Un tuit anónimo, una jauría oculta en cuentas —muchas falsas; las menos, no tanto— cuestionó la respetabilidad de una persona, al grado de desbaratarla. Twitter convertido en la santa y electrónica inquisición.
Hace un año, el #MeToo fue tendencia mundial cuando actrices reconocidas acusaban a sus contrapartes de haber abusado de ellas, la mayoría hace ya bastantes años. Una de las precursoras del movimiento tuvo que renunciar al mismo, pues ella a su vez había tenido relaciones con un menor. Pero no nos distraigamos...
Como suele suceder con estos preocupantes asuntos, el #MeToo (Yo También) cayó del “otro lado” y rayó en el puritanismo, al grado que personalidades como Catherine Deneuve optó mejor por recordar las diferencias entre acoso y coqueteo.
Un año después, en México, el #MeToo se convirtió —entre otras ventanas— en una cuenta de Twitter: @MeTooMusicaMx. Esta tiene como presentación: “Espacio abierto para denunciar agresiones en la industria de la música. Manda un DM con tu denuncia anónima y publicamos el nombre del agresor.”
Números de muerte
Durante 2018, solo en México hubo 760 feminicidios y 86 niñas asesinadas registradas. Para los dos primeros meses de 2019, van 21 mujeres asesinadas y 25 secuestradas en el estado de Veracruz. A nivel nacional, el primer bimestre de este año alcanzó la tétrica cifra (la más alta desde 2015) de 147 feminicidios. Ya no hablemos de los acosos, violaciones y vejaciones de todo tipo.
Así, por los silencios que claman justicia, es que se hace evidente la necesidad de opciones para poder denunciar la violencia ejercida en contra de las mujeres, máxime cuando las oficiales nada más no terminan de funcionar.
Proceso acusatorio
Uno de los fundadores del grupo musical Botellita de Jerez fue acusado de forma anónima en dicho sitio, y difundido en las redes sociales por supuestamente haber “molestado y visto lascivamente” a una menor de edad hace algunos años.
Twitter se volvió juez y cancerbero; dictó sentencia de culpabilidad y envió al fuego de la ignominia a Armando Vega Gil. Una mirada se tornó en violación y esa mirada condenatoria no fue soportada por el músico. No soportó ver su reputación vuelta pedazos durante semanas, meses, y prefirió el suicidio. Actitud poco entendida en la cultura occidental, pero en la oriental, respetada y admirada como una forma de protesta absoluta, y salida honorable. Puede ser que sufriera una depresión aguda y la acusación fuera el detonante para tomar esa decisión. No lo sabremos, pero creo que ese no es el asunto ni disminuye la gravedad del caso (tanto del final de la vida del acusado, como de las acusaciones mismas).
Lo que sí queda claro, es que las persecuciones anónimas, masivas y por conductos poco controlados, normados y diseñados con un fin judicial, pueden generar impactos insospechados.
#YoTampoco
Al conocerse la muerte de Armando Vega Gil, la cuenta de twitter @MeTooMusicaMx borró algunos comentarios y, por un rato, fue cerrada. Algunos supusieron que la habían cerrado por la cantidad de comentarios negativos recibidos, culpándoles de la muerte de Vega Gil. Horas más tarde, la cuenta apareció aduciendo que había sido víctima de un ataque masivo (hackeo) y solicitaron (parafraseando el tuit y carta del propio Vega Gil) que no se les culpara de una decisión personal como la realizada por el difunto. Tornaron así su #MeToo (yo también) en un #YoTampoco.
#MeToo región 4
Tal vez una de las diferencias más grandes entre las acusaciones en México y las emprendidas en EEUU es que allá existen investigaciones y eso conlleva presentar pruebas o acreditar testimonios. Vaya, las personalidades (pero también los ciudadanos comunes y corrientes) dieron la cara. Los casos se llevaron a cabo de la mano del trabajo de periodistas independientes. En varios casos fulminaron la carrera de más de uno...
Aquí, solo se atendió la denuncia virtual y no se buscó asesorar a la víctima (quien acusaba) para acudir a la fiscalía o bien obtener algún tipo de ayuda. Así, en lugar de servir para mejorar una terrible situación, sólo se quedó en un “apoyo” virtual.
¿De quién será la culpa?
Se tiene razón al aducir que las personas que manejan la cuenta en cuestión no son responsables del suicidio de Armando. Pero eso no los hace inocentes. No solo permiten denuncias anónimas PÚBLICAS, sino viven de azuzar a las redes, llenándolas de odio y acusando sin descanso.
No se vale lanzar improperios, pedradas y, posteriormente, esconder la mano y clamar ser una víctima más. No se vale armar todo un mitote que terminó en tragedia y emprender una silenciosa huida. No se vale acusar sin pruebas, jorobar la vida a una persona sin oportunidad de defensa y, en el camino, cerrar esa única ventana donde se podía señalar a quienes habían abusado de su posición, porque ahora ¿quién les va a creer a quienes ahí acusen a determinado músico o artista? Nadie.
Se emborracharon de denuncias…
¡Qué difícil arribar a el balance y a la justicia!; qué complicado saber las acusaciones ciertas y aquellas llenas de insidia y envidia vana. ¿Cómo diferencias las llamadas de auxilio y de terror contra los falsos y las difamaciones?
En poco tiempo, el “éxito” alcanzado en las redes llevó a @MeTooMusicaMx a olvidar los comentarios adecuados y balanceados. Su “poder virtual” les hizo emborracharse (de Jerez, en este caso) y auto-erigirse en abogados y jueces. Lo peor, además de la muerte de este hombre y de no poder llevar el caso a un juicio justo y real, le dieron un balazo en el pie a los grupos feministas, al fastidiar la idea de “denuncia sí, libelos no”.
Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre
El problema es que la gente no es educada (letrada, pensante, informada) y, la poca que lo es, no sabe medirse. Se ha optado —es más cómodo y simplista— por utilizar las redes sociales para vociferar, escudados en el anonimato. Válvulas donde se queman las propuestas, las denuncias mismas, a las víctimas y a la honorabilidad de las personas por igual. Se repite el esquema de no aceptar, ni siquiera leer las propuestas contrarias a las propias.
En ese sentido, también es momento de que se haga un alto a todos —y en todos los ámbitos sociales, no solo en materia de violencia de género— y se vea lo fácil que es vilipendiar a las personas a través de las redes. Debemos apagar la hoguera de odios; no lo justifica solo el que un pensamiento sea diferente al nuestro. Es válido criticar, adelante en ello; pero sin faltar al respeto, ofender, vulnerar la integridad de nadie o emitir juicios sumarios.
Que sea una discusión informada, inteligente y basada en argumentos. De otra forma, son acusaciones sin educación, ni argumentos válidos, con lo cual no puede haber convivencia en sociedad y menos diálogo.
Es irónico, con una herramienta de comunicación del siglo XX, nos observamos salvajes tratando de romper las reglas de la civilización, y eso solo destruye reputaciones, sociedades y aniquila personas, como se vivió hoy en México.
El resultado: continua triunfando el miedo de denunciar a quienes deberían de estar tras las rejas. La mentira, el libelo, tienen costos, demasiado altos. Se miden en muertes y en ausencia de justicia para las víctimas.