Qué susto pusieron con lo de la privatización del agua. En un país con desigualdad, la posibilidad de que el agua quede en manos de unos pocos es un escenario escalofriante. Pero por fortuna, es falso.

Primero. El agua sí se puede privatizar en México. Se requiere una reforma al artículo 27 constitucional, aprobada por dos terceras partes del Congreso federal y la mayoría de los estados. Y no, eso no ocurrió mientras estábamos viendo el futbol.

Segundo. No se abrieron unas puertas falsas para que las empresas de los más malos del mundo se apropien del agua en lo oscurito mientras los pueblos originarios se quedan con un palmo de narices. No. Las empresas y los pueblos indígenas y los municipios y los campesinos pueden tener concesiones desde hace muchas décadas.

Eso sigue igual.

Tercero. Sí se levantó la prohibición de usar el agua de casi 300 zonas acuíferas del país. Se hizo algo que se llama levantar la veda y se generó algo que se llama reserva.

¿Cuál es la diferencia? Las zonas de veda no las puede usar nadie. Ni grupos indígenas (no, no podían usarla), ni campesinos ni cerveceros ni municipios.

Y no porque sea un lugar lindo, sino porque no hay agua, son zonas vulnerables.

Ni dios ni Quetzalcóatl tienen permiso, pero la prohibición no es eterna. Cuando Conagua determina que aumenta la disponibilidad de líquido, entonces esas aguas pueden concesionarse o reservarse. Entre 1999 y 2006 me encontré con nueve decretos de levantamiento de veda. Todos permiten la concesión y no reservaron nada. ¿Qué es la concesión? ¿La entrega completa a empresas como Coca Cola? No. Es la posibilidad de que alguien que no es Conagua, pueda usar un pozo, que pueda sacar agua de una presa.

Los decretos que se emitieron este junio se basan en trabajos de seis años que encontraron disponibilidad en 295 cuencas. Lo habitual es que, una vez encontrada la disponibilidad (aumento de agua), se permita su uso. Esta vez limitaron el uso. Crearon zonas de reserva para que durante 50 años, nadie pueda tener concesiones en casi la totalidad de esas cuencas.

O sea, ¡exactamente al revés! Hasta este año teníamos 11 zonas de reserva. Desde este junio tenemos 295 extra.

Sin embargo, no reservaron el 100 por ciento de esas cuencas. En algunas, quedó disponible (para concesiones) el 20 por ciento. En otras el 7 por ciento. En algunas nada.

Pero esto significa que municipios asolados por la falta de agua en décadas, como los de la costa chica de Guerrero, van a poder pedir ahora sí una concesión en las cuencas cercanas, antes prohibidas.

¿Y podría alguna empresa industrial, cervecera o refresquera, pedir una concesión? Claro, en la parte que quedó libre ¡pero no por 50 años! La reserva es la que es por 50 años. Si hay agua, si entrega los dictámenes técnicos, los informes ambientales, y paga, puede hacer un pozo o usar el agua de una presa. ¿Y saben a quién le va a tocar entregar las concesiones que sean viables? Al siguiente Presidente