En el béisbol se toman innumerables decisiones en cuestión de instantes: quién batea de emergente, cuál es el relevista adecuado, mando o no a robar. Y, sin duda, la más difícil, la más controvertida de todas es la de cambiar a un lanzador en el momento preciso.
Tomado del periódico Granma
Todo parece indicar que la estrategia de contención del contagio y la forma de medirlo están resultando bastante menos eficaces de lo esperado.
El presidente López Obrador ha confiado en el equipo de expertos, médicos y demás para gestionar la respuesta institucional al coronavirus. Esperábamos un mayo complicado que no lo fue tanto, sin embargo junio pinta a convertirse en un verdadero desastre. Este es un asunto dinámico y las premisas sobre las cuales se diseñaron las respuestas iniciales quizá han cambiado y ha llegado la hora de actuar, ante la evidencia, con nuevas respuestas que implican, desde luego, medidas severas de confinamiento, de apoyo económico a los desprotegidos y de comunicación a la población para que se tome conciencia de la realidad.
Me parece que las medidas “voluntarias” de confinamiento y la falta de acciones disciplinarias ante comercios, industrias, comunidades populares, transportes públicos y demás, no han dado los resultados esperados y corremos el riesgo que el contagio y las muertes crezcan exponencialmente si no se hace algo drástico.
La única medida efectiva conocida y probada al día de hoy es el aislamiento. En México se intentó hacerlo voluntario y donde se pudo, se ejerció la autoridad gubernamental sin una acción coercitiva contundente. Se confió en la responsabilidad ciudadana y los números nos indican que ha fallado y que el presidente AMLO ha sido un optimista en su peor definición: un pesimista mal informado.
Quedan dos caminos:
a) Seguir la estrategia actual, abrir la economía y esperar que el ritmo de contagio baje (no se me ocurre cómo), sabiendo que si los números se agravan, nos van a confinar en el mundo prohibiendo que la gente venga a nuestro país, cerrando fronteras para personas y bienes hasta que logremos controlar la situación. Esto nos costará más de lo esperado en 2020 y según el MIT podríamos llegar a cientos de miles de contagiados y decenas de miles de muertes. Nadie quiere que esto suceda. Un México en un proceso de contagio sin freno, costará entre 10 y 20% del PIB.
b) Reconocer la magnitud del riesgo, informarlo con toda claridad e imponer medidas de confinamiento y cierre hasta lograr romper el ciclo de contagio y controlar primero el asunto de salud y luego poner a funcionar la economía. En ese orden.
Esto implica una parálisis de 12 a 16 semanas. El riesgo verdadero es la población vulnerable que vive al día de la economía informal que sin la formal, salvo los empleados domésticos y el campo, no tienen forma de subsistir. El riesgo de alboroto social y violencia callejera es alto y bastante probable. Se necesitan medidas urgentes que atiendan la emergencia.
En un ejercicio simplista, hagamos cuentas de cocinera: 50 millones de personas pobres que necesitarían 250 dólares al mes por cuatro meses (1000 dólares por todo el cuatrimestre), costarían 50 mil millones de dólares, es decir, 4% del PIB. La caída este año será entre 8 y 10% pero con el control del asunto médico, la dedicación de toda la potencia manufacturera, consumo interno y la oportunidad de inversión ante el movimiento de las cadenas de abastecimiento norteamericano fuera de China, serán el motor que sacarán al país adelante.
¿Cómo financiamos esto? Emitiendo bonos que el Banco de México compraría. Tal y como le están haciendo todos en el mundo.
Los buenos beisbolistas saben qué hay momentos en que el pitcher manda puras jugadas fallidas (pura moña) y que lo que procede es darle callo (echarlo fuera). El abridor López-Gatell ya dio lo que tenía que dar. Es la hora de los relevistas. AMLO, si quiere terminar ganando el juego, debe voltear a ver quiénes están disponibles en el bullpen de la epidemiología o la infectología mexicana.