Era la cría más fea de toda la camada y para colmo, hembra. Su pelaje era casi transparente, con manchas en tonos del gris al negro en varias partes de su débil gaticidad.

El resto de los cuatro gatitos recién nacidos eran machos y tan hermosos, que parecían clones de Los Aristogatos, lo cual facilitaba la tarea de encontrar un hogar dispuesto a adoptarlos.

“Ni modo -pensé resignada- me voy a tener que quedar con ella. Nadie la va a querer. Qué lata”. 

Decidí llamarla “Blue”, porque descubrí que ni Sinatra tuvo ojos tan azules y luminosos, pero esa segunda mirada a la poco agraciada gatita para poder ponerle un nombre, me obligó a apreciar detalles que al principio pasaron desapercibidos, pero que se convirtieron en lecciones de vida para toda la familia.

Y es que a pesar de ser la más débil de los cinco mininos, Blue se las ingeniaba para motivar a sus hermanos y hacerse notar por la madre al tiempo que se aferraba con enjundia a la mama de su progenitora, como si entendiera que debía ser fuerte si quería sobrevivir.

De alguna manera, el instinto de supervivencia hizo que Blue comprendiera que los regalos que la Madre Naturaleza dio en abundancia a sus hermanos -belleza, salud, amor, masculinidad- a ella la obligarían a desarrollar otras habilidades para compensar la aparente falta de equidad del Universo.

Pensé en las mujeres de mi familia y del mundo y en la inequidad que viene con el género. Ya desde ahí, la naturaleza nos obliga a encontrar la fuerza en sitios insospechados ¿quién pudiera decir que la ternura es más fuerte que la fuerza bruta? ¿A quién se le ocurriría pensar que una lágrima grita más que una protesta en el Ángel de la Independencia?

Blue, una gatita débil y poco agraciada me enseñó a pensar otros modos de asumir una aparente desventaja cuando la observaba luchar diariamente por sobrevivir en más de un sentido sólo por que sí, por instinto y tal vez porque la efectividad de sus estrategias no dependía del reconocimiento del mundo falocentrista, sino de la íntima convicción de que la Madre Naturaleza no trabaja a partir de la ortodoxia.

Por alguna razón, Blue no dejaba de luchar.

Por otro lado, amigos y familiares no pudieron resistirse a los encantos de los hermanos de Blue, y es que son pocos los humanos inmunes a la ternura que despierta un gatito de revista. Es casi un cliché.

De hecho, los últimos dos mininos fueron disputados por miembros de la familia que, seducidos por la belleza de los especímenes, parecían haber perdido la razón: “Ándale, mami ¿qué es otro gatito más? Ya tenemos dos. Blue no cuenta” así de plano u otros aparentemente más cuerdos que olvidaban que un animalito no es un juguete “hermana, tu sobrina quiere el gatito negro que se parece a Salem, ya ves que es fan de Sabrina”. Sobra decir que en ambos casos, la respuesta fue un rotundo NO.

Ya hace dos años de esto. Hoy Blue es una gata enorme y muy sana, consentida por humanos y animales que decidió considerar como parte de su propia camada.

Cada animalito que aquí adoptamos y cuidamos, pasa por los cuidados de esta gata que con sus ronroneos parece invocar las vibraciones necesarias para curar casi todo tipo de dolencia.

No hay dolor de panza, cabeza o corazón que Blue no sienta como propio y trate de aliviar echándose sobre el enfermo y ronroneando hasta que la mejoría sea visible y el mal se haya esfumado. Ver para creer.

Tal vez, este ritual lo descubrió precisamente cuando nació. Quién sabe. 

En la aparente desventaja de su apariencia y la fragilidad de su propia salud, Blue encontró la forma de desarrollar y aplicar otros dones acaso más valiosos que los regalados a sus hermosos hermanos por la siempre sabia Madre Naturaleza.

¿Usted qué opina, estimado lector?

Mi blog https://chocolatedemetate.wordpress.com/2018/02/04/lecciones-de-blue/