El ícono del fútbol mundial, Diego Armando Maradona, falleció el pasado 25 de noviembre del año en curso en su residencia particular del partido de Tigre a los 60 años, debido a una descompensación cardiaca que le ocasionó un edema pulmonar, de acuerdo con los resultados preliminares de la autopsia que se le realizó.
Maradona pasó a la historia como uno de los delanteros más importantes del balompié mundial, por lo que antes de su fallecimiento fue reconocido por varios exfutbolistas, personalidades internacionales y especialistas en la materia como “el mejor jugador de la historia”, llegando incluso a superar al brasileño Edson Arantes do Nascimento, mejor conocido como “Pelé”. Pero sus logros como deportista van más allá: fue catalogado por algunos medios como el “mejor jugador en la historia de los mundiales”, en los cuales se posicionó con la misma distinción en la edición de 1986, llevado a cabo en México entre el 31 de mayo y el 29 de junio de ese año, mismo en donde se popularizó la llamada “mano de Dios”, de la cual hablaré a continuación para dar inicio con la ambivalencia del legado del argentino.
En pocas palabras, la “mano de Dios” es el nombre con el que la prensa acuñó al gol anotado con dicha parte del cuerpo por Diego en el partido disputado entre Inglaterra y Argentina por los cuartos de final de la Copa Mundial de Fútbol de México 86, en el Estadio Azteca. De hecho, el propio futbolista declaró después de haber finalizado ese encuentro que su gol lo había anotado “un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios”.
Como se puede apreciar, si no el gol anotado por el “astro del fútbol argentino” fue dudosamente intencional, sí fue completamente antirreglamentario y determinante para darle el triunfo a la Argentina con un cerrado marcador de 2 a 1. Curiosamente, el año pasado se cumplieron 33 años del polémico gol, por lo que en diferentes encabezados de algunos periódicos amarillistas se pudo leer: “La mano de Dios cumple la edad de Cristo”, en alusión al acto de Maradona que, en mi opinión, le arrebató la victoria a Inglaterra de una manera antideportiva y poco celebrable. ¿Es ético reconocer, legitimar y glorificar la trampa en el deporte para conseguir el triunfo? En el caso del fútbol: ¿El fin justifica los medios? ¿De qué depende que la violación del reglamento por parte de un deportista sea convertida en hazaña en vez de ser penalizada?
Desde mi punto de vista, considero que la majestuosidad para patear un balón, como es el caso indiscutible de Maradona, no tendría por qué justificar la trampa en ninguna circunstancia, mucho menos si hablamos de uno de los eventos deportivos más prestigiosos y famosos del mundo. Trátese de quien se trate; si se quebrantan las reglas en cualquier deporte, se deben de aplicar penalizaciones de por medio, no inmortalizar ni mucho menos estandarizar la falta como sinónimo de éxito. ¿O acaso el ser un superdotado en el fútbol justifica este tipo de comportamientos? Veamos el siguiente ejemplo.
En 2014, la hoy exnovia del futbolista, Rocío Oliva, lo acusó de golpearla en repetidas ocasiones bajo el influjo del alcohol. En un video grabado por ella misma y posteriormente difundido por el canal de televisión argentino “El Trece” en el programa “Nosotros al mediodía”, se puede apreciar como el astro del balompié en completo estado de ebriedad se levanta de su asiento con una bebida en la mano para dirigirse a su entonces pareja y agredirla sin motivo aparente. El video de la agresión se puede ver en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=63bt68Rkrvg. La imagen de la agresión se muestra a continuación:
Además de la deplorable actitud mostrada por el fallecido exjugador que pasó casi en su totalidad desapercibida por la prensa internacional, mi pregunta es: ¿En dónde estuvieron los colectivos feministas después de que se dio a conocer la grabación? Pero lo que es más inexplicable aún: ¿Qué pasó con la prensa internacional de hoy, al igual que con los colectivos feministas que condenan rotundamente la violencia en contra de la mujer? Esperaba ver un linchamiento mediático hacia su persona dejando de lado todos los aspectos positivos de su legado (ya que también los tuvo), exaltando únicamente su pasado oscuro de excesos, engaños y misoginia. Pero en esta ocasión me equivoqué, ya que por arte de magia sus yerros no incomodaron ni a los noticieros, ni a las feministas.
O sea que: ¿La probabilidad de absolución es inversamente proporcional al grado de brillantez con el cual se patea un balón de fútbol? Juzgue usted mismo, estimado lector.
Gracias por su lectura.