Pablo Neruda y su machismo

Ciertamente, Pablo Neruda no escribió pensando que era machista. 

De hecho, de los versos más románticos que me han leído en la vida (desgarrándome el alma), vienen de su pluma. No importa si era aquel amor marinero que tiene un apego en cada puerto, tampoco cuando escribía los versos más tristes de aquella noche “aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”. Nunca, jamás, ninguno, los pensé desde una cuestión de género. 

Sencillamente, son palabras que acarician o acribillan con sentimiento la razón cuando ésta se ha perdido. Y es que, como dijo Rabindranath Tagore, “la poesía es el eco del universo infinito en el corazón del hombre”.

Así, cuando alguien declamó “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos…”, me enamoré del cantor que se apropiaba de las palabras de Neruda.

 

Vargas Llosa y las Nuevas inquisiciones

El artículo de Vargas Llosa, publicado el pasado 17 de marzo en El País, defendiendo la literatura y gimiendo porque un ala extrema del feminismo la deje en paz, cayó como un balde de palabras soeces en algunos de mis autores más caros. El peruano/español se queja de la nueva hoguera; aquella que atisba en los clásicos una visión machista. 

Cada época se erige a sí misma como juez de tiempos remotos. A veces con razón y otras con un celo rayando en lo fanático para ejercer “su” verdad. Nada más equivocado que juzgar el pasado a partir de los convencionalismos del presente. 

Ahora, en este momento en que el feminismo está teniendo nuevas alas (algunas con razón, otras sin ellas), surge un dedo flamígero para señalar cuáles son las obras que “podemos” leer y cuáles no. Una idiotez; de hecho, dos.

La primera: nos estamos volviendo intolerantes a la tolerancia. Sólo pedimos que la opinión pública sea tolerante a lo que nosotros mismos pensamos, pero no que sea a lo contrario. ¿Ejemplos? Si uno es de izquierda, para el contrario se es populista; si uno es de derecha, el contrario dirá que se es fascista. Ni lo uno, ni lo otro. Existen, en ambas ideologías, populistas y fachas. Pero decidir de manera extrema y adjudicar adjetivos de ese tipo, de ningún modo es válido ni correcto.

La segunda: atacar a autores, modistas, famosos, reconocidos, para solucionar un problema del presente. Nada más equivocado. Debemos, en cambio, educar (y auto educarnos en) la diferencia entre buena literatura y las ideas de esa persona. Y no solo en la literatura; lo tenemos en la arquitectura, moda, automovilismo y un largo etc.

En literatura, Günther Grass que, siendo premio Nobel, aceptó que había pertenecido al ejército nazi. ¿Eso le quita su grandiosidad literaria? No; si bien tampoco impide que se condene su pasado político-militar.

El sublime Jorge Luis Borges; nadie osa a atacar su obra. Genio de los genios; políglota, inventor de obras imposibles y de bibliotecas maravillosas. Todo lo anterior, no le quita que al señor le agradaba Videla (razón por la cual nunca le dieron el Nobel de literatura). Sus faltas políticas no manchan su fecunda obra, igual que sus grandes historias no borran su ideología atarantada.

En la filosofía, Martin Heidegger, que, si bien fue el filósofo de los nazis, nadie le quita lo maravilloso de su pensar en “¿Qué significa pensar?” Y sus mismas contradicciones, al ser amante de una judía fabulosa como fue la gran filósofa (ciertamente mejor que él), Hannah Arendt. 

O un Oscar Wilde que, por ser homosexual, en su momento fue hecho preso y su obra pasó a segundo plano. Afortunadamente, hoy ser homosexual no merece cárcel (al menos en nuestro país) y podemos disfrutar y gozar al ácido genio de la lengua inglesa…

Vamos por un Hugo Boss. Sigue considerándose uno de los mejores modistos de todos los tiempos, iniciando con el diseño de los uniformes nazis. O Coco Channel, que decidió transitar la II Guerra Mundial hospedada en el Ritz de París. ¿Alguien la juzga? Todo lo contrario, copiamos sus hermosas chaquetas.

De todos ellos y cientos y cientos de miles más, ¿olvidamos su pasado? ¿Su historia? No; nos quedamos con lo que seguimos aprendiendo y gozando de su obra.

 

Vargas Llosa: ¿tiene razón? 

Habiendo referido lo anterior, creo que, si bien no es imposible que la literatura pudiera desaparecer —como dice el propio escritor—, sí resulta sumamente poco probable. 

Si bien, en general Vargas Llosa tiene razón, considero que su panegírico en defensa de la literatura resulta exagerado frente al ataque de las feministas a las que se refiere (no veo a los ministerios de Educación y Cultura de España, aun con Rajoy a la cabeza, vayan a proceder en ese sentido). Así, afortunadamente, dicha salvaguardia resulta por demás innecesaria.

Y es que, finalmente, estas y muchas otras intolerancias que vivimos son solo productos idiotas y desbordados de las democracias que —aunque maltrechas— gozamos. Visto de esa forma, la censura literaria es una estupidez absoluta y lo mejor que se puede hacer con gente como Laura Freixas es ignorarla; su crítica no merece volverse tema de debate editorial.

Más aún, como diría el propio Vargas Llosa con respecto a Popper: “se debe ser optimista y recordarlo a diario, pues la humanidad no ha estado nunca mejor de ahora”. 

Ni las feministas a ultranza, ni sus reaccionarios, ultras y falócratas seguidores, lograrán mandar a la hoguera aquellos libros que no nos gustan. No podrán hacerlo porque, esa historia “acogedora como un viejo camino, donde te pueblan ecos y voces nostálgicas” no desaparecerá para dejarnos sin “los pájaros que dormían en tu alma”.