La derecha en Morena nos quiere vender la idea de que han llegado los tiempos de poner al partido en subasta pública, de que la unidad sólo podían construirla los que tienen relaciones y dinero o los jóvenes que dicen no hacer cola tras los viejos porque éstos ya no le sirven a la política. La verdad, no habíamos tenido tantos carroñeros buscando el poder en las filas de Morena. Pareciera que a partir de la pandemia y la crisis económica, los acostumbrados a vivir del presupuesto y de las prebendas, están optando por subirse a la dirección del partido, no como sus líderes, sino como si representaran al narco poder. Es una pena, pero esto se está viendo en un grupo de ambiciosos y buenos para nada. Muchos de los que hoy se han adueñado de la escena pública, jamás los hemos visto recorriendo el país, hablando con la gente, organizando sus luchas y discutiendo nuestro Proyecto de Nación. Sólo se han montado en la cresta de un movimiento popular que logró derrotar a una clase política llena de privilegios y de riquezas mal habidos en los que estuvo de por medio el trabajo y el sufrimiento de la inmensa mayoría de la población.
Haber derrotado electoralmente a la derecha conservadora en julio del 18, no fue nunca una garantía de que el proyecto de gobierno que votamos más de treinta millones de electores, había sido instalado para siempre. Se nos colaron muchos simuladores de la transformación y hoy son parte de lo que hay que poner al descubierto para que no sigan haciendo daño al proyecto y al país. Una transformación política y social que se impuso la tarea de acabar con los privilegios, la corrupción y la impunidad, no solo requería del apoyo de la mayoría de la población sino de un cambio de mentalidad en todos aquellos, por lo menos, que tenían y tienen en sus manos la responsabilidad de conducir a buen puerto las demandas y sentimientos de los mexicanos. Sin embargo, la mayoría de los funcionarios públicos, desde gobernadores hasta regidores, resultaron un fiasco como políticos y administradores porque no entendieron jamás el alcance y profundidad de la 4ª transformación.
Quienes afirman que los problemas internos que afronta Morena se deben a que la mayoría de sus cuadros se fueron al gobierno, no deja de ser un chiste grotesco. Su operancia y su comportamiento nunca mostraron ser distintos al quehacer y a la cultura priista. Basta hacer un recorrido por sus oficinas, sus centros de trabajo y hablar con ellos, para darse cuenta de la pequeñez de su visión política, de su incapacidad y de su mudez para expresar y desarrollar el Nuevo Proyecto de Nación. Es lamentable darse cuenta que estamos ante una máscara que esconde todos los vicios y debilidades del régimen político que derrotamos con nuestro voto el 1º de julio del 2018. ¡Todos estos problemas nos están llevando a la crisis política y orgánica que estamos padeciendo!
Es obvio que a millones de votantes y la mayoría de los miembros del partido estamos viviendo un enfadoso proceso de descomposición política en las esfera del partido. De pronto, están irrumpiendo en el escenario de la política partidista la corriente de los conservadores encabezados por Mario Delgado, Yeidkol Polensky, Alejandro Rojas Díaz Durán y Gibrán Ramírez. Enfrente, Citlalli Hernández, Antonio Attolini, Carmen Gómez y Porfirio Muñoz Ledo, proclives a la corriente del liberalismo. Estos son los candidatos que están a la vista y sobre los cuales tenemos que votar. ¿Por quién hay que hacerlo? Por los que se quedaron anclados en las viejas prácticas del conservadurismo, de los que votaron a favor de las reformas del peñismo o por aquellos que están más cercanos a las necesidades e intereses de la gente.
Creo que estamos obligados a oponer a los conservadores, experiencia, capacidad política, autenticidad partidista, trabajo desde las bases, honestidad personal, humildad y relación con los movimientos de masas. El partido ya no puede ser dirigido desde las oficinas por quienes solo les interesa el dinero. Para estar a la altura de las exigencias, hay que salir de las transas oscuras, del arribismo y de la mediocridad. Hay que darle vida a la inteligencia, a los símbolos, a la persistencia en la defensa de los intereses de la gente. Queremos que se respete la equidad de género y que se trabaje por una unidad partidista que ponga en alto el nombre de Morena. Por eso creo que en nuestra fórmula deben estar la experiencia y la juventud. Porfirio Muñoz Ledo y Citlalli Hernández representan la esperanza, la honestidad, el trabajo y el honor de ese partido y de ese pueblo que adquirieron el compromiso de cambiar, para bien, nuestro país.