Si el mandatario López Obrador y Mario Delgado no ponen mano dura en el partido guinda, los intereses mezquinos seguirán minando en la toma de decisiones dentro de la institución política de Morena. Pasó en Guerrero donde al final se dividió la contienda en medio de acusaciones, pero también, en el curso de una guerra sucia emprendida en contra de Félix Salgado Macedonio. Eso causó confusión y tensó el asunto que pudo haberse resuelto con antelación a través de la civilidad y el respeto a los mecanismos de selección del candidato.
Sin embargo, en medio del clima álgido prevaleció la tolvanera que levantó un grupo de actores políticos que metió mano e incidió en el golpe que frenó la aspiración del perfil favorito para ganar. Así, encendió la alarma en la dirigencia Nacional que tuvo que actuar rápido y repetir el sondeo para dejar clara la inclinación mediante de las tensiones.
Lo mismo pasó en Michoacán.
Un grupo de políticos que se autodenominan actores con civilidad, acechó a Mario Delgado en la Ciudad de México para exigirle frenara y diera revés al nombramiento inminente. Durante ese mismo día, hubo consignas en tonos agresivos que mostró que los miembros que increparon al dirigente Nacional, eran grupos de choque.
Eso fue terrible. Habla muy mal de la clase política sin generalizar. Unos cuantos.
Aunque ese episodio fue desastroso, los reflectores de la intriga que frenó el anuncio evidente del candidato de Morena en Michoacán, trascendió que fue el ex gobernador, Lázaro Cárdenas Batel: un personaje que pasó sin pena ni gloria por la geografía Purépecha sin haber forjado una carrera exitosa como político, disfrutó el legado automático del apellido histórico de consanguinidad, incluso, de una forma en la que se apreció el fracaso institucional de un gobierno que endeudó a gran escala al territorio, falló con la apuesta de los modelos de alfabetización, y abrió la puerta a la constructora brasileña Odebrecht la edificación de la presa Francisco J. Múgica: un monumento sobrevalorado y sobrecostos que desnudó graves cifras irregulares en medio de contratos clientelares.
Ahora, despacha desde la Ciudad de México como responsable de la oficina de asesoría al presidente Obrador. Vaya, pese su inocultable gestión que se reconoció como fracaso, sigue empecinado en mantener una injerencia directa en la toma de decisiones en Michoacán.
Justamente ayer mismo su nombre circuló en varios medios de comunicación, donde fundamentaban que, desde la ciudad de México, pretende adueñarse del proceso interno de Morena. Curiosamente lo hizo bajo una operación minuciosa pero al final antidemocrático que pretendió pisotear los estatutos de Morena y sobretodo el mecanismo plural de la toma de decisiones que está en manos de militantes y simpatizantes.
Esto es un llamado enérgico para Mario Delgado. Apenas hace poco, vivió la experiencia de Guerrero. Entonces, no ha sido el caso único; el compromiso de la dirigencia de Morena es proyectar los resultados que emitió el pueblo de México, y dejar de lado la presión externa de personajes que, desde hace mucho, no tienen injerencia en Michoacán, y más, en el momento que se autonombran referentes del estado como el caso de Lázaro Cárdenas Batel que está asumiendo una intromisión a partir de la esfera del poder público que, además, el presidente Obrador ha sido claro en contra de las campañas de favoritismo y nepotismo cuando se trata de las decisiones de las mayorías de la población.
La relación que sigue arraigada con el Cardenismo en Michoacán, tiene un lugar privilegiado en la historia, sin embargo, para alcanzar objetivos políticos, no puede un funcionario del gobierno federal aprovecharse de esa coyuntura para proponer o imponer perfiles.
A Mario Delgado quizá le faltó más habilidad. No puede verse la democracia amenazada por los intereses mezquinos; esta es una oportunidad histórica para conquistar más territorio y pulverizar a una derecha reaccionaria en las urnas que desvirtuó al país con el lastre de la corrupción.
No puede haber despojo de la voluntad de las mayorías en Michoacán. Se tiene que respetar la institucionalidad del desarrollo que se estableció a través de una encuesta. Lo demás, es politiquería orquestada para manipular un proceso que, con antelación, anunció a un solo ganador que es inocultable porque la tendencia es abrumadora.