El 2019 ha sido un año complejo para las mexicanas y los mexicanos, donde a diario somos receptores de una diversidad de datos que reflejan una triste realidad social, política y económica que desarticula la cohesión social, desalienta el crecimiento económico y nos deja en estado de indefensión frente a una voraz inseguridad y desigualdad. Por otra parte, los otros datos, esos que se dictan de manera enérgica y unilateral son la base de un gobierno que vive en una ilusión, en un mundo paralelo y en una transformación simulada.

Pero más allá de los datos y los otros datos, las y los mexicanos somos testigos molestos, pero a su vez temerosos de la impunidad y de la ausencia del Estado de derecho; molestos por la inestabilidad económica y temerosos de sus consecuencias; molestos por el desorden social y temerosos de la profunda división que existe entre los sectores de población que cada vez altera con mayor frecuencia la paz, la gobernabilidad y el orden social.

La inseguridad ha mostrado su peor rostro acompañado de conductas, hechos y escenas crueles e inhumanas donde los homicidios, secuestros, robos, entre otros delitos de alto y bajo impacto se han normalizado de manera lamentable en el modus vivendi de nuestro país, fragmentando el tejido social y reflejando indiferencia desigualdad, injusticia e inestabilidad.

La población de México se ha acostumbrado a vivir en la incertidumbre, a una cotidianidad de miedo, de consentir e ignorar actos y conductas que violentan la tranquilidad, y los derechos de las familias por la desconfianza que existe en las instituciones de procuración e impartición de justicia, situación que sólo fortalece a la corrupción, a la opacidad y a la impunidad.

El empleo y el crecimiento económico han sido nulos y sólo han tenido incremento en el papel donde se escriben sendos discursos decorativos carentes de sensibilidad social y alejados de una realidad social que pide soluciones, pero como respuesta hay frases y dichos que no transmiten certeza, sino desesperanza.

En lugar de resultados concretos y sobre todo visibles, vemos con tristeza, frustración y asombro como la incongruencia, la retórica y el populismo se adueñan parcialmente de las conciencias de quienes deberían ser un contrapeso en el ejercicio del poder. Desafortunadamente esta forma de gobernar está fragmentando aún más a la ya lastimada sociedad mexicana.

El acotamiento en las conquistas democráticas que fueron construidas por décadas, no representan una transformación en favor de la democracia, los derechos humanos, las libertades y la igualdad, por el contrario, son transformaciones que representan un proyecto de gobierno parcial que confrontan y fragmenta a la población. Esta ruptura en el sistema democrático y el debilitamiento de los organismos autónomos dejan sin contrapesos, personaliza y centraliza todas las decisiones de orden público.

 

Consideración

México se encuentra vulnerable en materia económica y social, y polarizado políticamente, reflejando hacia el exterior un déficit de gobernabilidad. Esperemos que para el 2020, los datos, pero sobre todo los otros datos sean de utilidad pública siempre y cuando coincidan entre el discurso, la realidad y los resultados, para que el gobierno de la 4T tenga certeza y deje de basarse en popularidad y simpatía.