Interpretar los hechos sociales, históricos, no sólo a partir de sus causas, sino por sus procesos de mutación, por sus desenlaces contradictorios, por sus tensiones internas y externas es una tarea que va más allá del análisis simplista, más allá del modelo lineal, consistente en la sucesión de hechos o en la narrativa de anécdotas sueltas, desconectadas. La tarea de mirar de manera completa y exhaustiva, es decir, fenomenológica, los acontecimientos sobre la historia de una sociedad, con sus fracturas, crisis y complejidades, no deja de ser una labor ardua para los historiadores, sociólogos, filósofos y escritores de novela de este género.

A través de ese modo de “observar” la realidad social, la “cosa” social, la vieja idea de que la “historia juzga a los hombres y a las mujeres”, se vuelve insostenible. Esa versión de las ciencias históricas se pierde en el olvido  porque tales disciplinas académicas, no son un conjunto de ideas ajenas a los seres humanos, y porque es imposible “hacer historia” como si se tratara de una narración neutral, aséptica, única, sino que es un ejercicio de comprensión, de construcción y reconstrucción, de interpretación de hechos con una posición ideológica; ejercicio dotado de rigor indagatorio.

Sirva este breve antecedente para contextualizar la lectura que hoy les recomiendo: El libro del Dr. Óscar Wingartz (1) “Nicaragua, sociedad y revolución”, editado por la Universidad Autónoma de Querétaro, el cual, de acuerdo con la Introducción, reúne “un conjunto de ensayos críticos sobre la Revolución Sandinista y la historia contemporánea de Nicaragua. Estos ensayos abarcan más de una década de reflexión, no son reflexiones improvisadas o realizadas al vapor. Todos y cada uno de los trabajos (que integran el libro) tienen su propia densidad analítica. A su vez, intentan mostrar una serie de realidades sobre la situación nicaragüense de la revolución al presente.”

Wingartz es uno de esos seres inquietos y creativos que ha dedicado parte de su vida, como filósofo de las ideas en América Latina”, al estudio de los movimientos de liberación en Nicaragua, y particularmente, al análisis exhaustivo del proceso revolucionario. (Para describirlo en modo “profesiográfico”, y quizá como en nuestro caso Friedrich Katz o Jean Meyer, a quienes se les ubica como “Mexicólogos”, a Wingartz lo encuentro convertido en “nicalósofo” o “nicaragólogo”)

El libro de Wingartz me recuerda, una vez más, que la actividad histórica y filosófica, basada en el acopio de documentos y evidencias, así como en la reflexión crítica, precisa de trabajar la contrastación, el análisis de lo macro a lo micro social; ir y venir del contexto internacional al escenario local; requiere de identificar las tensiones sociales, implícitas y manifiestas en torno al poder político; de sacar a la luz o hallar lo tangible y lo intangible. O como diría Giovanni Sartori, para el caso de los problemas de la política, que se traducen en campos específicos de conflicto y, en consecuencia, de tensión-distensión, en los cuales las adhesiones de las distintas fuerzas se relacionan de manera dinámica "merced a un variado y cambiable juego de "pesos" y "contrapesos", de presiones y contrapresiones..." (2).

A través de la tarea “de historiar” se estudian los cambios, las transformaciones sociales; los auges y quebrantos económicos; las luchas de poder y por el poder… Los procesos que permanecen y los que se resisten; los que se transforman y sufren mutaciones; también, se revisan las huellas que dejan tales hechos en los lenguajes y en las costumbres, en la cultura de una sociedad; las marcas que quedan en las rutinas y en los códigos humanos. “Historiar”, en otras palabras, es una actividad, que demanda flexibilidad de paradigmas y cambios de esquemas interpretativos, sin negar la carga ideológica; se trata de “mover el tapete” como decimos de manera informal e irreverente en la jerga universitaria; en fin, que requiere de rigor y de máxima plasticidad de ideas; pero de concertaciones mínimas con el tiempo y el espacio; y de verdaderos ejercicios de negociación intelectual no con las posiciones políticas, sino entre lo real y lo posible. Entre lo que fue y lo que es. Entre lo que decimos que sucedió y lo que realmente ocurrió. Es el espacio de lucha por la “verdad” histórica.

A veces los historiadores y filósofos, se sumergen en la laguna de las especulaciones, -tanto en la superficie como en las profundidades-, y lo hacen no porque exista una grieta metodológica o de procedimiento, sino porque simplemente no existen evidencias o elementos documentales sobre determinados procesos o rutas socio históricas; o porque no hay registros que den cuenta de los hechos asociados, y por el simple detalle de que hacen falta puentes que conecten a unos procesos sociales con otros.

