Con cierta emoción, la memoria recrea la experiencia infantil. Treparse por la noche al tren en la estación de Teapa, Tabasco, y llegar hacia la madrugada a la de Salto de Agua, Chiapas. Esta era la ruta que muchos recorrían para avanzar un poco en el camino a la celebración del “Señor de Tila”, un Cristo Negro aparecido en la pequeña cueva de la cima de un cerro de la localidad, según cuentan los creyentes, y que es una especie de complemento o contraparte del crucifijo negro de madera venerado en la parroquia del lugar. La primera vez era obligatorio llegar a pie al pueblo de Tila. Yo lo hice a los 6-7 años, guiado por madre-padre y con mochila a la espalda, como tiene que ser. El avance férreo en el tramo inicial era de gran ayuda, porque después había que caminar horas, noches y días para llegar. Y aunque lograría escalar a la cima y entrar a esa cueva del Cristo Negro vedada a las mujeres (quienes disfrazadas han burlado la entrada, se han convertido en piedra para siempre; y los que han osado escalar el cerro en jueves de la semana de celebración, se pierden deambulando por la eternidad), lo que en realidad animó el recuerdo por mucho tiempo fue subir a esa máquina enorme, extraña, que marchaba con lentitud, cargada de gente de todo tipo, y la campana, el chucuchúcu y el silbido alejándose sobre las vías mojadas de lluvia, 

La gran actividad ferroviaria de México desaparecería con la privatización realizada por Zedillo Ponce de León en 1997. Una vieja nota del Tabasco Hoy registra la existencia y el contexto de la estación de Teapa y ofrece contenido material a la memoria:   

“La construcción de la estación del ferrocarril de Teapa fue en el año de 1948, lo que propició que grupos pioneros de ex trabajadores ferrocarrileros celebraran durante más de 60 años este día los 7 de noviembre.

“Pero a los también 103 años de que el 7 de noviembre se estipulara entre el ferrocarril del Sureste y del Pacífico-Norte como día de celebración nacional en honor a la gesta y muerte de Jesús García Corona, el olvido comienza a calar hondo en el evento que antes celebraban con bombo y platillo pues ahora apenas alcanzó unas misas.

“Jesús García Corona -operador de la maquina 501 quien salvó al pueblo de Nacozari, Sonora, de un estallido de dinamita contenido en un furgón-, era recordado aquí sobre todas las cosas por gente que trabajó en los ferrocarriles, pero esos importantes ex empleados ferroviarios de Teapa han muerto y con ellos ha muerto también dicha celebración.

“Este periodo inicial de celebraciones, comienza aproximadamente durante el año de 1948, junto con la primera concesión federal para la introducción de la línea de tendido ferroviario entre Teapa y Pichucalco, Chiapas.

“Además de integrarse a la quinta etapa (1940-76) con la descentralización de Ferrocarriles Nacionales de México (FNM).

“Sin embargo, un parteaguas que dio pauta al desinterés y desorganización de las fiestas del 7 de noviembre fue en el año de 1997, cuando el gobierno de Ernesto Zedillo privatizó la paraestatal, fraccionándola a otras empresas como: Ferrocarriles del Noreste, Ferrocarril del Pacifico-Norte, Ferrocarril del Sureste (FerroSur) Chiapas- Mayab y Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec (FIT).” (Tabasco Hoy, 08-11-10).

Wikipedia es lapidaria en su primer párrafo sobre la historia de FNM:

“Ferrocarriles Nacionales de México fue un organismo público descentralizado de México, creado por Porfirio Díaz en 1907, nacionalizado por Lázaro Cárdenas del Río en 1937 y puesto en liquidación por Vicente Fox Quesada tras la desincorporación del Sistema Ferroviario Mexicano iniciada por Ernesto Zedillo Ponce de León en 1997.”.

Ahora que se debate si debiera de construirse o no el llamado Tren Maya, han salido las voces tanto críticas como favorables a este gran proyecto reconstructor y simultáneamente creador de López Obrador que se someterá a consulta los próximos días 24 y 25 de noviembre. Si bien hay que tomar con seriedad el asunto, no hay que perder el humor. Un amigo poeta me ha enviado por WhatsApp un chiste que supone la voz de López Obrador: “En la consulta del Tren Maya les informo que ya tengo los resultados, sólo falta la encuesta”. Natural, los críticos del presidente electo no descansan.

Un texto de Federico Arreola bromea haciendo la crítica a los críticos del proyecto que terminarán algún día, sugiere, por subirse al tren, incluido Carlos Loret, cuya opinión pondera no sólo como periodista, también por ser originario de la región maya; por tanto, un posible “afectado” por el tren, “La fuente del Neptuno, Loret y Camarena paseando en el Tren Maya y AMLO en el spot de Campeche” (SDPnoticias; 15-11-18). 

Y de lo que se trata aquí es de expresar una postura frente al proyecto. Creo que si se le preguntara exclusivamente a la gente de los estados involucrados en el Tren Maya, Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas, el resultado a favor sería abrumador. Posiciones sectarias como la del neozapatismo embozado y sus aliados no representan la voz de la mayoría; pero podrán votar en la consulta sin problema. Y yo que como Loret también soy originario de la región -él yucateco, yo de Tabasco-, puedo opinar con autoridad sobre el asunto. 

El proyecto ofrece grandes posibilidades por su geografía. Naturaleza exuberante, playas hermosas, antropología milenaria, folclore exultante, ciudades atrayentes, gente amable dispuesta a la interacción y la interlocución, comida rica y variada (el prestigio de la cocina yucateca es incuestionable, pero véanse los programas de Bruno Bichir, “Yo sólo sé que no he cenado”, de Canal Once, que se grabaron en los cinco estados de la región o léase a la erudita en cocina mexicana Diana Kennedy; guardo todavía un artículo de The New York Times de principios de siglo, donde habla del sabroso exotismo de la comida tabasqueña tan poco explorada más allá del pejelagarto; y aún este, por razones más bien políticas). 

Una sola vez me subí a un tren en México, en la infancia. Como adulto he disfrutado de viajes en tren (y a veces padecido; normal) en diversas ciudades de Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Suecia, Alemania, Italia, Lituania, Letonia, Inglaterra y Japón. No lo refiero como presunción sino porque cuando voy en los vagones, siempre pienso en la verdadera lástima que significó la pérdida de trenes en México, lo absurdo de que no exista un sistema ferroviario moderno, que se haya destruido el que existía. Deseando siempre la posibilidad de reconstruir el ferrocarril mexicano. Todo país inteligente e interesado en el desarrollo posee un sistema de trenes. 

El Tren Maya podría inaugurar una nueva era para el ferrocarril en México; iniciar un proceso de reconstrucción o restauración y, por supuesto, de creación. Que le siga el Tren del Istmo, atravesando y conectando el país del Pacífico al Atlántico, al Golfo de México. Otro que sea una suerte de Anillo del Bajío o del Centro del país. Dos o tres más que como ramas se extiendan hasta el norte para complementar el lindo Tren Chihuahua Pacífico. Y como engarce final, algún día, comunicar todos los rieles. No es romanticismo, es cuestión de voluntad y planeación y de amor a México. 

P.d. A propósito de ferrocarriles, publiqué en 2011 “Fellini una noche, en un ferrocarril”, que fue recogido en la colección de cuentos y narraciones de viaje, En busca de Nils Runeberg y otros ejercicios. Praxis/SDPnoticias, 2016. Aquí, para los interesados:  https://hectorpalacio.blogspot.com/2011/04/fellini-una-noche-en-un-ferrocarril.html