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Diego Fernández de Cevallos publicó el pasado lunes 1 de marzo su primera intervención en redes sociales. El cuasi octagenario político mexicano ha decidido incursionar en las tecnologías de la información y de la comunicación. En su mensaje, el “jefe Diego” aseguró que su intención era alcanzar mayores audiencias, y principalmente, hacerse eco entre los jóvenes.

Fernández de Cevallos es un icono del panismo mexicano. En este tenor, yo me aventuraría a asegurar que ocupa un lugar destacado dentro del PAN a la par de otros ideólogos como Luis H. Álvarez y Carlos Castillo Peraza, y mismo, quizá, por encima de los dos panistas que alcanzaron la presidencia de la República, a saber, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.

Con su inconfundible barba y el habano que le caracterizan, Fernández de Cevallos ha navegado en la vida pública mexicana a lo largo de más de media centuria. Como diputado, senador, y candidato a la presidencia de nuestro país, el Jefe Diego representó durante décadas a aquel panismo de pura cepa que buscaba abrirse espacios en la política mexicana.

Tras la elección de Carlos Salinas de Gortari en 1988, en aquellos polémicos comicios contra los poderosos Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier, Fernández de Cevallos fue acusado abiertamente de haber apoyado el supuesto fraude electoral, y de haber pactado con el gobierno entrante. En este contexto, no se olvida su intervención en la Cámara de Diputados exigiendo, con una fuerza en la voz y una coherencia que le son propios, el procesamiento de las boletas electorales.

En 1994 Fernández de Cevallos lideró una feroz campaña contra Ernesto Zedillo: el candidato oficial. Tras el polémico debate, en el cual el panista le tildó con desdén como “un buen estudiante” la campaña de Diego parecía insuperable. Sin embargo, en las urnas, el electorado mexicano eligió, por última vez en el siglo XX, al candidato del PRI.

Luego, aquel otro debate televisado entre Diego y Andrés Manuel López Obrador en 2000, con Joaquín López-Dóriga como el gran provocador, puso frente a frente al entonces candidato del PRD al gobierno de la Ciudad de Mexico y a un desgastado Diego acusado de haber dado su espaldarazo al salinismo y de haber apoyado el fraude del FOBAPROA.

En tiempos recientes, tras la elección de AMLO como presidente de México, Fernández de Cevallos ha criticado severamante su gobierno, y de igual forma, su integridad moral. Le ha calificado como falsario, y mismo, como un político corrupto “que le juega al pobrecito”.

¿Qué pretende Fernández de Cevallos con esta revigorización de su mensaje y con su incursión en las redes sociales?

Por un lado, permanecer activo en la vida pública, derivado de esa pasión política que le es inherente, y quizá, fortalecer el mensaje del PAN y de la oposición con miras a las elecciones del próximo junio, y desde luego, las de 2024.

En este tenor, Diego podría parecer fuera de contexto y como miembro de un Acción Nacional que naufraga ante la ausencia de liderazgos y de una sólida base popular. Sin embargo, la personalidad avasallante, el tesón, la fortaleza, el coraje y la brillantez del Jefe Diego sí que pueden permear en un electorado indeciso frente al apoyo que pide Morena para conservar la mayoría en la Cámara de Diputados y de cara a la oposición que expone diariamente los fracasos de la presente administración.

Diego Fernández de Cevallos no será jamás un enemigo pequeño.