Así que Macron fue al Líbano para plantar un cedro y proponerse como campeón de la ex colonia, proclamada exactamente el 1 de septiembre hace 100 años sobre los restos del imperio otomano por el general Gouraud, quien además del Gran Líbano dio a la luz a Siria y a un año después a un estado alauita y druso: una obra maestra del “divide et impera” colonial que aún hoy pesa mucho en las relaciones internacionales en esa región.
Divide et impera, al estilo francés
Israel, la entidad sionista ocupante de los palestinos, que ahora viaja en alas de la “pax romana” de Trump con los árabes del Golfo, no perdió la oportunidad de bombardear los suburbios de Damasco y recordarle a Macron que las cosas no se van a poner bien si el presidente francés se reunirá con Hezbollah.
La Media Luna Chiíta con Irán en la cabeza, y Turquía, son los objetivos de la nueva OTAN Árabe con tracción israelí que desde Oriente Medio hasta la isla yemení de Socotra, se prepara para convertirse en la nueva guardiana de la región. Luego Italia con el canciller Di Maio entre Trípoli y Tobruk proponiendo construir la carretera costera, un antiguo proyecto imperial de hace más de una década del imaginativo pero impotente Berlusconi.
Idas y vueltas de ex colonialistas
En las idas y venidas de los ex colonialistas en las costas del Mediterráneo, Erdogan inmediatamente hizo la gran voz al lanzar el desafío al colonialismo moderno y extender las exploraciones en las aguas del Egeo, donde la batalla naval por el gas en alta mar está en marcha hasta el 12 de septiembre.
Siente que es el vengador de los tratados de San Remo y Sévres de 1920: archivar el siglo XX es una empresa difícil, especialmente cuando el siglo pasado todavía corre por las venas sangrantes de los pueblos que viven un genocidio sobre la propia piel, como en el caso emblemático de los palestinos, y de los populistas que, como Erdogan, quieren más influencia, poder y tierras ajenas.
Nuevas relaciones de poder en el Mediterráneo
El acuerdo entre Israel y los Emiratos está perfilando un eje de alianzas de gran importancia. Los Emiratos y Arabia Saudita, con pleno apoyo estadounidense, se encuentran entre los principales partidarios del general egipcio Al Sisi, que tiene buenas relaciones con la entidad sionista en defensa e inteligencia. Esta alianza que ha tenido su campo de batalla en apoyo del general libio Khalifa Haftar - junto con Rusia y Francia - y tiene su alianza ideológica en el frente común contra la Hermandad Musulmana y en general contra los movimientos reformistas o revolucionarios del mundo árabe. La Turquía de Erdogan, que apunta a los recursos energéticos del Mediterráneo oriental, es un enemigo. Grecia es su adversario histórico, como Francia e Israel.
"Fortalecido por el acuerdo sobre zonas económicas especiales entre Grecia y Egipto que se opone al firmado por Turquía y el gobierno de Sarraj de Trípoli".
Coaliciones en ascenso, viejas alianzas perdedoras
Este eje entre las potencias regionales e Israel, la OTAN árabe, tiene como oponente, además de Turquía, a Irán, fuertemente temido por las monarquías del Golfo y por la entidad sionista de Israel. No olvidemos que el año comenzó el 3 de enero con el asesinato por parte de Estados Unidos de Trump del general iraní Qassem Soleimani, golpeado por un dron en el aeropuerto de Baghdad, en violación de todas las normas del derecho internacional.
Pero hay que leer también otro episodio sensacional en esta perspectiva de las coaliciones nacientes: la gran explosión del 4 de agosto en el puerto de Beirut. Accidente, atentado o sabotaje, podemos medir las consecuencias en estas horas y semanas.
El presidente francés Macron está en Beirut para negociar con las potencias libanesas pero sobre todo con Hezbollah, el movimiento chií protegido por Irán y que tenía un punto de referencia ineludible en el general Soleimani.
Macron lee de dos formas
La primera es que la antigua potencia colonial quiere volver a ser protagonista, se erige como protectora de los cristianos maronitas pero no puede no reconocer el peso político y militar de Hezbollah.
El segundo es que el presidente francés necesita una palanca de Oriente Medio para defender sus intereses en el Mediterráneo, Libia, el norte de África y el Sahel donde sufrió la bofetada del golpe de Estado en Mali y ve con mal agrado la nueva geopolítica imperial de Roma.
La geopolítica francesa puede parecer exagerada pero ayuda a comprender las ambiciones de París y, sobre todo, las deficiencias de la Unión Europea.
El “coma cerebral” de la OTAN
El 'coma cerebral' de la OTAN, evocado por el propio Macron el año pasado, ha evolucionado. Con el acuerdo EAU-Israel, nos enfrentamos al lanzamiento de una coalición política y militar que Estados Unidos quisiera extender a otros estados árabes.
Se llama 'Born Arab' porque acompaña al original atravesado por altísimas tensiones entre Grecia, Italia, Chipre, Francia y Turquía en el Mediterráneo oriental.
Es por eso que Macron planta árboles en el Líbano, con la esperanza de que le vaya mejor que con Trump: pues, aquel enterrado en 2018 en la Casa Blanca lleva un año muerto.