Pudiera parecer a algunos, o a muchos, un tanto excesiva la referencia del presidente López Obrador al ingeniero Krauze Kleibort calificándolo como “Lucas Krauze Alamán”, vinculándolo así con el escritor y político ultra conservador del siglo XIX, Lucas Ignacio José Joaquín Pedro de Alcántara Juan Bautista Francisco de Paula Alamán y Escalada -Lucas Alamán-, (1792-1853). Y la revista Proceso, como representante de los medios inconformes con la actitud del presidente, en voz del periodista Arturo Rodríguez García desplegando el papel de réferi, pudiera establecer que ese atrevimiento de López Obrador es la “Norma en la 4T: Aplastar a la crítica”; tal cual señala su portada de la segunda semana de 06-20, y sugiere el artículo “El ruido de las mañaneras”.
Incluso yo mismo me equivoqué en un principio. Consideré una exageración del presidente dedicarle tanto tiempo a un adversario de carácter ideológico, aunque el escritor, desde su perspectiva, presente sus alegatos como un mero ejercicio intelectual en beneficio de una “auténtica democracia liberal”. Y así se equivocaron quienes lo pensaron y también Proceso como censor. No se trató de un exceso del presidente sino del justo y absoluto derecho de réplica de que tanto habla. Veamos por qué.
Ante el asesinato de Giovanni López en Jalisco cometido la policía municipal de Ixtlahuacán de los Membrillos, que ha actuado de acuerdo a las instrucciones del gobernador Alfaro Ramírez sobre el uso obligatorio de la mascarilla (una manera de marcar diferencia y entablar conflicto con la política sanitaria del gobierno federal por el Covid-19), se desató la protesta social en Guadalajara. Y en vez de asumir su responsabilidad, Alfaro Ramírez trató de involucrar al presidente López Obrador y a gente cercana a él; ninguna prueba de por medio, sólo una frase concluyente, “los sótanos del poder de la Ciudad de México” como autor del conflicto (conferencia de prensa en Guadalajara; 05-06-20). De talante pusilánime, el gobernador se retractó al día siguiente pero continuó la cobardía de “culpar” a gente de la Ciudad de México, alimentando el “clásico” anti-chilanguismo tapatío, en tanto que en las calles su policía reprimía y desaparecía manifestantes con “lujo” de violencia. La irresponsable responsabilidad de Alfaro extendió el conflicto y la violencia a la Ciudad de México no obstante las aclaraciones de López Obrador y Sheinbaum Pardo respecto al conflicto jalisciense (violencia de falsos “anarquistas”).
Ante ese panorama, Krauze Kleinbort dedicó un ditirambo al gobernador jalisciense en forma de tuit; a la víctima: “El gobernador @EnriqueAlfaroR honra la tradición liberal de Jalisco. También Mariano Otero enfrentó gallardamente el acoso injusto del gobierno. Y pasó a la historia por resistir”. Es decir, convalidó la acusación sin pruebas del miembro del Movimiento Ciudadano (cuyo fundador, Delgado Rannauro, también se sumó a la mentira por medio de una misiva al presidente acusándolo de alentar la insurrección). Al acto gratuito de amor, Alfaro correspondió con un sentido verso al ingeniero historiador: “Nunca olvidaré estas palabras de un hombre al que admiro y respeto”. Sellaban ambos la complicidad frente a la mentira.
Expeditas, las redes sociales que casi todo lo saben, exhibieron la factura de pagos del gobierno de Alfaro a la revista Letras Libres; así se entendió el mutuo agasajo. El intercambio poético no era del todo gratuito aunque significara “poquito”, se divirtió el periodista Delgado Gómez: “Ojo: La ‘gallardía’ que @EnriqueKrauze le atribuye a @EnriqueAlfaroR ante @lopezobrador_ coincide con un contrato, por adjudicación directa, del @GobiernoJalisco con la revista @Letras_Libres. Es poquito: Un millón de pesos” (twitter, 07-06-20).
Es decir, a pesar de que Alfaro se retractó de su vil acusación, Krauze tuvo que dejar registro de esa bajeza de cloaca a través del elogio de su cara pluma (cara en precio, cada vez menos valorada en apreciación).
Recuérdese con claridad que el ingeniero escritor estuvo involucrado en la conocida #OperaciónBerlín (nombrada así por la dirección de la casa de operaciones en esa agradable calle de Coyoacán), una suerte de precursora del “BOA gate”, con tal de minar la campaña electoral creciente del candidato López Obrador que, entre otros productos, arrojó la página y la propaganda sucia de Pejeleaks, y la acusación de que el fundador de Morena recibía dinero nada menos que de Vladimir Putin. Información difundida por el hijo de Krauze, Krauze Turrent. A final de cuentas, el candidato los cogió a todos por sorpresa cuando apareció en el Puerto de Veracruz esperando frente al mar el arribo de un submarino con el oro o el loro de Moscú; y pues se los acabó a todos al autonombrarse “Andrésmanuelóvich”. Como resultado de la perversidad fallida, y como si de una obra de Ibargüengoitia se tratase, la hilaridad dura hasta el día de hoy.
¿Y quieren que el presidente no conteste estos agravios? ¿Y se atreve Proceso a censurar, a reprobar ese derecho del presidente?
Por cierto, el autor del artículo que promueve la portada de Proceso es Rodríguez García, el reportero que tuvo que recular la nota del 17-03-17 de su revista cuando esta acusó a López Obrador de haber insultado en Nueva York al padre de uno de los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos. El semanario estableció que el candidato le había gritado “¡Ya cállate!”, cuando en realidad había dicho en dos ocasiones “¡Que te vaya bien!”. Mi texto de entonces aclaró el escándalo. https://www.sdpnoticias.com/columnas/jamas-nueva-dijo-york-amlo.html Aunque la revista nunca ofreció disculpas, Rodríguez García dio su testimonio explicando cómo a través del procedimiento técnico de la ralentización de audio había llegado a la verdad https://notassinpauta.com/2017/03/27/128/. Como si dijéramos, una suerte de anagnórisis auditiva. Esa verdad, la veracidad que hoy está faltando.