El domingo recibimos la noticia de la muerte del escritor René Avilés Fabila, uno de los miembros fundadores de la llamada literatura de “la onda”.
René fue discípulo de Juan José Arreola y nos dejó libros representativos de su época, como Tantadel y el Gran Solitario de Palacio, donde nos presentó su versión del Movimiento Estudiantil del 68 y la noche de Tlatelolco.
La ironía, el sarcasmo y el sentido del humor fueron características del autor, un rebelde permanente que enfrentó a las mafias que manejaban al mundo cultural de México.
Pero, ¿qué fue la literatura de “la onda”?
Fue un movimiento literario, bautizado de manera despectiva, como “la onda” por la escritora Margo Glantz, y se llamó así porque pretendía romper con la literatura tradicional a través del lenguaje, reflejando la manera en que los jóvenes de la segunda mitad de la década de los sesenta se expresaban y la palabra “onda” significaba casi todo, en ese tiempo.
¿Qué onda traes?, ¡qué buena onda!, ¡qué mala onda!
Algo así como el “buey” que usan los chavos en estos tiempos.
El boom se produjo porque ese nuevo lenguaje era similar a la manera en que hablaban los jóvenes.
Los temas centrales eran: el desacuerdo de los estudiantes con el régimen autoritario del gobierno del PRI; el amor contra la violencia, que se manifestaba en esos días en la guerra de Vietnam y la literatura servía como conducto para tocar los temas de los que no se podía hablar por la censura prevaleciente.
Al lenguaje de “la onda”, que tenía como protagonistas a jóvenes urbanos, se integró el ritmo de la música pop, la ironía, el humor, los albures, el dialecto de los delincuentes, la moda y la forma de hablar de la frontera.
Los principales argumentos de los libros que surgieron, giraban alrededor de la vida desenfadada, del rock and roll, de las drogas, y tuvo un gran éxito entre los grupos marginados de la sociedad urbana de la capital por criticar con fuerza a los ricos de la época.
Los jóvenes empezaron a leer libros que hablaban como ellos y a venerar a los representantes de la nueva corriente, como José Agustín, que en uno de sus libros publicó un cuento llamado ¿Cuál es la onda?; Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña y el recientemente fallecido, René Avilés Fabila, que unas semanas antes me hizo el honor de presentar mi novela “La dueña de las mareas”.
La cultura de “la onda” representó una válvula de escape ante eventos coyunturales y dolorosos, como la masacre de Tlatelolco, el episodio de “los halcones” y en general, la represión de un régimen priista, al que el Nobel Mario Vargas Llosa bautizara como “La dictadura perfecta”.
En esos tiempos, como ahora, los jóvenes estaban en desacuerdo con la forma de vestir, de hablar, de escribir y de vivir de los adultos.
Estaban, como ahora, en contra de un gobierno autoritario y corrupto, y encontraron en la literatura una respuesta a sus inquietudes.
¡Adiós, René Avilés Fabila!
Las cosas han cambiado tanto, que todo sigue igual y parece que nos urge una nueva onda de escritores