Si se toma al objeto de estudio de la historiografía como “la comprensión de las transformaciones sociales”, entonces hay que ir a los movimientos, a los focos de resistencia, a los actos sociales que marcan la transición… Ir ahí donde se localizan las causas y sus efectos en un ir y venir entre la cosa estudiada y la interpretación de los “datos”; acudir al encuentro de las manifestaciones humanas, más allá de la toma de las calles, y a los procesos que marcan rupturas o quiebres; asistir y participar en el análisis del perfil de los actores que provocaron en la sociedad una nueva vertiente o un nuevo camino histórico…

También la profesión del historiador, colocado en el terreno del libre pensamiento, consiste en ejercitar el músculo de la crítica, la reflexión y la controversia, como es el caso de Oscar Wingartz, en la obra sobre la que hoy conversamos, y que ha sostenido a lo largo de su historia como profesor, escritor y ensayista. No podría imaginar una sola versión o interpretación de los hechos o los procesos sociales por parte de Óscar, elevados a la jerarquía de “históricos”, a partir de una mera descripción acrítica y anacrónica de los acontecimientos del pasado, del presente o del futuro.

Si se me permite una analogía literaria, retomo un párrafo de un texto que escribí hace algunos meses sobre la obra de Paco Ignacio Taibo II “Patria” (Planeta, 2017, tomo I), y que me remite, en ideas, al libro de Wingartz que hoy comentamos: “…presenta textos breves, flexibles, abiertos, que además de contar historias, proponen reflexiones sobre los hechos, porque invitan a seguir el relato de manera crítica; convocan a continuar las historias de forma razonada... nos propone una narrativa histórica sin acartonamientos; a partir de una perspectiva humana, de izquierda, sin pretensiones “academicistas”, y que no deja fuera la polémica que traen consigo la interpretación y la definición ideológicas.”

En esta obra el autor oscila entre el compromiso social por entender las contradicciones que se han dado durante los procesos de liberación nacionales centroamericanos, y el desencanto de la utopía revolucionaria (de ahí la “historia paradójica”). Recorre, sin embargo y con rigor, las crisis y los vaivenes de los momentos de transformación en que devino la revolución popular sandinista, y los conflictos que propiciaron determinados hechos y procesos en el pasado y en el presente de la nación hermana, Nicaragua, y que la han llevado al cuestionamiento del sueño interrumpido, aquel en que se imaginaba una nueva sociedad libre o a la creación de un nuevo ser humano. Sobre todo esto ha trabajado el autor, sin perder de vista las formaciones sociales emergentes ni la reconstrucción de las identidades nacional, latinoamericana y global.

Parafraseando a John F. Macías, quien se pregunta: “¿Cuál es el papel que asumen en las revoluciones los actores políticos y sujetos sociales?”, encontramos la siguiente aproximación: Si bien algunos proponen que “las condicionantes son de carácter estructural, otros proponen que dichas condicionantes devienen del actor, el caso de la revolución nicaragüense exhibe la necesidad de realizar una combinación de esas dos perspectivas…” (3)

Por ello cabe preguntar: ¿Cuál es el papel que juega en esta mirada, la presentación de perfiles o rasgos de los personajes más sobresalientes de la historia? ¿Cómo concebir los liderazgos, las afiliaciones, la personalidad, la generación y actuación de grupos de interés o de presión, etc., como la “contra”, en el desarrollo de los procesos históricos locales? ¿Cómo se podrían interpretar los procesos revolucionarios de un país tan cercano con México, como lo es Nicaragua, con nuestros procesos sociales de ruptura y cambio? ¿Hasta qué punto la revolución mexicana de 1910-1917 se interrumpió, o perdió su esencia popular, de reivindicaciones campesinas, que luchaba por darle un lugar digno a los olvidados, como señalara Adolfo Gilly? ¿De qué manera la revolución mexicana de Madero, Villa y Zapata se “institucionalizó” y extravió en algún punto su sentido movilizador, “desde abajo”? Son algunas de las interrogantes que me sugiere, al acercarla a nuestra realidad, la lectura del libro de Wingartz Plata.

Notas:

(1) Oscar Wingartz Plata es, desde 2007, Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM con la tesis doctoral Nicaragua, una historia tormentosa (relaciones Iglesia-Estado 1985-2000), asesorada por Rodrigo Paéz Montalbán. Es Profesor de la Facultad de Filosofía de la UAQ, e Investigador visitante del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM; centra sus estudios en los proyectos sobre “Filosofía Latinoamericana e Historia de las Ideas”, “Historia de América Latina” e “Ideología y Revolución en América Latina”.

 (2) Sartori, G. (2002) La Política. Lógica y método en las ciencias sociales. F.C.E. (p. 162-163)

(3) Macías Prada, John F. (2012) Notas sobre la revolución sandinista de Nicaragua. A propósito de las revoluciones sociales en América Latina.

https://www.researchgate.net/profile/John_Macias-Prada/publication/300485741

*Texto que será leído este sábado, 17 de febrero de 2018, durante la presentación del libro del Dr. Óscar Wingartz Plata “Nicaragua, sociedad y revolución(Una historia paradójica), edición preparada por la Universidad Autónoma de Querétaro (2016), en un acto académico que tendrá lugar en la Unidad Querétaro de la Universidad Pedagógica Nacional.

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