El Imperio estadounidense da muestras de debilidad
El que bien podría ser llamado “imperio estadounidense” da muestras de debilidad, más que de fortaleza.
En el contexto histórico, cuando un imperio se encuentra en declive y cerca del colapso, comienza a tomar decisiones apresuradas, que en lugar de demostrar fortaleza, dejan ver una profunda debilidad de sus instituciones y estructuras vigentes.
No hay que ir más lejos que el caso del Imperio Británico en 1956, durante la crisis del Canal de Suez, en donde Egipto logró derrotar a Francia y al Reino Unido, el cual tuvo que retirarse con el rabo entre las patas.
El imperio estadounidense, un ente representado por el poder económico y militar con más 800 bases en 70 países, también parece estar llegando a su declive.
La extrema desigualdad entre los ciudadanos de Estados Unidos, su cada vez más desprestigiado sistema electoral y su fracaso ante la crisis del Covid-19 nos deja ver una potencia imperial en declive, que tomará decisiones cada vez más precipitadas y agresivas con el fin de retrasar lo inevitable.
Hoy el régimen de Joe Biden anuncia nuevas sanciones económicas contra Rusia, además de la expulsión de diplomáticos rusos de su territorio, por presunta “interferencia electoral”. Además de lo irrisorio de este planteamiento, habría que preguntarnos en cuántas elecciones ha intervenido, directa o indirectamente, los Estados Unidos, desde finales del siglo XIX. Decenas, quizás cientos de veces.
A estas alturas y después del anuncio de una alianza regional estratégica entre China, Rusia e Irán, a la nación liderada por Vladimir Putin estas sanciones difícilmente le quitarán el sueño. Aún más, el valor estratégico de su gas natural y del gasoducto Nordstream 2 para Alemania y el resto de Europa significa que difícilmente Estados Unidos podrá aislar a Rusia del resto del mundo con sus sanciones económicas.
Aunado a esto, el anuncio de la salida de las tropas militares norteamericanas de Afganistán, significa el completo fracaso de esta sangrienta aventura de 20 años en el medio oriente. No se logró acabar con el Talibán y a Osama bin Laden ni siquiera se le capturó en dicho país, sino en Pakistán, aliado regional de Estados Unidos.
Las invasiones estadounidenses a Irak y Afganistán no dejaron dos nuevos países “democráticos” en la región, sino una estela de saqueos, sangre y más de un millón de civiles muertos, además de un disminuido prestigio de Estados Unidos a nivel mundial. El “nuevo siglo norteamericano” del cual hablaban los neoconservadores a inicios de este milenio, en realidad no duró ni 20 años, como el “tercer reich” de un personaje del cual no quiero acordarme.