Los famosos desplegados de los últimos días han ofrecido más en su interpretación que en sus argumentaciones. Los que firmaron dejaron claro que querían hacerlo, aunque algunos, en el caso del primero, se llevaran entre los pies posiciones ideológicas o personales. Lo más interesante estuvo en los que no firmaron y lo hicieron público o lo evidenciaron. En primer término, la justa renuncia a participar por innecesario, por no comprometer instituciones, por irrelevante o por falta de interés. Y en segundo término, pero más llamativo, por la arrogancia o la autosuficiencia de los que colocaron como relevante su posición personal. En el primer desplegado de 650 firmas hubo una enorme movilización en el envío del texto, lo que habla de uso importante de recursos para comprometer sobre todo a intelectuales, con prevalencia de universidades y otros organismos de investigación y educativos. El pueblo no les interesaba. En el segundo desplegado, que fue respuesta al primero, en pocas horas se reunieron 28 mil firmas y el día 20 de septiembre a las diez de la noche, el número de firmas había aumentado a 34 mil según los organizadores y las firmas seguían entrando pese a la publicación del documento. Como la opinión pública lo sabe, son dos textos que resumen dos posiciones opuestas respecto al uso que se está dando en este gobierno a la libertad de expresión. Lo curioso es que en ambos textos, lo que más brilló fue precisamente esa libertad.

El chinga quedito de algunos, como el de la señora Garavito

Hay gente que se acerca y cariñosamente le dice a alguien que lo quiere y a continuación le grita que es un cabrón. Así es la carta que la señora Rosa Albina Garavito, muy favorecida en su momento por el PRD, le envió a AMLO, el pasado 20 de septiembre. Con muchos arrumacos de amistad, la exdiputada federal y exsenadora por aquel partido, le dice por qué no firmó el segundo desplegado y le enumera causas, le contamos entre nueve o diez, que le ha lanzado a la cara a AMLO en FB, sin que ninguna de ellas sea lo suficientemente explícita en la carta. Nunca entendí, por ejemplo, su crítica a la violación del laicismo cuando la Iglesia católica tiene años andando como Pedro por su casa en el país y desde la época de Carlos Salinas de Gortari tuvo reforma propia que la convirtió prácticamente en religión de estado, si vemos como los medios se refieren a esa iglesia como “La Iglesia”, cuando hay miles de denominaciones religiosas en el país. Tampoco el caso de los problemas estatales, como el de Chiapas y otros, cuando hay gobernadores, algunos en plena rebeldía, que le echan la culpa de todo al federal. En el caso de Chiapas, por ejemplo, no destaca la vieja existencia de paramilitares priistas y en los de la montaña, enemigos acérrimos en el ejército zapatista, que tienen medios propios para lanzarse en forma permanente. Del poco apoyo del gobierno actual a la lucha feminista, soslaya las permanentes agresiones de grupos en afán destructivo sin profundizar en el problema que se viene arrastrando y sin tomar en cuenta las rémoras religiosas y prácticas conservadoras que causan el machismo imperante. Pero además, que se suman y se encubren posiciones políticas que aprovechan una causa justa para golpear. Sobre el problema ambiental se hace la omisa en los contratos a transnacionales, de gobiernos pasados, que invadieron al país con sus instalaciones ¿Y la violencia generada por Calderón? ¿Y la reducción del presupuesto, sin mencionar la enorme deuda que dejaron? Esos son los que aman a un presidente; no me defiendas compadre, les diría.

Lo que está en juego es el uso de la palabra y como decirla o escribirla

La libertad de expresión se puede manifestar de muchas formas, pero es la palabra la que determina primordialmente esa libertad. Es un recurso que cancela el propio detentador, cuando hay presión, sea oficial o social. Eso suele ocurrir en los regímenes dictatoriales. Aunque no estaba escrito, en muchas décadas se estableció en el país, que de todo se podía hablar con libertad, cosa que también era ilusorio, menos del presidente, de la esposa, de la madre y en el aspecto religioso, pese al laicismo, de la Virgen de Guadalupe. Parecía una broma pero no lo era. Un alto funcionario de Bellas Artes fue despedido porque mencionó en un escrito a la esposa del presidente. En este gobierno, hay medios que se han ensañado no solo en el que ejerce el Ejecutivo, sino en su esposa y lo que es peor, en su hijo menor. Se han rechazado públicamente esas agresiones, los afectados han reclamado, pero pese a ello no ha habido censura en esos medios. Se parte de que hay una ley, una ética periodística y que a partir de ellas se debe de actuar. En la importancia del uso de la palabra, gira la obra de Jacinto Benavente Los intereses creados (Biblioteca Salvat 1970). Todo gira en la forma como dos pillos, sobre todo el que funge como criado llamado Crispín, usan la palabra en esta comedia de dos actos, del tipo Polichinela que en algo recuerda a la Comedia italiana y sus personajes. El uso de la palabra, la libertad que tienen para expresarse, es relacionado por algunos críticos con obras similares de Lope de Vega o de cuentos infantiles, a los que pudo recurrir Benavente. El caso es que para lograr su cometido y apoderarse de una fortuna, los dos personajes, el segundo un apuesto joven llamado Leandro, usan la palabra, la libertad de expresión. Pero de paso, para no dejar dudas, alteran escritos, a partir del cambio de la coma en las frases. Bendita coma, solía decir Benavente. En la respuesta que dan los del segundo desplegado a los primeros firmantes, se les recalca que hasta el momento, ninguna coma se les ha impedido poner.

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