Desmond Tutu, uno de los actores fundamentales del fin del apartheid en Sudáfrica, aliado de Nelson Mandela, en su libro Sin perdón no hay futuro nos expone las claves para entender la lógica que se ha venido manejando en esta primer semana de la post victoria, Andrés Manuel López Obrador y su política de reconciliación, misma que trae de cabeza a más de uno de sus correligionarios y muy sorprendida a las élites del poder económico.

“Mandela había sido prisionero considerado terrorista al que había que atrapar. ¡Qué metamorfosis, qué giro tan extraordinario! Mandela invitó a su carcelero blanco a asistir a la inauguración –como jefe de Estado- como un invitado de honor, el primero de muchos gestos que haría con su particular estilo, mostrando su asombrosa magnanimidad y voluntad de perdonar. Mandela llegaría a ser un poderoso agente para la reconciliación, instaba a sus compatriotas a trabajar a favor de ella, y formaría parte de la Comisión para la Verdad y Reconciliación, que fundaría para lidiar con el pasado de nuestro país.”

Y remata el arzobispo Tutu y Premio Nobel de la Paz en 1984: “Este hombre que

había sido vilipendiado y perseguido como un fugitivo peligroso y que había sido encarcelado durante casi tres décadas, pronto se transformaría en la encarnación del perdón y la reconciliación”.

Las señales enviadas en los primeros días desde la aplastante victoria de Andrés Manuel López Obrador, colocando a operadores políticos claves en el equipo de transición, los cuales están más en la zona neutra ante las posiciones extremas de quienes en Morena quieren rupturas radicales, persecuciones, ajustes de cuentas y venganzas, sin contar con quienes esperaban anuncios de cambios bruscos a la política económica o de seguridad, acercándose él mismo al presidente Enrique Peña Nieto, para mostrarnos voluntad de cambiar, sí, pero sin golpes de mano ni visos de autoritarismo.

El reto para AMLO, en efecto, es saber administrar la victoria, utilizar el arte de la política para que su bono democrático y capital político no se dilapide. El tiempo de dejar de ser oposición está en marcha y asumir que ya está en calidad de marcar la agenda de gobierno en los pocos meses que le faltan a la administración saliente.

 

Esta primer semana  ya presentó a los  integrantes del próximo Gabinete de Política Interna, Exterior y Seguridad; por la tarde, con el Gabinete de Hacienda y Desarrollo Económico. También, apuntó que ninguno tiene el cargo asegurado o que en el camino al 1 de diciembre tenga que cambiar de cuadros.

Más allá de los espectaculares efectos de su campaña –haciendo ganar hasta las piedras bajo el nombre de Morena-, López Obrador tiene también otros retos a los cuales parece entender la gente más racional a su alrededor. La victoria también es una fruta debe saber saborearse, degustarse y sin empalagarse, porque del amor al odio hay un paso, y a partir de su unción como presidente electo de México su historia comenzará a ser juzgada.

Por ello, es bien importante el llamado que hace una de esas voces más sensatas del

equipo que llegará al gobierno: Tatiana Clouthier, quien nos pide a los ciudadanos que “ante concentración de poder de AMLO, ahora la chamba es de los ciudadanos”, es decir, ser vigilantes, críticos, constructivos y más ciudadanos, menos militantes, algo que a varios de sus seguidores les falta o han perdido en el camino. La victoria aplastante no es una carta en blanco para el equipo ascendente, tampoco para que se repitan los mismos vicios.

El triunfo está fincado en

altas expectativas y en una agenda difícil de cumplir en el corto plazo: no más corrupción, recuperar la seguridad y cambiar la situación económica de la desigualdad. Dicho de otra manera, es más probable el fracaso que en el éxito en estas ofertas de campaña. Hay una gran esperanza manifiesta en que las cosas cambien, por lo mismo, se debe ser más demandante. Si algunos actores de Morena ya piensan en el futurismo del 2024 o emplear las posiciones para ganar alguna gubernatura o enriquecerse, deberá señalarse y criticarse.

No más de lo mismo, fue el mensaje de las urnas.

De las cosas que debemos aceptar con beneplácito es que no habrá alteraciones a las cosas que se han hecho bien en la economía, que hay compromisos por invertir en los estados del sur-sureste, que la amnistía es más bien un programa de indultos para cierto perfil de  

personas en situación carcelaria, y que se abrirá el debate para la legalización de la marihuana, aunque el tema parece ya rebasado y sería momento ideal para que se abra el caso de la amapola, como lo planteó el gobernador del estado más lastimado por la violencia generada por la siembra y explotación de esa planta, Héctor Astudillo.

Por ahora, el camino más complicado para López Obrador será convencer a los suyos de que el primer paso es la reconciliación y después la reconstrucción nacional.

Martin Luther King Jr., citado en el mismo libro de Desmond Tutu, apuntó que “a menos que aprendamos a vivir juntos como hermanos (y hermanas) moriremos juntos como tontos”.