La peor versión del perredista se instaló por un momento desde el seno de la dirigencia Nacional de Morena. Una minoría rapaz tejió una operación minuciosa pero al final efectivo para frenar al aspirante más fuerte dentro de la contienda interna en Michoacán. Allí, contra todo pronóstico, hubo un albazo sospechoso que decretó un nombramiento inmerecido e ilegítimo que no puede verse de otra forma más que la demagogia que reinó en la poca veracidad de un ejercicio que desnudó la imposición.
Se tuvo la oportunidad de romper con todo prejuicio para deshacer por completo el conflicto de intereses.
Nada tiene que ver el presidente Obrador con esta situación. Su honestidad y trabajo arduo no están en tela de juicio. Asimismo, muchos actores políticos que, durante este primer tercio de gobierno, han demostrado a cabalidad su responsabilidad con el pueblo son la excepción. Sin embargo, el partido de Morena como el vehículo o instrumento político de acceso al poder, ha dado señales débiles de manipulación de personajes que arrastran un legado de influyentismo o los malos hábitos antidemocráticos de imponer perfiles bajo la justificación que sólo es comprendida por sus intereses.
Eso pasó en el proceso de designación de candidaturas. En la mayoría de la selección perfiles concedían con el potencial que habían demostrado durante la fase previa; me quedó la duda en Querétaro que, más bien, fue una estrategia a sabiendas que es una entidad que está perdida; lo mismo sucedió en San Luis Potosí en la que se movieron las piezas para cumplir con el requisito de las 7 candidaturas a mujeres.
Hasta ahí, los reajustes que hizo Mario Delgado fue para cumplir con la norma de paridad de género; sin embargo, por razones ajenas a la toma de decisiones de la sociedad— se postró la designación del puntero de 42 encuestas que, durante 14 meses, dominó abrumadoramente a sus contrincantes. Sí, el líder indiscutible para quedarse con la candidatura fue frenado de último momento por la intromisión de algunos personajes que estuvieron operando desde algunas oficinas de Palacio Nacional. Se supo que el propio Lázaro Cárdenas Batel que es el jefe de la oficina de asesores de la presidencia, movió y presionó a Delgado para que ungiera a otro candidato.
Lo logró, y Mario Delgado recordó la desagradable etapa del perredismo en la que la intriga, los caprichos y las imposiciones estaban a la orden del día. Se entregó una candidatura en Michoacán bajo el amparo del servilismo y de la propia traición a los principios de honestidad del partido de Morena; una insensatez y una intransigencia heredada del viejo régimen de la sumisión tradicional, fue el punto clave para arrodillarse ante una minoría rapaz que, desde hace mucho tiempo, pretende tomar decisiones políticas en el territorio Purépecha.
Eso culminó en la entrega de un nombramiento que no tiene sustento lógico— porque durante una etapa el ganador de la “encuesta oficial”, nunca demostró capacidad de arrastre; su efecto fue nulo; jamás pasó del segundo o tercer lugar en más de 42 encuestas que siempre ratificaron el mismo escenario. Sin embargo, faltó transparencia y predominó el método tradicional del dedazo.
La transparencia de la competencia en Michoacán fue fulminada por un personaje en específico de nombre, Lázaro Cárdenas Batel. Nada raro en ellos, desde la década de los 80s hay testimonios e impresiones de movilizaciones negociadas al amparo del poder en mando. Nada causó estupor; la forma o el estilo tradicional de esa política ha sido el punto de inflexión que tiene sumido al estado en la pobreza y la desigualdad a un territorio cuya riqueza natural e histórica es inmensa.
Entonces, la ilusión y la esperanza fueron tomadas por personajes ajenos al partido. Lo más extraño de todo fue que, el propio Mario Delgado, haya cedido al chantaje y la presión. Eso no justifica nada. Justamente su narrativa contradice la pluralidad y los valores democráticos; no puede un presidente Nacional flaquear ante la agitación burocrática que obligó a cambiar la voluntad y la legitimidad de la inmensa mayoría de michoacanas que, con antelación, decidieron el perfil.
Es inverosímil e improbable que 42 casas encuestadoras de renombre se equivoquen. Si analizamos y asimilamos los datos recolectados es imposible revertirlos. Entonces, ¿por qué Mario Delgado reculó?, ¿por qué aceptó presiones ajenas?, que acaso el pueblo pone y el pueblo quita es una mera narrativa discursiva y una palabrería sustraída de un hombre honesto y recto como el presidente Obrador.
La transición en Michoacán ahora está en un punto crítico. Justamente eso tiene a una derecha regocijándose de alegría al observar los mismos chispazos autoritarios que se toman desde la cúpula del partido. No hay que confundir, esto no es la 4T. La cuarta transformación es inmensa y real. No mezclen el caciquismo con la democracia auténtica del pueblo que se volcó con más de 30 millones de votos en aquel histórico 2018.
Muchos oportunistas se aprovechan de la coyuntura y han minado precisamente al epicentro partidista que es el mecanismo institucional para acceder al poder: un partido. En este caso, Morena.
Pensamos por un momento que las cosas habían cambiado. Hay decepción no del gobierno, ni del mandatario, sino, de la minoría rapaz que se apoderó de la toma de decisiones. Eso es una irresponsabilidad porque ponen en entredicho los valores que, durante 30 años, acumuló con sudor y esfuerzo el presidente Obrador de la mano de personas honestas.
Esas acciones tan repudiadas y antidemocráticas circulan hoy en día en la atmósfera del seno Morenista. Hay un agravio contra los principios sociales y plurales de la población. Se han pisoteado las decisiones y se abrió la puerta al antiguo régimen donde arbitrariamente se impuso a mansalva las candidaturas. No todas hay que decirlo, solo Michoacán fue la excepción. La hostilidad de los “Cárdenas” ganó. Se creen amos y señores del territorio, y lo peor de todo, siguen aflorando bajo el legado histórico de un referente de la talla de Lázaro Cárdenas del Rio: un verdadero demócrata.
Sus nietos no son dignos de la herencia rica llena de historia y reformas trascendentales para la vida pública del país. Ahora, solo es politiquería: ese lastre que dañó al país por décadas.
Mario Delgado claudicó. No hay otra palabra.