Se cuenta que Licurgo (800-730 A.C.), gran legislador y gobernante de Esparta, padre de esa gloriosa patria, se fue de su tierra con la esperanza de que su espíritu y su ejemplo, siguieran gobernando a los espartanos. Licurgo había logrado la integración, la armonía, el progreso y la gloria de Esparta, incluida la construcción de una Constitución que todos los espartanos, pobres y ricos, respetaban. Pero, consciente de que en buena media todos esos logros se debían a él mismo, a su integridad, su convicción, su genio, su carisma y su talento, pensó que al morir podría generarse el caos y la ingobernabilidad en Esparta, a pesar de contar con sólidas instituciones y excelentes leyes.

Así que decidió marcharse, le dijo a su pueblo que iba a consultar al oráculo de Delfos sobre el futuro de Esparta y que, en tanto no regresara, los espartanos se siguieran gobernando con las mismas leyes y las mismas instituciones que él creó, sin hacer ningún cambio. La leyenda dice que Licurgo se fue con la intención de nunca regresar. Nunca regresó y, efectivamente, los espartanos respetaron su obra legislativa e institucional, se gobernaron con gran disciplina y expandieron su poder por siglos.

En cierta medida y guardando toda proporción, la circunstancia del Presidente Andrés Manuel López Obrador, su visión de la historia y la política, permiten establecer un paralelismo con el periplo de Licurgo. Este juego de espejos se puede aplicar a dos dimensiones: la durabilidad de las trasformaciones que impulsa el Presidente y la órbita de MORENA.

AMLO ha dicho abiertamente que apuesta a la irreversibilidad de las transformaciones que impulsa su gobierno, pretende que sea sumamente difícil, si no imposible, desmontar los cambios de su Cuarta Transformación. Para ello, dice, imprime prisa a sus acciones, intensifica los procesos para lograr que, antes de que acabe su sexenio, el nuevo régimen esté consolidado y los futuros gobiernos y generaciones no puedan cambiar el orden de la Cuarta Transformación, o que al menos no lo puedan hacer tan rápido. Eso dice, eso quiere.

Por lo tanto, ¿AMLO ya está pensando en alguna fórmula para emular a Licurgo, es decir, diseñando algún modo para desaparecer súbita y míticamente para dejar marcada con fuego su obra política por largo tiempo? Claro, ello presupone que la obra político-histórica de AMLO llegue a ser portentosa, trasformadora, justa y respetada, para aspirar a que perdure en el tiempo y sobreviva al torbellino de las pasiones y las ambiciones humanas. A México le convendría que el gobierno de López Obrador diera esos resultados.

En ese caso, ¿AMLO querría desaparecer para siempre, dejando a su pueblo la advertencia de que no se cambie nada de sus leyes y sus instituciones, hasta que él regrese? O, al contrario, ¿sentirá la tentación de quedarse por tiempo indefinido en el poder, sea por sí mismo o a través de algún tercero, para vigilar y asegurar la continuidad de su obra? La especulación puede parecer superflua, pero, como lo sabían los grandes historiadores clásicos, es útil para entender mejor el presente.

En cuanto a MORENA, en la perspectiva de la parábola de Licurgo, queda la impresión de que López Obrador, como el espartano, se retiró de su partido con la idea de que, ya sin su presencia, los militantes se siguieran gobernando con las herramientas de eficacia, unidad, convicción, visión y hambre de éxito que el propio tabasqueño le imprimió. Pero parece que AMLO, al retirarse de MORENA, no fue tan claro como Licurgo para advertir y convencer a las distintas facciones de que, mientras él estuviera fuera del partido, debían conducirse como si estuviera presente, es decir, con el mismo orden, la misma disciplina y la misma eficacia.

Hoy, MORENA es una vorágine de pasiones, ambiciones e inestabilidad y, por ello, tal vez en los próximos meses veamos un espectáculo donde el fundador de ese partido tenga que regresar, pero ya no como Licurgo, sino como el Ángel Exterminador a poner orden e impartir castigos, si quiere evitar ser devorado por el hambre de poder anárquico.

Lo dicho, en algunas ocasiones, el paralelismo y la analogía basada en los grandes personajes de la historia, aunque éstos sean de distintas épocas y talantes, pueden ayudarnos a vislumbrar aspectos cruciales del momento histórico que estamos viviendo, y a presentir las raíces ancestrales de los dramas humanos que se desarrollan ante nuestros ojos.