No es un secreto que el diputado Gerardo Fernández Noroña sueña con convertirse algún día en presidente de México. Seguramente buscará la candidatura de Morena-PT para los comicios presidenciales de 2024. Pero debe tener conciencia el legislador sobre la presencia de personajes de mucho mayor peso político dentro del círculo cercano a López Obrador, lo que hará que sus aspiraciones presidenciales tengan que apaciguarse, al menos, por el momento.

Sin embargo, Fernández Noroña parece estar haciendo un buen trabajo. En medio del embrollo y la grilla que envuelven a la Cámara de Diputados, el diputado ha asegurado un liderazgo al interior del PT que le convertirá eventualmente en el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara Baja; ello como resultado de la adhesión de un puñado de legisladores a la coordinación parlamentaria de su partido.

La fuga de los legisladores hacia el PT habilitará a Fernández Noroña para representar a un poder del Estado mexicano, tendrá mayor presencia en medios, será retratado junto al presidente al momento de la promulgación de una ley, y en suma, le dará un impulso político nada desdeñable. Él lo sabe, y según ha trascendido, está muy cerca de conseguirlo.

Por otro lado, Fernández Noroña es uno de los más controversiales personajes de la clase política mexicana; un hombre aguerrido, implacable, provocador e incendiario que ha sabido colocarse públicamente como un ferviente defensor de la 4T y del presidente AMLO. Sus discursos en San Lázaro deben dejar atónitos a los más sanguinarios diputados de otras asambleas populares.

El diputado es un buen conocedor de la historia de México —con algunas imprecisiones— y siempre con un marcado sesgo hacia la izquierda latinoamericana; y no ha vacilado en apoyar públicamente el régimen de Nicolás Maduro y de los partidos que integran el foro de Sao Paulo.

Una posible presidencia de Fernández Noroña de la Mesa Directiva en San Lázaro levanta cuestionamientos. Por un lado, la dudosa legitimidad de la conformación del PT como tercer fuerza política, pues si bien la ley lo permite, es cuestionable la forma por la cual el partido ha desterrado al PRI. Por el otro, el carácter profundamente divisor e intolerante del diputado siembra dudas en torno las posibles formas de conducción de la Cámara de Diputados, y en la posibilidad de generación de acuerdos interpartidistas.

Fernández Noroña —o Noroña— es un personaje intolerante a la crítica o a la disensión. Échese un vistazo a los encontronazos que ha tenido el diputado en aeropuertos contra miembros de partidos de oposición, o algún individuo que le cuestionaba su ingreso a la sala VIP de Aeroméxico, hasta una señora quien le llamó pejezombie en la sala de espera de la terminal 2.

México necesita una clase política renovada que encuentre en la palabra con-ci-lia-ción la inspiración para las tareas públicas. La polarización por motivo del tono de piel y clase económica poco abonan a la construcción del México moderno y libre de pobreza al que todos los mexicanos aspiramos. El diputado Fernández Noroña y el “compañero presidente” deberían tenerlo presente.