Es conmovedor ver cómo las mascotas hacen el gran papel de llenar el vacío existencial que las personas llegamos a sentir en algún momento de nuestras vidas. Para un niño o un adolescente, su mascota sustituye muchas veces la falta de atención de sus padres, de su familia, de sus compañeros o de sus propios maestros. Para un adulto se convierte en compañía, en alguien con quien compartir sus penas y sus alegrías. En una edad más avanzada, quizá sea su todo, alguien para el cual eres importante y te haga sentir útil, alguien con quien estar porque quizá apremie más la soledad.
Las mascotas se convierten en un miembro más en las familias, saben todo de nosotros, son nuestra compañía, nuestra alegría.
Con ellas no nos sentimos solos, siempre nos esperan, se alegran cuando nos ven, disfrutan nuestra compañía, somos lo más importante para ellas, saben si estamos tristes, alegres o enojados y ellas siempre permanecen cerca, casi como si presintieran que los necesitamos.
Equilibran nuestro estado emocional, como si entendieran que estamos tristes pero también festejan si estamos felices.
Les podemos contar cualquier cosa, sabiendo que a nadie se lo dirán. Saben siempre lo que nos pasa.
Nos cuidan, nos defienden, nos avisan de cualquier peligro. Les da gusto vernos. Siempre están donde nosotros estamos.
En fin, yo solo me preguntaría si los seres humanos estamos haciendo bien las cosas.
¿Qué estamos dejando de hacer con respecto a nosotros mismos? O ¿qué estamos haciendo mal?
Solo me preguntaría si los seres humanos podríamos ser mejores y ser y actuar a la altura de lo que se espera de nosotros, como los "seres superiores" que se dice que somos.
Sería bueno reflexionar en nuestra propia existencia y en la manera de llenarla.
¡Buen fin de semana!