He recibido hace un par de días un mensaje de una amiga de la infancia preguntándome cuál era mi secreto para  la eterna juventud. Debido a su propio juicio y percepción aparento menos edad de la que tengo, y sutilmente me ha preguntado si mantengo  algún pacto con el diablo (no digo que no, pues cada quien tiene su propia interpretación de este  personaje). Este halagador mensaje me remontó  a la emblemática novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Grey, historia   basada en el mito de Fausto y cuya publicación fue en 1890, en una edición especial de una revista literaria llamada Lippincott¨s Monthly Magazine. Este clásico de la literatura trata de un joven que vende su alma al diablo con tal de permanecer con una apariencia  eterna de juventud y belleza. El cuadro se deformaba y envejecía tanto por el paso del tiempo como por cada acto inmoral de Dorian. Al final, le horroriza ver su propia imagen (la real) y apuñala el cuadro antes de caer muerto. Sin duda alguna una extraordinaria y escalofriante historia que en su época fue tachada de inmoral y tenebrosa.

¿Quién no ha querido mantenerse siempre joven? 

La piel es el órgano más grande  de nuestro cuerpo y sin duda alguna el reflejo de la vida que llevamos; es nuestra mejor carta de presentación en materia de cuidado personal, y es por eso que esta singular vestimenta (la biológica, la que diario usamos) deba de tener un cuidado especial.

Con los antiguos Egipcios nace el exquisito y refinado gusto por el tratado y mantenimiento de una piel sana. Se le atribuye varios métodos  del cuidado de la piel a la reina Cleopatra Vll, entre ellos, el primer antecedente de lo que hoy en día conocemos como mesoterapia, método que consistía en poner sobre su rostro carne cruda de cordero mientras esta absorbía la sangre y sus nutrientes, el poner miel sobre todo su cuerpo dejar que se secara y  posteriormente pasar un fino hilo de seda  o un cuchillo filoso daba como resultado exfoliación y depilación al mismo tiempo y una piel sumamente suave.

Por su parte, los griegos dieron rienda suelta no tan sólo a su imaginación y creatividad, sino a la resolución de nuevas técnicas de maceramiento de plantas y aceites. ¿El objetivo? Mantener una piel sana y protegida  de las inclemencias del tiempo,  diferenciarse del resto (ya que estar bronceado no era bien visto, y era solo de los esclavos y los agricultores que  realizaban las arduas jornadas de trabajo bajo el sol).

La piel es un maravilloso y sorprendente lienzo, sin cortes y con variadas texturas; ejemplo de ello es la diferencia entre la textura  de nuestras extremidades como brazos, piernas,  rodillas y codos, poseen cada uno texturas de diverso grosor, mientras  nuestros párpados y las palmas de nuestras manos mantienen una textura más delicada. Naturalmente eso justifica que cada parte de nuestro cuerpo merezca un cuidado distinto. .

El Aloe Vera, la manzanilla, las rosas, la jojoba, el karité, los aceites de almendras y de oliva fueron los ingredientes protagónicos en la antigüedad y perviven en nuestros tiempos.

Así como la elección de nuestra ropa debe ser de acuerdo a nuestra edad, y no tratar de ser juveniles cuando ya no nos queda, no hay nada más patético que no aceptar nuestra edad y el paso del tiempo. Esto tampoco es una exhortación al descuido y a que las arrugas sean protagonistas; no, se trata de lucir bien de acuerdo a nuestra edad. Se dice que somos el reflejo de lo que comemos, no sólo la nutrición  que ingerimos a diario, sino la nutrición auditiva  y visual. También de quienes nos rodeamos nos pueden nutrir de tal manera que una buena plática con amigos propositivos y proactivos resulta siempre ser muy placentera, y hasta puede regenerar  nuestras  células.

Algunos habrán creído que iba yo a dar alguna receta o recomendación de cremas; el mundo de la cosmetología hoy en día es muy abundante y con precios para todo tipo de bolsillos (no hay ningún pretexto para el descuido).

Se dice que la juventud y la belleza son prestadas. La aceptación  del paso del tiempo  no precisamente es resignación si no que cambios podemos introducir a nuestras vidas para hacerlas más fructíferas y enriquecedoras.

Aferrarnos a querer estar  siempre jóvenes es como jugar con un balón que cae a una alberca o estanque de agua (quererla atraer hacia nosotros con ayuda de algún utensilio y darnos cuenta que entre más intentamos acercarla, más la alejamos. Quien esté familiarizado con la mitología sabe que estoy hablando del mito de Tántalo. Los diseñadores enviamos guiños culturales así, casual.

Lo que sí podemos hacer es decirle a un amigo artista que nos plasme en una pintura que esta sea testigo de  nuestro mejor momento o tomarnos una foto cuya imagen salga a relucir la mejor versión de nosotros mismos, recordando que la única comparación válida es de como fuimos, cómo y quienes somos ahora y por supuesto acudir a profesionales que nos indiquen cuales son los mejores tratamientos para el cuidado de nuestra piel tomando en cuenta que lucir una piel sana es parte importante de nuestra imagen.

Día a día  como diseñador de modas me ocupa el resolverles problemas estéticos y funcionales a mis clientes ayudar y contribuir a la estima propia, desarrollar este tipo de lenguaje no verbal a través del diseño el lenguaje verbal  como en una entrevista o el lenguaje  escrito a través de mis columnas y poder transmitir algo útil a los demás; esa es mi misión, adquirir más conciencia de cómo  vivir tu propia vida y no a través de los demás  (nada más enfermizo no responsabilizarte de tu propia vida y  estar pendiente de la ajena o no superar las adversidades de la vida).

Quizá haya más secretos que descubrir y otros habrá que seguir manteniéndolos celosamente guardados.

Enrique Solano Diseñador de modas