La desaparición del “Chino Ántrax” del domicilio donde cumplía su arresto, en San Diego, California, es una realidad; su muerte es hasta ahora una presunción.

Suena extraño que José Rodrigo Aréchiga Gamboa, “El Chino Ántrax", un hombre considerado peligroso, haya desaparecido por arte de magia, a pesar del brazalete electrónico que se supone que por ley instalan a este tipo de sentenciados en California.

Si Pablo Lyle, el actor mexicano detenido en Miami por una muerte imprudencial, porta en uno de sus tobillos un brazalete para ser localizado las 24 horas, habría que preguntarse lo que ocurrió con el dispositivo del “Chino Ántrax” y por qué las autoridades federales de San Diego callan ante el cuestionamiento.

“El Chino Ántrax” tenía un límite de 500 metros para desplazarse en su domicilio, y al rebasarlos automáticamente la alarma debió encenderse. Ese tipo de dispositivos al momento de querer ser violados también alerta a los custodios.

Cuando en el 2014 “El Chino Ántrax” fue extraditado de los Países Bajos al imperio gringo, la Fiscal Federal Laura Duffy, declaró que era “uno de los capos del cártel de Sinaloa de más alto rango jamás procesado en los Estados Unidos". Es decir, no era cualquier reo como para promover la versión de que simplemente no lo encontraron en el domicilio donde cumplía el arresto.

Tampoco era o es cualquier capo; está registrada su presencia en las mejores pasarelas del mundo y en los espectáculos de mayor relevancia. Incluso, logró pisar los terrenos del Jet set donde, se comenta, ligó una relación sentimental con Paris Hilton, solo porque subió a sus redes una foto con ella.

Llama la atención que el gobierno de los Estados Unidos haya guardado silencio y que, a una semana de la “fuga”, el hombre haya aparecido presuntamente muerto en Culiacán.

Hay muchas preguntas. ¿Realmente se fugó, lo entregaron o alguien fue por él? ¿Cómo es que pudo burlar un dispositivo electrónico (si lo tenía) que avisa cuando el reo rebasa los 500 metros establecidos para su movilidad? ¿Por qué un hombre en fuga, de mundo y vida cara, tenía que irse a Culiacán, es decir, a un terreno minado? ¿Acaso se sentía ahí más protegido pese a sus múltiples enemigos, y a pesar que este tipo de lógica es de lo más predecible en el mundo policiaco y del hampa?

¿Se trata realmente del “Chino Ántrax”? La pregunta vale porque hasta ahora no hay una identificación oficial del cadáver, solo versiones contradictorias y rumores. Pero de ser cierto que se trata de él la pregunta es: ¿Se escapó de un sistema penitenciario como el de los Estados Unidos, aparentemente seguro, solo para que a los días lo mataran precisamente en Culiacán? La Peligrosa ciudad en la que en un tiempo fue líder pleno. A propósito, los vacíos y las ausencias se llenan. ¿Acaso pretendió refugiarse en un liderazgo que ya no tenía y eso pudo haber sido su final? Sin duda, lo anterior también forma parte de la especulación.

Aréchiga Gamboa tiene el antecedente de una operación facial y la pretensión de un cambio en sus huellas dactilares. De aquí se desprende otro cuestionamiento: ¿El cuerpo hallado es de otra persona y el objetivo es hacerlo pasar como el del Chino, quien gozaría ahora de una nueva personalidad física e identidad oficial?

En fin, sigue habiendo muchas dudas y las mismas no solo se centran en el desenlace de la historia, sino principalmente en el origen inmediato de la misma: La increíble fuga del “Chino Ántrax” del electrónico sistema penitenciario de los Estados Unidos.

También los gringos siguen guardando silencio.