Hay un aspecto que la clase política mexicana ha soslayado. Los norteamericanos nos conceden más poder del que nosotros mismos nos concedemos. La retórica de su presidente ha encontrado poco eco en los medios de su país.
Tenemos un problema de baja autoestima nacional, de siempre nos hemos concedido el papel de víctimas. Hay signos de que avanzamos hacia un cierre en la brecha económica con los Estados Unidos. Los números en materia de migración no mienten.
Nuestra clase política, quizá la menos cosmopolita de la historia, trata la relación con nuestro vecino del norte como cualquier compadrazgo político. Videgaray es cuate del yerno de Trump, ergo no hay problema. Esta miope lectura les impide ver que los norteamericanos son pragmáticos, seguirán su propio interés, porque este es ya parte inherente de su cultura.
Atlacomulco no es México, Atlacomulco no puede negociar con Estados Unidos en los términos que negocía en su feudo, sin contrapesos. El presidente debió entender esto antes de que la tormenta arreciara. La claridad no impide la cortesía. El enemigo a vencer no es la sociedad norteamericana, que es rehén de todo un cúmulo de intereses especiales.
El rival es su presidente cuyas primeras medidas empiezan a cobrarle un descalabro mayúsculo a pocos días de tomar posesión. Por ello prefirió negociar un cese a las hostilidades de inmediato. El mejor negociador del mundo acaba de entender que un país no es una empresa, y que es absolutamente imposible que México aporte un centavo al muro.
Hay una burla generalizada ya acerca de la humillación que ha recibido Trump con un simple no del gobierno mexicano. Reconocen de manera tácita el poder y la influencia que tiene México en Estados Unidos. En México nos desgarramos las vestiduras porque las estrategias de comunicación de nuestro gobierno son vergonzosas. Nadie se puso a analizar los medios en el país vecino, a entender que Trump semeja a un tipo que se ha metido a un cuarto pequeño lleno de gente repartiendo cachetadas. Y lo han recibido a madrazos.
Gabriel Zaid dijo en su libro De los libros al poder que no hay posibilidad de aprender a ser presidente fuera de serlo. El presidente norteamericano ha demostrado que es de lento aprendizaje. Está contra la pared y el gobierno de Peña Nieto le manda un tanque de oxígeno al acordar no hablar públicamente del muro, cuando es tiempo de pasar a la ofensiva, exhibirlo, comprar inserciones en los principales diarios de ese país, demandarlo ante la ONU, armar el peor escándalo del que se tenga memoria por una sola razón; si Donald Trump fracasa en su intento de hacer pagar a México el muro, dejará de ser tomado en serio por el resto del mundo y se revelará tal cual, como un simple payaso.
El mundo observa de manera atenta esta pulseada. Trump se equivocó en el tamaño del enemigo. México no es un país indefenso y le puede hacer la vida de cuadritos si se lo propone. Créanme, una gran parte de la sociedad norteamericana aprobaría un buen escarmiento para el orangután del peluquín dorado y su equipo de extremistas. Como nunca, los astros se han alineado para que México de un golpe de autoridad y empiece a comportarse como lo que es, su tercer socio comercial, un país que le ha ayudado de todas las maneras posibles sin recibir a cambio el respeto que se merece.
Y Peña Nieto y su equipo siguen causando lástima. Reaccionando tarde. Videgaray se tiene que ir después de este fiasco. Ya solo falta que le escupan la cara. Seguiremos informando.
Postdata: Alguien del gobierno mexicano que analice los medios en Estados Unidos. Le están poniendo de pechito a Trump, pero son tan idiotas que no se dan cuenta.
Lawrence O’Donnell lo explica con claridad prístina, aquí el enlace: