En enero de 2012, en el contexto electoral previo a las elecciones presidenciales que se llevaron a cabo en julio del mismo año, escribí el artículo “La botica del mercado”[1] donde comparé a México con un enfermo que debe escoger el tipo de medicamento que curará sus dolencias y a cada uno de los candidatos, con el tipo de remedio que podría curar, aliviar o de plano aniquilar al paciente.
Hoy, el paciente (México) ha escogido la mejor medicina, pero tras padecer 6 años de agonía, necesita además varias operaciones de manera urgente. Sin embargo, aunque la elección del medicamento fue buena, a veces da la impresión de que no se tiene el equipo médico necesario para realizar la intervención quirúrgica necesaria con la precisión milimétrica que requiere un tipo de proeza científica a la altura de las circunstancias.
Y es que en lugar de bisturí, el equipo pretende utilizar serruchos y machetes para extirpar tumores cancerígenos que crecieron sin control a la vista de médicos, enfermeras y familiares del enfermo.
La situación es muy grave, sobre todo porque la penicilina (AMLO) administrada este 2018, parecía combatir un tipo de corruptitis necrosante, pero pasar por alto otras células tan cancerígenas como las otras, haciendo un tipo de combate selectivo que resta eficacia al tratamiento del paciente.
También se ha estado pasando por alto que para que la medicación surja efecto y el paciente se cure completamente, la penicilina debe considerar como aliados a los anticuerpos que el veneno anterior ya había creado en el sistema del enfermo, como el Instituto para la Evaluación Educativa, las organizaciones de la sociedad civil que han puesto en la agenda pública y legislativa temas de justicia para las víctimas, seguridad sin guerra y combate a la corrupción y a la pobreza.
Si la consigna es comenzar de cero, México y los mexicanos pagaremos las consecuencias. No se cura lo que ya está bien y no se deshecha lo que potencia el objetivo final: la recuperación total del paciente.
Y en ese orden de ideas, “el paciente” también debe poner mucho de su parte y eso implica hacer concesiones, alguno que otro sacrificio y adaptarse al tratamiento que pareciera a veces que no tiene rumbo ni estrategia debido a la oposición de los grandes intereses creados mucho tiempo atrás de la administración del veneno los últimos seis años.
Este es el tiempo de ejercer un tipo de ciudadanía que potencie la efectividad de la medicina, que es buena por sí sola, pero no es suficiente. Y si el paciente se aplica, porque es las causas son justas y las razones son correctas, el tratamiento tiene altas probabilidades de éxito. México lo merece.
Que así sea.
¿Usted qué opina, estimado lector?
[1] https://www.sdpnoticias.com/columnas/2012/01/20/la-botica-del-mercado