La “luz al final del túnel”

En Contexto

Supongamos que este lunes 15 de febrero inicia en todo el territorio nacional la vacunación de los adultos mayores, los de 60 años y más, y que el programa previsto por las autoridades logra dar cobertura a los cerca de 15 millones a los que se prometió inmunizar, con las dos dosis requeridas en un plazo máximo de 30 días entre la primera y la segunda aplicación.

De darse la cobertura de vacunación en los tiempos y en las condiciones previstas las expectativas de ver la famosa “luz al final del túnel” se habrán encendido y se estaría construyendo uno de los logros más importantes del actual régimen o de la historia del país.

Sin embargo, la tarea no es sencilla, sobre todo porque se dio un nuevo aliento a la esperanza de remontar tiempos extraordinariamente complejos.

A la luz de la esperanza renovada, es difícil entender las razones por las que, ante la profusión de anuncios sobre la suficiencia de dosis para atender a los adultos mayores, no habrá una vacunación de manera masiva en todas las entidades del país. El arranque de este proceso se ha limitado a 25 estados de la república para luego extenderlo a las 32 entidades y que existan grandes lagunas de información sobre el tema.

Pero todavía más, que el personal sanitario en general y en especial el que está en la primera línea, no haya recibido todavía la segunda dosis, con lo que se compromete la eficacia de la lucha total contra la pandemia.

Dentro del Plan de Distribución de Vacunas, del que solamente se conocen trazos generales, pero no la parte sustancial, hay varias situaciones que tienden a mermar la credibilidad, aunque dos son sobresalientes.

Plan de vacunación en la CDMX 

Por ejemplo, en el caso de la Ciudad de México se contempla iniciar en tres alcaldías: Álvaro Obregón, Magdalena Contreras y Milpa Alta. Las razones para elegirlas son extrañas y tampoco reflejan alguna razón táctica capaz de orientar al resto de la ciudadanía sobre acciones, plazos y el sentido de esa decisión ni cómo podrían contribuir para evitar que se agraven los contagios mientras les llega el turno a su demarcación o colonia.

Quedaron fuera zonas de la Ciudad que han mostrado a lo largo del año pasado, de los meses y de los días más críticos de infección y muerte, que aún no están controlados y que constituyen un serio riesgo para todos.

Otra deficiencia del Plan es la conformación de las Brigadas o Células de vacunación que están integradas por 12 personas, a saber: un médico, una enfermera, cuatro miembros de las fuerzas armadas (Ejército, Marina o Guardia Nacional), dos voluntarios, dos Servidores de la nación y dos Promotores de programas sociales que, sin duda, representarán al gobierno.

Suponiendo que por la crisis sanitaria y ante las eventuales reacciones de una vacuna que, en términos generales puede generar algún efecto adverso entre los adultos mayores, se justifica la presencia del médico, la enfermera, la presencia de las fuerzas armadas por la probabilidad de que la brigada pueda ser asaltada por algún grupo delincuencial y quizá, por desconfianza, se aceptarían un par de voluntarios pero de la sociedad civil, con lo que se daría un aval imparcial al programa gubernamental.

¡Pero además 4 burócratas: dos Servidores de la Nación y otros dos Promotores de programas sociales!

¿Con qué objeto y para qué?

Pensemos en el gasto financiero y de recursos humanos que significa ese despliegue a todas luces innecesario, pero también abusivo, intimidatorio y claramente electorero. Recordemos que en la reciente vacunación de la influenza a finales de 2020 apenas se requirió de un máximo de 4 personas y, eso, para ordenar la avalancha de solicitantes.

¿Qué pueden hacer los Servidores de la Nación y los Promotores de los programas sociales cuando las cifras oficiales dan cuenta de casi 175 mil muertes por Covid-19 y cada vez más cerca de los dos millones de contagiados?

Si antes no hicieron nada, inclusive muchos se contagiaron y afectaron a sus familias, durante la vacunación menos servirán de algo ante la emergencia sanitaria.

¿Para qué exponerlos y exponernos?

La vacunación sabemos que es una medida esperada del gobierno, pero la propaganda puede romper la esperanza de los ciudadanos y, con ella, la confianza en las autoridades.

No hay que perder de vista que tanto la esperanza como la confianza están hechas de un material fragilísimo como el cristal más delgado que podamos imaginar, que si se quiebra es imposible reparar y siempre dejan huellas negativas.