El encuentro: Biden-AMLO y la Virgen de Guadalupe

Ayer tuvo lugar la primera reunión bilateral entre los presidentes Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador

El primero, estuvo acompañado por Anthony Blinken, secretario de Estado, Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Interna (ministro del Interior) Roberta Jacobson, Coordinadora para los asuntos relacionados con la frontera sur, entre otros funcionarios de alto nivel. 

Por el lado mexicano, AMLO fue apoyado por el canciller Marcelo Ebrard, Tatiana Clouthier, secretaria de Economía, y Esteban Moctezuma, embajador de México en Washington, por mencionar algunos.

El encuentro inició con una caluroso mensaje de Joe Biden, y una breve alusión a la Virgen de Guadalupe, pues el lector recordará que el presidente estadounidense es católico practicante, lo que le apega a la devoción mariana en México y en el resto de América Latina. 

López Obrador, tal y como se antojaba previsible, aludió a Benito Juárez – su referencia histórica favorita- y a su antihéroe predilecto: Porfirio Diaz.

La migración

El conversatorio abarcó un amplio abanico de materias. Sin embargo, haré uso de este espacio para referirme a uno de los más acuciantes de la agenda bilateral: la migración. 

Por un lado, el gobierno de Biden debe aplicar la ley vigente y evitar el ingreso masivo de caravanas migrantes procedentes de América central. 

Para ello, el Departamento de Seguridad Interna, de acuerdo a las instrucciones giradas por el presidente, y en consonancia con las promesas de campaña del candidato demócrata, ha revertido parcialmente las políticas de la era Trump, tales como la expulsión de menores de edad no acompañados. Ahora, las autoridades federales han iniciado un proceso por el cual los niños y jóvenes son trasladados a refugios temporales en Texas.

No obstante este viraje significativo de la política migratoria en términos humanitarios, el gobierno federal debe hacer cumplir la ley y evitar la inmigración masiva. Para ello, indudablemente, necesita de la plena cooperación del gobierno mexicano, y en particular, de su Guardia Nacional. He allí la prioridad de ambos gobiernos: evitar el arribo de migrantes centroamericanos y asegurar la cooperación de las autoridades federales mexicanas.

En asuntos domésticos, el gobierno de Joe Biden planea presentar al Congreso una reforma migratoria que permita sacar de las sombras a 11 millones de indocumentados. Esta iniciativa es sobremanera controversial, y provocará ámpulas en una buena parte de los congresistas republicanos, y huelga señalar, en el electorado de ambos partidos.

Por ello, si las pequeñas mayorías demócratas en ambas cámaras consolidan la reforma, millones de estadounidenses, celosos de sus empleos y temerosos de una sobreoferta de trabajo – y con ello, la caida de los salarios- reclamarán al Partido Demócrata en las urnas en las elecciones intermedias. Ello conduciría, a la postre, la posible pérdida del control de alguna de las Cámaras, lo que colocaría al presidente Biden en un impasse legislativo similar al que se enfrentó Barack Obama en 2012… y ni mencionar la posición del partido en las elecciones presidenciales de 2024.

Mientras ello ocurre – si efectivamente ocurre- los gobiernos de López Obrador y Biden deben echar mano de los instrumentos de negociación. Recordemos que a diferencia de la administración de Trump, el nuevo gobierno en Washington cuenta con funcionarios profesionales de primer nivel, y no así individuos improvisados. El lector recordará, en este contexto, el éxodo de cientos de funcionarios de carrera del Departamento de Estado tras el inicio de la presidencia de Donald Trump.

Finalmente, ambos presidentes coinciden en la necesidad imperiosa de una colaboración fructífera. Joe Biden, por su parte, debe incidir en políticas que le distingan de su impresentable predecesor, mientras que AMLO deberá dejar todo en manos de sus competentes asesores en la Cancillería.