Hace 15 días, cuando Andrés Manuel López Obrador anunció su diagnóstico positivo a Covid-19, las personas que respaldan la 4T entraron en choque y sus adversarios se frotaron las manos. Existía la posibilidad de un vacío de poder en México, e incluso del fin prematuro de la Cuarta Transformación.
Los rumores y ataques infundados se acabaron cuando, seis días después del diagnóstico, AMLO grabó un mensaje en donde aparecía de pie, señalando que se encontraba en recuperación. Las especulaciones en los medios adversarios al presidente prácticamente cesaron, pero no terminarían del todo hasta este lunes, cuando el presidente regresó a las conferencias matutinas apodadas las “mañaneras”.
AMLO, habló de un periodismo “muy ramplón”.
A tambor batiente y con la espada desenvainada, el presidente regresó, primero agradeciendo a todos los médicos que lo apoyaron en su convalescencia (incluyendo a los del Instituto Nacional de Nutrición, quienes le otorgaron tratamientos nuevos de tipo antviral y desinflamatorio) y criticando a los periodistas que le inventaron, de mala fe, graves enfermedades.
El presidente señaló que se enfermó por no utilizar su puesto para saltarse la fila y recibir la vacuna (como ocurrió en los Estados Unidos) y por seguir trabajando, ya que, en sus propias palabras “no se puede vivir encerrado”.
Aunque lo ideal hubiera sido, al menos, unos cuantos días más de descanso, AMLO es una persona a quien le es imposible mantenerse quieto, quizás en detrimento de su propio bienestar. Pero por el bien de nuestro país, es bueno tener a su líder de regreso.