Patrick Jane, el protagonista de la serie televisiva The Mentalist, es un amo de la manipulación. Su talento para detectar los detalles del cualquier suceso le permite engañar personas o resolver crímenes: cuenta con una destreza poco común.

Una habilidad de la que carece Marcelo Ebrard, como lo evidencia su inverosímil declaración patrimonial y la pésima calidad de los documentos con los que intentócomprobar que no había viajado a Las Vegas.

Si The Mentalist  es la personificación de la frase«la verdad está en los detalles», Marcelo podría concretarse en la expresión «lo chafa y lo tarugo no se oculta».

Hace unos días sostuve que, si bien no son imposibles, las cuentas de Ebrard son inverosímiles: el ex jefe de gobierno del DF sostiene que no tiene bienes inmuebles, que no le debe a nadie (salvo lo de su tarjeta American Express), que su auto lo tiene en arrendamiento y que gana 150 mil pesos mensuales en consultorías.

Sigo pensando que la declaración de Marcelo es inverosímil (lo que significa, conforme a la RAE, que las afirmaciones de Ebrard no tienen apariencia de verdaderas, ni son creíbles, ya que ofrecen algunos caracteres de falsedad).

¿Por qué no es creíble la declaración patrimonial de Marcelo? Existen varias razones:

Gitano tenías que ser

Marcelo paga por renta de su actual casa, ubicada en la calle Orizaba número 46, en la Colonia Roma, 80 mil pesos mensuales. Firmó un contrato de arrendamiento por tres años, lo que implica que desembolsará 2 millones 880 mil pesos. Que alguien dedique más de la mitad de sus ingresos mensuales a pagar una renta enorme (que al final del arrendamiento no le dejará bien alguno), en lugar de adquirir un inmueble, parece la conducta de un hombre nómada y desapegado de los bienes materiales, que no coincide con el modo de vida poco austero que suele desplegar Marcelo Ebrard.

Lo vuelvo a sostener: si Ebrard tuviera un franciscano desamor a las riquezas, no usaría los trajes que muestra cada vez que aparece en público. Quizá, en su cinismo, ahora nos diga que es chico Suburbia y que lo que parece Zegna, Armani y Boss en realidad es Milano.

En consecuencia, los que aún querían creer en la inocencia de Marcelo y que era víctima de una conspiración, ahora también deben creer que el más fresa de los políticos de izquierda es un émulo del difunto y querido Facundo Cabral, que cantaba: «pobrecito de mi patrón, piensa que el pobre soy yo».

Inverosímil.

Vuelvo a preguntar, ¿desde cuándo Ebrard es un hombre sin bienes? O puesto de otra forma, ¿cómo este político de 55 años ha llevado esa vida de gitano? ¿Siempre ha sido así?

Estas preguntas tienen dos respuestas posibles. La primera es que, durante sus tres matrimonios, este egresado de El Colegio de México haya vivido siempre de arrendatario (lo que me parece improbable). La segunda opción es que su gitanismo sea algo novedoso y que, solo en los últimos años, se haya deshecho de sus inmuebles. En el segundo caso, habría que preguntar por qué dio ese giro, situación que, planteada como pregunta, tendría la siguiente forma: ¿Qué bienes tenía Marcelo y a quién se los vendió?

El político ingenuo (o el tigre sin rayas)

Lo poco usual de la situación patrimonial que declaró Marcelo es algo que provoca dudas razonables. Cualquier político con experiencia lo sabe (y Ebrard no es un novato).

Si el contenido de la declaración patrimonial es verdadero, Marcelo sabría que su peculiar situación ameritaría explicaciones, mismas que brillaron por su ausencia. Si, por el contrario, el documento es un cuento, no lo supo contar bien.

 ¿Por qué un político, con el colmillo de Ebrard, presentaría una declaración como esa y no daría una justificación racional del modo peculiar de vida que refleja?

Una primera hipótesis es que Marcelo buscara desviar la atención de sus problemas por la malograda Línea 12 del Metro. Lo reitero: si esa fue la estrategia, fue una medida muy tonta, como apagar un incendio con gasolina.

Una segunda hipótesis es que Ebrard creyera que es perfectamente normal ganar 150 mil pesos mensuales y tirar en renta 80 mil de ellos, en lugar de contar con un patrimonio para él y su familia. Si ese fue el caso, es peor aún que el de la primera hipótesis: implicaría que Marcelo está tan desapegado de la realidad nacional, que vive en otro planeta. ¿Así quiere encabezar la «izquierda antipeñista» a la que aludió cuando aún intentaba ser diputado plurinominal por el PRD? Qué miedo.

 En suma, un político ingenuo es un ingenuo político.

La versión chafa de Patrick Jane

Desde el título de esta columna aludía a que Marcelo usa el discurso de The Mentalist, pero en región 4. Además de su improbable declaración patrimonial, la falta de talento de Ebrard para engañar al público se evidencia en su pretendida prueba de que no voló a Las Vegas.

Marcelo presentó la carta del director de una compañía de aerotransporte que sostiene que los aviones de esa empresa no realizaron vuelos a Las Vegas, para Ebrard, «en los años 2011 y 2012». La pregunta, automática, a esa carta, es: ¿Y en 2013 y 2014, sí los hizo?

No se necesitan las habilidades de The Mentalist para saber que el pasaporte de Ebrard era la prueba plena de que Marcelo no había viajado a Las Vegas, no la carta de una empresa de vuelos, de las muchas que hay en el mercado. Lo vuelvo a decir: Marcelo quiso hacerle al Patrick Jane y el truco le salió como los de Beto el Boticario.

El recuento de los daños

En suma, Marcelo le dio otro golpe a su credibilidad: además de mendigar en tres partidos una diputación plurinominal, ahora se vuelve un clown involuntario. Al menos Lagrimita es payaso porque quiere, Ebrard supuestamente es un político serio... que hace el ridículo.

Lo cierto es que pantomimas como las de Marcelo evidencian la inutilidad del «sistema de tres declaraciones» para combatir la corrupción (ese mismo que tanto defienden e impulsan las organizaciones civiles transparentistas). El enfoque de que «alguien declare» sus intereses, tributos o patrimonio es igual de idiota y arcaico que el mecanismo de las solicitudes para acceder a la información pública: usan tecnologías y pensamiento del siglo XIX para atender problemas del siglo XXI. La supervisión del patrimonio de los políticos debe ser automática, tanto en lo bancario como en los sistemas registrales. Sin un enfoque acorde con las tecnologías disponibles, seguirán existiendo los marcelos que cínicamente presentan declaraciones irreales, que insultan la inteligencia del público.

La congruencia es una joya poco común, como lo evidencia el silencio chairo ante la declaración patrimonial de Ebrard (o su carta, a modo, de vuelos), mutismo que contrasta con los rugidos que proferían eso mismos chairos por el documento que presentó el presidente Enrique Peña Nieto (que era menos malo que el de Marcelo).

¿Aristegui investigará a Marcelo Ebrard, como lo hizo con Peña Nieto? La pregunta es retórica... y la respuesta es triste.