World’s Opinion Page en donde se pregunta si se podrá confiar en los Estados Unidos de Joseph Biden.
Nye dice que tanto amigos como aliados han llegado a desconfiar de Estados Unidos porque la confianza está estrechamente relacionada con la verdad, y el presidente Donald Trump está notoriamente alejado de ella. También se lamenta de que el “poder blando” de Estados Unidos en el mundo haya caído marcadamente durante la presidencia de Trump.
Nye se pregunta si el presidente electo Biden puede restablecer esa confianza. Y responde que, en el corto plazo, sí. Un cambio de estilo y de políticas mejorará el estatus de Estados Unidos en la mayoría de los países, porque Trump fue un presidente atípico. Biden es un estadista muy reconocido, apreciado, con una larga experiencia en política exterior, tras servir décadas en el Senado y ocho años como vicepresidente.
Es cierto que, desde su triunfo en la elección, las declaraciones iniciales de Biden y la conformación de su equipo han tenido un efecto profundamente tranquilizador. Por fin se abandonará el slogan aterrador de Trump, que agresivamente declaraba “Estados Unidos primero”. Nye cita una encuesta reciente del Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales que indica que el 70% de los estadounidenses quiere una política exterior de cooperación.
Aunque algunos líderes extranjeros, como el presidente de México, se sienten muy cómodos con Trump, nunca se pusieron a pensar en la importancia de la cuestión moral: ¿cómo define un presidente el interés nacional? Trump eligió definiciones transaccionales y AMLO lo sabía bien. El presidente estadounidense confundía el interés nacional con sus intereses personales, políticos y financieros. Trump expresaba un gran desdén por las alianzas y el multilateralismo, y AMLO lo sabía bien. Construyó muros fronterizos e impuso aranceles a sus aliados, como México. Se retiró del acuerdo climático de París y de la Organización Mundial de la Salud, causando un daño serio a la cooperación internacional, y AMLO lo sabía.
De acuerdo con el análisis del profesor Nye, Joe Biden enfrentará un problema de confianza aún más profundo. Muchos aliados preguntan qué le está pasando a la democracia estadounidense. ¿Cómo se puede confiar en que un país que produjo un líder político tan extraño como Trump en 2016 no engendrará otro igual, o peor, en 2024 o 2028? ¿Acaso la democracia estadounidense está en caída, haciendo que el país resulte poco confiable?
Aunque el debilitamiento de las instituciones políticas es una enfermedad de Estados Unidos de los últimos cincuenta años, quizá no es tan grave. Los ciudadanos demostraron fortaleza y resiliencia en la elección de 2020.
Pero el juego no ha terminado. Si Trump intenta retener el control del Partido Republicano después de abandonar la Casa Blanca, Biden enfrentará una tarea difícil al trabajar con un Senado controlado por sus opositores. Mucho dependerá de cómo se enfrente a la pandemia, cómo se recupere la economía y cómo evolucione la capacidad de Biden para manejar la polarización política del país.
En el mismo sitio de Project Syndicate, Daron Acemoglu, Profesor del MIT, y autor del famoso libro, junto con James A. Robinson, ¿Por qué fracasan los países? escribe un artículo interesante sobre el caso de un mundo cuadripolar.
Y la pregunta que viene a la mente de inmediato es: ¿Después de haberse aliado con Trump, estaría preparado el presidente de México para participar como un actor relevante en un mundo cuadripolar?
Acemoglu escribe que, con el fin de la presidencia de Donald Trump, también se acabará el experimento de la época unipolar que sustituyó a la Guerra Fría. Hay quienes quieren evitar que el mundo se estructure de nuevo bipolarmente, pero ahora con Estados Unidos y China en los extremos. En realidad, lo que se buscaría es que Europa y las economías emergentes, como México, jueguen un papel más importante en las relaciones internacionales.
Acemoglu coincide con Nye en que Joe Biden tiene que reparar todo el daño que hizo Trump a la confianza y credibilidad de Estados Unidos. China ha logrado consolidar su influencia en Asia y el liderazgo del Partido Comunista Chino se ha fortalecido internamente después de la pandemia.
Los principales analistas de las relaciones internacionales están convencidos de que un mundo bipolar sería muy inestable. Se correría el riesgo de conflictos violentos. Y la solución de los problemas globales dependería del interés nacional de las dos superpotencias.
Acemoglu menciona tres retos que serían ignorados, o que empeorarían, en el supuesto de que entráramos a un bipolarismo entre China y Estados Unidos:
1.- El poder concentrado de la tecnología (Big Tech). Tanto China como Estados Unidos están comprometidos en lograr la dominación algorítmica sobre la humanidad, a través de las plataformas digitales y de la inteligencia artificial, que son los instrumentos para que las empresas y los gobiernos ejerzan influencia sobre los ciudadanos.
2.- La protección de los derechos humanos y la democracia serían temas de baja prioridad en un mundo bipolar.
3.- El cambio climático sería de poco interés para un mundo dominado bipolarmente. China y Estados Unidos son dos de los más grandes emisores de gases de efecto invernadero y tienen modelos ecnómicos intensivos en el uso de la energía.
Lo que Acemoglu propone es que el mundo se organice de manera diferente, añadiendo otros dos polos: la Unión Europea y un consorcio de economías emergentes en donde se encuentran México, Brasil, India, Indonesia, Malasia, Turquía, Sudáfrica y otros. Este arreglo cuadripolar evitaría una nueva guerra fría e incluiría voces más diversas a la gobernanza global. Temas como el desplazamiento humano por la tecnología, la automatización, el futuro del empleo, el cambio climático serían abordados más cuidadosamente por estos países.
Sin embargo, un mundo cuadripolar no es la panacea y no es fácil de gestionar. En la percepción de los analistas internacionales, “las economías emergentes clave como Brasil, México, India y Turquía están hoy encabezadas por líderes autoritarios que intentan silenciar a sus oponentes, a los medios de comunicación y a las organizaciones de la sociedad civil”. Entonces el segundo reto, el de la protección y defensa de los derechos humanos y la democracia, se vuelve más difícil. “Estos países tendrían que abandonar, en la mesa de las negociaciones internacionales, su comportamiento autoritario, nacionalista y destructivo”, concluye Acemoglu.
¿Estaría preparado el Presidente de México para que nuestro país asuma un papel protagónico en un mundo cuadripolar?