El asesinato de Julio César, de acuerdo con el calendario de la antigua Roma, ocurrió en los Idus de marzo, que corresponde más o menos al día 15 de ese mes. Julio César fue apuñalado en el Senado, a manos de un grupo de senadores que no querían su perpetuación en el poder. César desdeñó los numerosos indicios de la conspiración, ignoró las advertencias de amigos, críticos y sacerdotes; se negó a cambiar ni un ápice su conducta política. Como todos sabemos, en el apuñalamiento participó hasta su querido amigo, tal vez era su hijo, Bruto.

Marzo de 2020 presenta el peor escenario para el presidente Andrés Manuel López Obrador, valga la analogía: sus propios Idus de marzo. Durante meses hubo advertencias de amigos, críticos y seguidores, de buena fe, pero ha desdeñado casi todo. Confiado en la fuerza del respaldo popular, la legitimidad de su mandato y la confianza en la infalibilidad de su proyecto, AMLO dobla la apuesta ante cada adversidad, practica la fuga hacia adelante frente a los descalabros. No esta mal, porque la perseverancia hace historia, pero cuando, por azar o por conjura, se juntan tantas calamidades, la decisión de no cambiar nada puede llevar al abismo.

En el actual panorama, parece que López Obrador tiene que optar por el escenario menos malo si quiere sobrevivir políticamente a sus Idus de marzo. Hoy, no hay margen para pensar en la gloria porque es prioritario evitar el precipicio; ya después se verá, pero en este momento tiene que entender, asimilar, enfrentar y desactivar hasta donde se pueda los siguientes temas que, juntos, son mortíferos:

1.- López Obrador ya perdió el juego de la percepción de su respuesta a la pandemia del coronavirus. Pase lo que pase en las siguientes semanas, su postura y su inacción en estos días, dejan la sensación de que actuó con indolencia frente a la natural zozobra que el coronavirus provoca a grandes sectores de la población. Olvidó la máxima política que desde el propio César hasta Napoleón reconocían: a los ojos del pueblo, mejor exagerar en el hacer que exagerar en el no hacer. De esta mala percepción, ningún político recupera todo lo perdido.

2.- Más allá de la percepción, AMLO tiene que poner en juego todos los recursos a su alcance para evitar un escenario como el de Italia o Estados Unidos en cuanto a los estragos del coronavirus. Si se presentan muchas muertes, miles de contagios y se colapsa el sistema de salud, la situación podría derivar en un cuadro de ingobernabilidad y clamor popular por culpables en los cuales desahogar la ira. Para evitar en lo posible esto, se tienen que reasignar recursos económicos, humanos y técnicos cuantiosos, es decir, desatender otras áreas donde tampoco hay mucha bonanza que digamos. Pero tiene que hacerse, porque si ya de por sí se llega a esta fase con la percepción de que el gobierno actuó demasiado tarde, los riesgos de mantenerse en la actitud de minimizar el problema y regatear recursos son letales.

3.- Los impactos del coronavirus en la economía serán de gran magnitud y se sumará a la inercia de crecimiento cero, baja inversión y desconfianza que hoy priva. Hay que agregar el tema de la guerra petrolera que presiona a la baja el precio de nuestro petróleo, para darnos una idea de que es posible un cuadro de crecimiento negativo en 2020 (-2% pronostican ya), déficit en las finanzas públicas por la caída de los precios del petróleo y la baja en la recaudación, e inestabilidad monetaria.

4.- Los enemigos de AMLO y la 4T, como los de César, tratarán de capitalizar estas circunstancias y obligar al Presidente a cambiar el rumbo en ámbitos clave, como la apertura del sector energético, el financiamiento de la refinería de Dos Bocas, entre muchos otros, que, en la actual situación sería muy caro y difícil defender.

5.- No olvidemos que en marzo se comenzó a expresar y articular un creciente descontento social, encabezado por el movimiento feminista. El reclamo inicial no era contra López Obrador, pero la nula disposición de éste para reconocerle legitimidad y calidad, ya lo está convirtiendo en un movimiento contra su gobierno. Sumado este reclamo a los polos de indignación por la escasez de medicamentos, niños con cáncer, desempleados de la 4T, agotamiento temprano de los programas sociales estelares, entre otros factores, abre la puerta a un intenso movimiento social anti sistémico que, por sí solo, presentaría un reto formidable a cualquier gobierno y entrañaría serios riesgos si no se le entiende y asimila.

6.- La inseguridad provocada por la violencia criminal no se detiene, al contrario, cada vez es más intensa y visible. Seguramente en este marzo habrá menos muertos que en abril, por la dinámica desbocada de la violencia, pero en este mes se observan movimientos de actores como El Marro y El Mencho, así como de la DEA, que insinúan cambios importantes en la dinámica de esta guerra criminal interminable que podría escenificar nuevos golpes al gobierno similares al Culiacanazo. La violencia criminal, no lo olvidemos, parece imbatible y los diversos grupos criminales tienen el control en muchos territorios donde el Estado no existe.

A partir de este recuento mínimo, el cuadro luce sumamente adverso para el Presidente López Obrador. La circunstancia obliga a cambiar muchas cosas, para empezar, ser más flexible en la interpretación de la realidad y la elección de decisiones. La crisis tiene componentes de alto riesgo para la estabilidad del país, los intereses que están en juego son tan poderosos que no se tocarán el corazón para aprovechar el momento y tratar de descarrilar al gobierno y su 4T.

Solo AMLO sabrá qué hacer y cómo enfrentar esta tormenta. Pero parece necesario que abra su círculo de poder, para escuchar a otros miembros de su gabinete, también que los integrantes del grupo compacto asuman la responsabilidad de advertir al Presidente sobre los grandes riesgos, sobre las decisiones descabelladas, aún a costa de que su jefe se enoje con ellos o los corra, si persisten en su actitud de decir “sí señor Presidente” a todo, incurrirán en acciones de lesa deslealtad. Revisar el modelo de comunicación política, porque con el esquema actual ya no convence más que a sus fieles seguidores, y continuamente crea de la nada problemas donde no los había, habilita adversarios gratuitos y siembra agravios innecesarios.

Ahí vienen los Idus de marzo. Esperemos que el gobierno de López Obrador sepa enfrentar el duro panorama trazado en el aún joven horizonte de su sexenio, porque más allá de filias y fobias políticas, el futuro inmediato de México está en juego. La vieja frase de que si le va bien al Presidente le va bien a México, sigue siendo válida, siempre y cuando el Presidente nunca albergue el sentimiento de que él es México.