A Ingrid Escamilla la apuñalaron, le arrancaron la piel desde la cara a las rodillas, tiraron al drenaje sus órganos, y filtraron a la prensa fotos de su cuerpo mutilado, cuando hace apenas unos días el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, proponía eliminar el feminicidio del código penal.
El caso de Ingrid conmocionó a México, pero la respuesta de muchos hombres lejos de mostrar empatía, se volcó en la burla y denigración de su cuerpo desollado, haciendo viral su foto en redes sociales, inclusive convirtiéndola en un “meme” asemejando a un cabrito asado.
Las mujeres de nuestro país no solo están indefensas ante un sistema judicial que ha hecho caso omiso a sus gritos de ayuda, sino que la violencia de género se reproduce en cada aspecto de nuestro sistema político, económico y social.
Pero lo que resulta aún peor, es que, cuando las mujeres se atreven a protestar para salvaguardar su derecho más elemental, el derecho a la vida, la horda de hombres reaccionarios responde con burlas, con indignación y hasta con violencia.
Cuando las acusaciones de abuso y acoso sexual dentro de la Universidad Autónoma de Nuevo León fueron insostenibles, un colectivo de mujeres se reunió para protestar realizando diversos “performances”.
Rápidamente, el baile feminista realizado por una de sus integrantes se convirtió en la burla nacional de miles de hombres, que satirizaron su mensaje y la volvieron en objeto de risa.
Cuando en agosto del año pasado, los casos reportados de varias menores violadas detonaron el hartazgo de las mujeres en la Ciudad de México, los medios de comunicación se encargaron de desvirtuar las protestas feministas, enfocándose casi exclusivamente en los desmanes generados por una minoría, convirtiéndolas en victimarias y alentando al rechazo de su manifestación.
De nueva cuenta, los videos de la marcha terminaron en burlas, memes e indignación que se esparcieron a través de redes sociales como pólvora, sin importar que las marchas alcanzaron su objetivo de forzar a las autoridades capitalinas a realizar mesas de diálogo para erradicar la violencia.
Cada vez que las mujeres protestan en México, muchos hombres que se sienten aludidos por sus actitudes misóginas activan un mecanismo conocido como “hahaganda”, el cual, señalan autoridades internacionales como la OTAN y la Unión Europea, es utilizado para desinformar, ridiculizar y socavar la credibilidad de actores políticos y sociales.
Este mecanismo, que tiene como sustento la falacia argumentativa conocida como “hombre de paja”, consiste en caricaturizar los argumentos de la contraparte, utilizando una retórica que permite atacar más fácilmente al oponente desvirtuando su mensaje original.
De esta manera, los datos oficiales de que en México asesinan a 10 mujeres al día, o de que dos de cada tres mujeres en nuestro país ha sufrido algún tipo de violencia, quedan difuminados en una estela de burlas y bromas que no permiten observar la gravedad del asunto.
“Feminazis”, “histéricas”, “locas”, “malcogidas”, “machorras”, y un sinfín de adjetivos son vertidos sobre estas masas de mujeres renuentes a aceptar una realidad que las está matando.
Este tipo de burlas y descalificaciones forman parte de lo que Johan Galtung, padre de la teoría de conflictos, llamó “violencia cultural”, y se reproduce con cada “retweet”, “share”, o “like” en redes sociales, fomentando prejuicios que desafortunadamente promueven la violencia directa contra este colectivo.
La violencia contra las mujeres no debería ser un asunto de risa, lamentablemente, la burla y el insulto ante la incapacidad de dialogar por parte de muchos hombres está cobrando víctimas.
Kevin Zapata Celestino
El autor es candidato a Doctor en Política Social en la Universidad de Edinburgh
Kevinzapata2012@gmail.com