No es nada nuevo bajo el sol. Ya, con maestría, Octavio Paz, en "El laberinto de la soledad", lo definió. Pero no está de más rememorar algo que sigue tatuado en la piel de este grandioso -¿pero silencioso?- país.
Somos trágicos y contradictorios. Le rendimos ceremonias a la muerte cada noviembre. Danzamos para ella con humor y ánimo lúdico; le estrechamos la mano, pero al mismo tiempo somos presas de la peor de sus hazañas.
Somos festivos, nos gusta "olvidar las penas" con un ardiente tequila entre adultos o con una piñata, un cumpleaños, una posada; una calaverita, una ranchera con despecho por la mujer que ya no volverá.
No importa cuál sea la escapatoria al sufrimiento... lo importante es encontrar la salida, y olvidar.
El problema es hasta qué punto el ámbito festivo rebasa el compromiso social.
Marchamos con firmeza cada que toca, como por rutina, una estocada. Nos sumimos en una burbuja que todo lo olvida. México está revuelto y confundido.
La fiera se apaga después de cada manifestación; gruñe furiosa para después volver a su cueva.
Después de la tormenta, finalmente nos sometemos al llanto, a la impotencia o a la queja permanente. "Todo pasa y todo queda". "México no tiene remedio", clásica frase. Y así, con ese pensamiento de condena, cuando nos cansamos de gritar, relajamos el cuerpo y volvemos al lecho del olvido.
El olvido
Hice un examen en mi mente y recordé muchos episodios que hemos vivido debido a la violencia y a la impunidad imperante. Recordé, con una conciencia entristecida, nebulosa, ¡sorprendida de sí misma! Sólo algunos de los hechos recientes. Por desgracia, no hizo falta enumerar los de la década pasada. Podríamos llenar innumerables cuartillas.
Más de 121 mil muertos, según el INEGI, en la "Guerra contra el narco" de Felipe Calderón. Y más de 26,121 personas desaparecidas.
¿Alguien recuerda a Ulises Ruiz y su conflicto con la APPO?
¿Al ?Gober precioso?, acusado de pederastia?
¿La sospechosa explosión en la Torre de Pemex, donde hubo muertos y personas atrapadas en los escombros?
¿El incendio en el Casino Royale de Monterrey?
¿El avionazo en el que murió el ex Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño?
¿El otro avionazo de otro ex Secretario de Gobernación, Blake Mora?
¿Cuántas veces se nos vienen a la cabeza, de verdad, los 49 bebés calcinados de la Guardería ABC de Hermosillo?
¿ Y la tragedia en la Narvarte? "Responsabilizamos a Javier Duarte de cualquier cosa que pueda pasarnos", así lo advirtió la antropóloga y activista social, Nadia Vera. Poco después fue violada, torturada, junto al fotoperiodista Rubén Espinosa en la ciudad de México, ahora un paraíso perdido para periodistas en el exilio.
¿Y la Casa Blanca de Las Lomas? ¿Se ha vendido o ya olvidamos? Hemos sido entrenados para abdicar a nuestra propia lucha.
¿Y Ayotzinapa? ¿Cuánta gente en comparación a la del año pasado estuvo presente en las marchas recientes, un año después de la masacre?
¿Quién iba a pensar que en Guatemala el ex presidente iba a ser encarcelado por un delito francamente menor, en comparación a los que día a día se cometen en México por quienes nos desgobiernan?
En México la protesta y el descontento social estallan como un cohete que se pierde para no volver.
Las tragedias siguen, y las investigaciones de estos casos gravísimos -si es que las hay- se vuelven una simulación, un trato entre el culpable y el falso acusador, donde todos se protegen, como una familia de políticos cómplices, bandidos.
En México los asesinos tienen licencia para gobernar. Al final lo permitimos. Nosotros elegimos a los delincuentes.