La nota viral sobre un libro -La joven en casa de T.S. Arthur-, entregado a una biblioteca de Attleboro Massachusetts 80 años después de haber sido prestado, se exhibe como un caso curioso. Pero en realidad puede ser utilizado como una estrategia para revivir las teorías del autor que encajaría bien con las posturas ultraderechistas del presidente Donald Trump.
Arthur era un autor de los llamados “temperantes” por algunas religiones evangélicas, que se oponen a los placeres comunes utilizando como pretexto la salud. Uno de ellos era su repudio enfermizo al alcohol al que dedicó varios de sus libros Aferrándose al monstruo y Diez noches en la habitación de un bar y lo que vi ahí (1854), entre ellos.
Repudio en el que no entraban términos medios ni el consumo masivo de vino en multitud de países como una consumición saludable -aprobada en términos médicos actualmente por la propia Organización Mundial de la Salud-, ni los recuerdos bíblicos de aquellas bodas de Caná de Galilea o Cannán, en las que se dio a los invitados el mejor de los vinos hechos nada menos que por Jesucristo a petición de su madre, la virgen María.
De ahí a la prohibición del placer sexual que la iglesia católica delimita a la procreación dentro del matrimonio convencional, entre otros que son alicientes del ser humano, hay un breve paso. La prohibición en esencia. Viene eso en relación con lo que hay detrás de las decisiones tomadas por el gobierno de las CDMX -y que encajarían con las federales-, en el decreto de Miguel Ángel Mancera del pasado 26 de septiembre, para crear la Comisión para la Reconstrucción,
Recuperación y Transformación de la Ciudad de México, en una CDMX cada vez más resiliente después de los sismos del 7 y 19 de septiembre.
La forma como está planteada esa reconstrucción con el nombramiento de una comisión de vigilancia afín al propio gobierno, tiene en el fondo el intento de poner freno a una indignación masiva y evitar que los ánimos se desborden vistas las muchas irregularidades, ilegalidades y abusos que los temblores han descubierto.
En pocas palabras, tratar de dar atole con el dedo para calmar el coraje, implantar la resiliencia, superar las situaciones traumáticas y volver “a la normalidad”, de una ciudad poblada de incoherencias.
El decreto soslaya la gran participación masiva popular que se dio, con efectos solidarios fuera de lo común y el rechazo tajante a las formas de gobierno tanto local como federal.
Con una decisión formalista se trata de exacerbar esa resiliencia y seguir adelante con los planes cotidianos que han hecho de esta ciudad, un entorno de construcciones abusivas, de saqueos, de uso mediático para obtener otras tajadas de poder y seguir en lo mismo.
En un documento publicado por el académico y filósofo Carlos Moncada Gil, que circula en las redes, El Decreto de Mancera Estrategia de Resiliencia contra la Solidaridad (Septiembre 2017) se analiza bien la finalidad del gobierno capitalino -y que se expresa en otros estados con gobiernos locales y el federal-, de aplicar ese mecanismo para regresar a la normalidad, “donde no existen desigualdades, violencia, ni exclusiones. Maravilloso”.
El académico sostiene que de los dos vectores que describen al liberalismo, la seguridad y la libertad, la gente suele buscar la seguridad y renunciar a la libertad.
Esa caricatura, sostiene, describe bien la intencionalidad del decreto que se dedica a atender particularmente el fenómeno sísmico y los efectos graves sobre la estructura productiva, infraestructura vial y de servicios “que alteran las condiciones ordinarias de vida y ponen en riesgo la estructura social, la paz pública y el orden social”.
En pocas palabras, dar seguridad para evitar las protestas masivas y la alteración social. Las ofertas de Mancera que son mediocres además- tres mil, pesos para renta en una ciudad en la que un departamento chico duplica esa cantidad-, son meros paliativos que le hacen el juego a su invocación de la resiliencia.
Este, dice el filósofo, es un término ingenieril y psicológico con el que se quiere abordar la realidad.
Una forma de enfrentarse a los infortunios y sobreponerse a ellos. “La pasividad impuesta es notoria, el agente de Reconstrucción son las 27 agencias del gobierno apuntadas en la comisión y el paciente es la población damnificada”.
Frente a los riesgos que enfrenta esa población agredida y vulnerable, y las advertencias que se están haciendo a muchos niveles sobre el uso de capitales, la presencia nefasta de las constructoras y la integración única del empresariado sin tomar en cuenta a la población, el académico Moncada Gil tiene una respuesta, de que pese a ello la población defenderá su lucha por la libertad.
Porque, dice, “la solidaridad social se abre paso e intuye las líneas de una futura y verdadera transformación”.