A López Obrador sus más férreos opositores lo han querido convertir en el símil de Hugo Chávez y Fidel Castro desde que este contendiera por primera vez a la presidencia en 2006. Es por esto, que muchos se vieron sorprendidos cuando el renombrado diario británico “The Guardian” incluyera recientemente a AMLO en su lista de líderes populistas de derecha. 

Lo anterior despertó indignación tanto en los críticos como en los seguidores del Presidente quienes rechazaron tajantemente que el mandatario sea de derecha. Sin embargo, hay que recordar que, desde hace ya unos años, Roger Bartra denunciaba las contradicciones de la agenda de López Obrador.

La incomodidad de las palabras del célebre académico de la UNAM inclusive generó reacciones por parte de voces afines al ahora Presidente, entre ellos Gerardo Esquivel y Tatiana Clouthier, quienes en su momento enfrentaron dichas acusaciones, declarando que la izquierda no era una ideología monolítica y que en ella podían caber distintos postulados.

Pasados casi ya dos años del gobierno que encabeza AMLO, la evidencia cae por su propio peso demostrando que el plan y acción de gobierno del Presidente distan en muchos sentidos de aquellos valores que supuestamente enmarcan la lucha histórica de la izquierda.

Durante su campaña, el Presidente López Obrador no se cansó de mencionar a Franklin D. Roosevelt como su modelo a seguir, lamentablemente, cuando más se requiere de un “New Deal” para sacar adelante la economía, el gobierno mantiene una estricta política de cero endeudamiento y estímulos para impulsar la matriz productiva del país.

Lo anterior no sólo le ha valido el reconocimiento del Fondo Monetario Internacional, organismo “neoliberal” por excelencia, sino que va en contra del principio básico del keynesianismo que establece que en tiempos de crisis es necesario un mayor gasto y endeudamiento para tratar de alentar el consumo.

El Presidente no sólo se ha aferrado a mantener el superávit fiscal, sino que ha reducido de manera draconiana el tamaño del Estado a su mínima expresión; en el discurso AMLO busca emular a Roosevelt, pero la realidad es que su política de austeridad se parece más a la de Ronald Reagan o Margaret Thatcher.

La híper-austeridad que hoy defiende el Presidente como solución a los problemas de México, ha sido una estrategia que la misma izquierda a nivel mundial ha rechazado por sus efectos contraproducentes en el largo plazo; José Mújica (ex Presidente de Uruguay), Pablo Iglesias (Vicepresidente del Gobierno Español), António Costa (Primer Ministro de Portugal), entre muchos otros, han expresado públicamente que la austeridad es la peor estrategia para sacar a un país en estado de crisis.

Si bien el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, ha defendido que el gobierno si ha buscado mitigar la crisis utilizando los Fondos de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), cuando se compara lo que otros países han invertido en el rescate de sus propias economías, México aparece en el último lugar. 

Lo mismo sucede con la política social del Presidente, si bien se reconoce que este gobierno ha tratado de extender las transferencias en efectivo a la mayoría de los sectores vulnerables del país, lo ha hecho a costa de descontinuar o reducir muchos de los servicios públicos del Estado que proveían algún tipo de seguridad. Y aunque ejemplos sobran, el caso más paradigmático fue la cancelación de las estancias infantiles: a cambio de recibir transferencias monetarias, ahora los padres deben distribuirse la tarea de cuidados en el hogar, haciendo aún más difícil la conciliación familiar. En muchos casos ahora los padres deben contratar servicios privados para tal fin, lo cual haría sonreír al mismísimo Milton Friedman.

López Obrador también se ha negado a contemplar la Renta Básica Universal, a pesar de que su propio partido ha sido uno de los grandes impulsores de dicha propuesta, promoviéndola durante la redacción de la nueva constitución de la Ciudad de México, o durante la pasada legislatura en la Cámara de Diputados. 

Por el contrario, sus programas sociales enfocados en activar a las personas para hacerlas corresponsables de su propio desarrollo, entre ellos “Sembrando Vida” o el “Programa de Caminos Rurales”, tienen más en común con el extinto “Programa Nacional de Solidaridad” del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari. 

Igual de sorprendente, resulta el rechazo de Morena a la propuesta de Porfirio Muñoz Ledo de incorporar en la Constitución el establecimiento de un Estado de Bienestar, aún y cuando dicho concepto, para teóricos de la talla de Thomas Marshall, famoso sociólogo de la Universidad de Cambridge, es clave para extender los derechos sociales de la población en contextos democráticos. 

Y aunque se reconoce que el gobierno de AMLO ha hecho un esfuerzo nunca antes visto para cobrar impuestos a los grandes contribuyentes, que durante años se beneficiaron inmoralmente con inexplicables amnistías fiscales, también ha “bateado” las insinuaciones de algunos de sus correligionarios sobre una posible reforma fiscal de corte progresista, aun y cuando su propia agenda social demanda con urgencia mayores recursos presupuestarios.

Si bien su gobierno ha demostrado ciertos destellos progresistas como han sido el aumento de los montos de las transferencias sociales, el incremento del salario mínimo, o la propuesta para eliminar la subcontratación, desafortunadamente también muestra un talante ultra conservador al descalificar a los movimientos feministas, desdeñar las alternativas ecológicas, buscar bases de apoyo en grupos religiosos, y pedir fe ciega a sus seguidores a pesar de que su partido se autodenomina “un movimiento de libre pensadores”.

La última decisión de inundar las zonas más pobres de Tabasco para salvaguardar la capital del estado, aunque entendible, refleja que la racionalidad del Presidente no es tan diferente al utilitarismo de los gobernantes “neoliberales” que le precedieron. 

La agenda de López Obrador se aleja cada vez más de los valores de la izquierda moderna, que hoy se aglutina en la “Internacional Progresista” y que tiene como mayores exponentes a Yanis Varoufakis (ex Ministro de Finanzas de Gracia), Bernie Sanders (Senador de los Estados Unidos), Fernando Haddad (Ex Ministro de Educación en Brasil) o Ada Colau (Alcaldesa de Barcelona). Desafortunadamente, la acción de este gobierno es en muchos sentidos una contradicción ideológica.

El mantra tan usado por Presidente es el de “no traicionar”, habría que preguntarse si con sus acciones AMLO no está traicionando a la izquierda

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El autor es Candidato a Doctor en Política Social por la Universidad de Edimburgo.

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