Estuve un una plática donde una persona contaba que su profesión de médico le exigía estar lo mejor posible, física  y emocionalmente, ya que era la única manera de poder ayudar a sus pacientes. Le preguntaron que cómo le hacía para lograr esto.

Él contestó que como médico estaba expuesto a muchas situaciones humanas, enfermedades y dolor. Que él como ser humano no podía apartarse totalmente de esas situaciones, ya que los médicos también sienten de alguna manera las situaciones de sus pacientes. Sin embargo, al llegar cada día a su casa, pensando en lo que podría resolver y en lo que no, en lo que tenía que decir, en lo que tenía que hacer, realmente, lo único que podía hacer, era levantarse al día siguiente, vestirse de blanco, e ir de nuevo a retomar la vida. No cargando situaciones de ayer, emociones,  ni pensamientos negativos, sino llegar limpio como esa ropa blanca que se ponía, listo para afrontar lo que trajera el día, con una sonrisa y una palabra de esperanza para cada persona que llegara a él. Mencionó en aquella ocasión que una vez tuvo un día muy  difícil, que lo deprimió demasiado, y que lo que lo rescató de esa tristeza fue leer un poema, que le hizo saber uno de los secretos más importantes para poder continuar la vida, que era caminar ligero.

Les comparto el poema:

Romero, sólo, de León Felipe

?Ser en la vida romero,

romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.

Ser en la vida romero,

sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.

Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,

pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,

ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos

para que nunca recemos

como el sacristán los rezos,

ni como el cómico viejo

digamos los versos.

La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,

decía el príncipe Hamlet, viendo

cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo un sepulturero.

No sabiendo los oficios los haremos con respeto.

Para enterrar a los muertos

como debemos

cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.

Un día todos sabemos

hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo

la hizo Sancho el escudero

y el villano Pedro Crespo.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.

Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,

ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento

y bajo todos los cielos,

poetas, nunca cantemos

la vida de un mismo pueblo

ni la flor de un solo huerto.

Que sean todos los pueblos

y todos los huertos nuestros?.

¡Buen fin de semana!