Tres asuntos están tomando fuerza al inicio del segundo año del mandato del Presidente Andrés Manuel López Obrador, mismos que pueden marcar la suerte de su gobierno. Veamos.

Cambio en el modelo de salud. La cuestión de fondo es que el acceso al derecho a la salud en México es bastante débil. Este derecho humano fundamental no se cumple a cabalidad debido a las abismales desigualdades que por siglos han marcado a nuestro país; también pesan los obstáculos estructurales del crecimiento económico y la debilidad del sistema tributario. El discurso de los gobiernos neoliberales, siempre consistió en la premisa fácil y discriminatoria de que no hay recursos para ofrecer servicios de salud dignos a todos los mexicanos.

En este contexto, el cambio en el modelo de salud nacional que quiere impulsar López Obrador es muy ambicioso, pero absolutamente necesario para establecer, de una vez por todas, condiciones de equidad social en México. Tal vez sea la acción más trascendente de la Cuarta Transformación, porque de lograr implantar un sistema de salud universal, integral y gratuito, estaríamos hablando de un verdadero cambio histórico en las estructuras que propician y perpetúan la desigualdad.

En mi opinión, López Obrador tiene que realizar dos cosas cruciales para el éxito de su mandato en el tema de la salud. Primero, tiene que poner orden en la implantación del INSABI, si quiere evitar que su modelo de salud se contamine con las críticas e inconformidades, algunas muy graves, que está generando su operación inicial. Ya dijo AMLO que en un año estará todo arreglado, pero si se puede corregir en menos tiempo conservará el impulso para desactivar resistencias de poderosos grupos de interés que operan en los giros de medicamentos y hospitales privados.

En segundo lugar, me parece que López Obrador puede aprovechar el momentum para ampliar la mira y plantear un sistema de seguridad social universal que, desde luego, incluya el acceso a los servicios de salud, pero que contemple la pensión universal remunerativa, el seguro de desempleo y protección a grupos vulnerables que no tienen fuentes de recursos propios. Es un enorme reto, pero, si se reforma el sistema tributario y el modelo económico, como AMLO ha dicho que lo hará en la segunda parte de su sexenio, puede aspirarse a este modelo de seguridad social universal gratuito. Los beneficios a largo plazo serían inmensos para el país.

Reforma al sistema de justicia. La violencia y la inseguridad constituyen una verdadera tragedia que diezma las fuerzas y la dignidad de México. El Presidente López Obrador acierta al poner sobre la mesa las causas estructurales de la violencia criminal, como son la pobreza, la falta de oportunidades y la corrupción generalizada que agobia a México, sobre todo en las áreas de seguridad y procuración de justicia. Sin embargo, hay que asumir que esas causas de fondo no se arreglarán en uno ni en dos sexenios, porque requieren mucho tiempo de maduración y consolidación.

En este marco, una de las transformaciones más trascendente que, al parecer, piensa impulsar el gobierno de López Obrador, es la reforma al sistema de justicia, con el objeto de abatir la impunidad y los enclaves de corrupción que existen en los ministerios públicos, jueces, tribunales y cárceles. Un gran reto, impostergable, porque el actual sistema tiene fallas estructurales gravísimas, está inmerso en mares de corrupción e ineptitud, lo cual propicia la impunidad casi absoluta de los principales delitos y algo más grave: la deslegitimación del Estado.

Me parece que esta transformación, si se implementa con eficacia y sensatez, puede proyectar a México a una plataforma superior de oportunidades de desarrollo económico, social, cultural y político, porque con un verdadero Estado de Derecho se facilita la generación de consensos y el acuerdo de voluntades para transformar a México. Esta reforma requiere toda la voluntad del mundo y todos los recursos posibles, además de un irrestricto respeto a las libertades fundamentales.

Si AMLO tiene “los pelos de la burra” en la mano, debe ir hasta el fondo en esta reforma que clama la sociedad. Si no está firme el terreno, tal vez sea mejor aguardar el mejor momento para que esta batalla no ponga en riesgo la estabilidad.

Funcionalidad de MORENA. En la historia hay pocos casos de grandes transformaciones sin el acompañamiento de un partido político fuerte o un grupo o bloque hegemónico. Es casi indispensable, porque nutre de operadores y procedimientos para el cambio, y facilita la construcción de narrativas y consensos en torno a los proyectos trasformadores. La pregunta que se hace todo mundo es: ¿MORENA podrá jugar ese papel respecto a la Cuarta Transformación o su diseño genético le impide desempeñar tal función?

Este partido, en menos de cuatro años de vida, ganó el poder nacional absoluto, pero esa circunstancia hace evidente y casi inmanejable la gran heterogeneidad de las ideologías e intereses que coexisten en su seno. Recordemos que en MORENA se disputan el poder desde grupos de la izquierda radical, hasta conspicuos neoliberales, desde campesinos e indígenas que luchan por su dignidad, hasta grandes empresarios y líderes corporativos que privilegian sus intereses de clase y de grupo.

MORENA debe tomar conciencia del papel histórico que debe jugar, encontrar un núcleo mínimo de coincidencias, para responder a las expectativas de poder de sus miembros y, a la vez, constituirse en el brazo político que la Cuarta Transformación necesita para procesar los cambios en el Congreso, en el sistema de partidos y en la disputa ideológica por el cambio. Pero también arraigarse en los pueblos, en los barrios, en las calles. ¿Podrá? De ello depende, en buena medida, el apuntalamiento político que necesita el gobierno de AMLO.