El sábado pasado, visité a una de mis amigas que perdió a su madre recientemente, tenía miedo a enfrentarme a ese dolor, porque yo no sé cómo afrontar las pérdidas, además porque jamás sé qué decir ante estas circunstancias, creo que cualquier cosa que salga de mi boca será estúpida y sin sentido.
Acudí ante ella, me acogió con cariño, me invitó a su mesa, se abrió ante mí y me dijo que perdió la mitad de su vida, de su ser… mientras escuchaba sus palabras, me descomponía, pero como antes señalé, no sabía qué decir, dije algunas palabras y después callé para seguir escuchando, creo que eso fue lo mejor.
Llegó el momento de las culpas, ya que uno siempre se martiriza con lo que pudo ser y definitivamente ya no será, después de escuchar un rato, me decidí a hablar por fin, ante un razonamiento… mi querida amiga, se culpaba por no haber formado una familia y no ser madre, para que la suya conociera a sus nietos, pero como ella misma justifica, aún no estaba lista.
Mi amiga me advierte que su madre nunca la presionó, fue la familia, algunos amigos, la sociedad, incluso el exnovio, que decía que jamás lo había podido olvidar y por ello no fue capaz de casarse y formar su propia familia, quienes cuestionaron livianamente su decisión de –todavía- no ser madre, a pesar de su edad, es decir, 31 años.
No es la primera vez que una mujer que me dice que después de sobrepasar los treinta, todavía no se siente lista para ser madre, pero que asegura sentir una gran presión social y familiar para cumplir con este “requisito” de ser mujer, a pesar de no haberse encontrado en las condiciones propicias para ello.
Hoy en día, el sexo femenino sigue cargando con el “costo” de ser madre, son quienes a pesar de contar con una pareja, ven perjudicadas casi en su totalidad sus aspiraciones profesionales y académicas con la llegada de los hijos, por ello y otras razones, cada vez un mayor número de mujeres deciden no tener hijos.
Aunque ello trae consigo otro estigma social, ya que son calificadas de egoístas, liberales, individualistas, entre otros calificativos de forma despectiva. Es increíble cómo siempre existe una forma de juzgar a la mujer por decidir en libertad qué hacer con su vida y su cuerpo.
Están las mujeres que deciden abortar, y son unas asesinas. Las que deciden tener a sus hijos a pesar de su corta edad, y son unas luchonas. Y las que deciden nunca convertirse en madres, y son unas pérfidas.
Tengo 34 años de edad, la mayoría de mis amigas y conocidas de mi edad no tienen hijos, algunas me han manifestado que jamás los tendrán y que quieren dejar de sentirse culpables por esta decisión, son mujeres exitosas en sus ámbitos, hay periodistas, escritoras, físicas, biólogas, comunicólogas, oncólogas, vendedoras… grandes mujeres, que saben lo que quieren sin ser juzgadas.