Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España, y Angel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), publicaron el domingo pasado un extraordinario artículo en la sección editorial del periódico El País.
Sánchez y Gurría, al celebrar los 60 años de la firma del convenio por el que se creó la OCDE, nos plantean una agenda multilateral para la recuperación. Reconocen que la enorme crisis que ha provocado la pandemia debe ser una oportunidad, un punto de inflexión, para sacar adelante políticas públicas que den lugar a un mundo que sea más fuerte, resiliente, verde e inclusivo.
Muchas veces hemos hablado, desde el Consejo Coordinador Empresarial, que México requiere un mecanismo parecido al Plan Marshall para la reactivación de la economía mexicana. Ahora que enfrentamos la peor crisis sanitaria y económica, deberíamos inspirarnos en esos valores. Por eso precisamente el CCE propuso y firmó con el gobierno un acuerdo para la construcción de infraestructura a fin de lograr el objetivo de una inversión, de manera continua, de 25 por ciento del PIB, basado en las ventajas competitivas del país, activando un gran número de proyectos adicionales a los que ya están en marcha, con fuerte participación privada, con base en su rentabilidad social y económica. La inversión privada es el único camino para generar empleos y crecer. Y todo esto se complementa, de manera inteligente, con la cooperación internacional.
Recordemos que en 1948, se creó la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE) justamente para administrar la ayuda estadounidense y canadiense en el marco del Plan Marshall de reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. En el centro del esfuerzo se encontraba el compromiso con la cooperación internacional.
Cuando trabajé al lado del canciller Ángel Gurría, de 1994 a 1998, como subsecretario de Cooperación Internacional de la Secretaría de Relaciones Exteriores, me tocó interactuar intensamente con la OCDE. Y nunca tuve dudas de que su vocación era lograr un mayor bienestar para los habitantes de los países miembros. La asesoría que generaba, con base en análisis serios, con datos empíricos, siempre tenía el objetivo de recomendar cómo llevar a la práctica las mejores políticas públicas para apoyar el crecimiento inclusivo y sostenible.
En su promoción del multilateralismo, la OCDE colabora siempre en los principales foros como la ONU y el G20. Nosotros establecimos también, en esos años, una muy buena agenda multilateral de cooperación con el Comité de Ayuda al Desarrollo. La OCDE ha sido muy eficaz recientemente en temas ambientales, educativos, fiscales, de inteligencia artificial. Pero hoy, más que nunca, puede apoyar a los países en la recuperación tras el covid-19, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, las crecientes desigualdades, la concentración de riqueza, la digitalización o el futuro del trabajo.
El presidente del gobierno español y el secretario general de la OCDE declaran en su editorial que “ahora es el momento de convertir las palabras en hechos”. Y sugieren centrar los esfuerzos en tres áreas clave, y los cito:
1.- Contener y erradicar el virus. El equilibrio entre vidas y medios de vida es un falso dilema. El inminente despliegue de vacunas eficaces es una excelente noticia. Pero para ser eficaces, para vencer la pandemia, las vacunas y los tratamientos deben producirse a escala, distribuirse equitativamente en todo el mundo y ser asequibles para todos. Garantizar que todas las personas puedan ser inmunizadas a la vez es un imperativo humanitario y una condición previa para garantizar la salud y la prosperidad. Si la enfermedad sigue desarrollándose en algún lugar, seguirá siendo una amenaza en todo lugar. Tener sistemas de salud fuertes, resilientes e inclusivos es otra de las lecciones de esta crisis que debemos incorporar a nuestras prioridades, pero también como un pilar fundamental de nuestros programas de cooperación al desarrollo. Tenemos que apoyar a los países más vulnerables, que no disponen de los medios financieros para responder a la pandemia y que carecen de sistemas sólidos de protección social para amortiguar los efectos sobre sus poblaciones.
2.- Crear las condiciones para una recuperación de base amplia. Tenemos que trabajar juntos y desarrollar enfoques comunes para restablecer la movilidad internacional lo antes posible. También debemos preservar los beneficios del comercio libre, justo e inclusivo como motor del crecimiento y la prosperidad, al tiempo que fortalecemos la resiliencia de las cadenas de valor mundiales y las condiciones equitativas. El mundo post-covid-19 va a ser más digital, y se requiere cooperación internacional para abordar las cuestiones de las capacidades, la privacidad, la seguridad y la competencia. Otro objetivo fundamental será alcanzar, a mediados de 2021 y siguiendo la iniciativa de la OCDE, una solución global y consensuada a los desafíos fiscales derivados de la creciente digitalización de la economía mundial.
3.- Apoyar una recuperación transformadora y desarrollar una nueva narrativa sobre el crecimiento económico. Los planes nacionales de recuperación constituyen oportunidades únicas no sólo para poner en marcha nuestras economías, sino también para emprender acciones audaces y transformadoras para hacerlas más igualitarias, cohesionadoras y ambientalmente racionales, en consonancia con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La crisis de la covid-19 ha aumentado las desigualdades, al tiempo que nos siguen acechando el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y otras emergencias ambientales. El análisis de la OCDE muestra que una acción climática ambiciosa para descarbonizar nuestras economías puede ser una fuente de crecimiento, ingresos y empleo. La COP26 en Glasgow y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, que se celebrarán en 2021, pondrán a prueba nuestra determinación colectiva. Nuestra única e importantísima responsabilidad intergeneracional es proteger el planeta. Asimismo, esta reconciliación requiere fomentar un modelo de crecimiento económico y de productividad basado en salarios justos, condiciones de trabajo decentes y un diálogo social mejorado.
Nuestro país en la OCDE
México siempre ha sido un actor relevante dentro de la OCDE. Esta organización ha promovido eficazmente una visión de crecimiento económico, inclusión y sostenibilidad ambiental. Lo que no podemos hacer es alejarnos de la OCDE por motivos ideológicos, arrogancia o por falta de conocimiento. Es la única organización internacional que se ha convertido en un verdadero centro de pensamiento, que cuenta con una base sólida de evidencias y datos, que mide resultados más allá del PIB y que promueve un nuevo marco económico que reconcilia personas, prosperidad y planeta.
México no puede vivir tan sólo con el recuerdo de sus mejores episodios históricos y con políticas públicas incompletas. Vivimos tiempos de extraordinarios retos. No podemos enfrentarlos solos. Necesitamos la cooperación internacional. La reactivación de la economía se logrará con la inversión de las empresas y la colaboración del sector privado mexicano. Pero también requerimos de la acción colectiva. Nuestra sociedad no se puede conformar con los programas sociales ni con el crecimiento de la informalidad. Nuestros jóvenes exigen empleos bien remunerados.
Para los mexicanos, empezando por el presidente Andrés Manuel López Obrador, es el momento de cerrar filas dentro de nuestro país y de fortalecer todos los mecanismos de la cooperación internacional. La OCDE cumple esta semana 60 años de grandes experiencias que México debe aprovechar. Necesitamos trabajar juntos para desarrollar políticas públicas que mejoren la vida de nuestros hijos. La cooperación internacional para el desarrollo también es un principio de la política exterior de México.