Por su naturaleza, las mañaneras no pueden ser asépticas. Su dramaturgia se funda en la provocación. La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, la libró, con la salvedad de dos o tres anécdotas perecederas. El presidente Andrés Manuel López Obrador la celebró: “A veces veía la mañanera y muy bien la licenciada Olga, cumplió, nos relevó”.
Sánchez Cordero cumplió, pero no marcó agenda, tampoco ese era su papel. El recogimiento de López Obrador sonó a canción de Álvaro Carrillo: hay ausencias que triunfan.
La derecha escribió sobre la gravedad de su enfermedad (Raymundo Riva Palacio), inclusive dudaron de que padeciera Covid o especularon sobre el “bulto” de su saco (Reforma). Pobre periodismo de especulación, no de investigación.
A partir de este lunes, el presidente impone agenda, no desde la pasividad sino, de nuevo, desde la actividad, desde el activismo comunicacional. “El concepto de agenda-setting designa un modelo que establece una relación causal entre la importancia que asignan los medios a ciertos temas (issues) y la percepción que tienen los consumidores de noticias de la importancia de esas cuestiones”.*
Los medios de comunicación tratan de “ideologizar” a sus públicos a través de la agenda. Como nunca había sucedido en los sexenios anteriores, la apuesta comunicacional de las mañaneras ideologiza a los ciudadanos y “desideologiza” a los medios de comunicación de la derecha. Cada mañana Andrés Manuel traza o trata de imponer un círculo virtuoso alrededor de la 4T y empuja a los medios de comunicación de la derecha a un círculo vicioso.
En época de la 4T los medios de comunicación no determinan la agenda pública; en realidad la determina la 4T bajo la batuta de López Obrador como director de orquesta en las mañaneras. AMLO se “ausentó” dos semanas, no hubo crisis política, tampoco comunicacional.
* “Los límites del modelo agenda-setting”, Jean Charron en Comunicación y política, Colección “El Mamífero Parlante”. Gedisa Editorial, p. 72.