El presidente sube al templete con miles de personas a su espera. En ningún momento duda, se mantiene firme y comienza a hablar sobre un México creado en su mente. Un México con el que todos soñamos pero que no existe. A diferencia de otras veces, comienza su discurso con una serie de datos que él nombra como hechos de la cuarta transformación. Ahí empieza la simulación a la que todos los que escuchamos sus mañaneras estamos acostumbrados. No hay temor a la simulación, al contrario, en su rostro parece haber una excitación en la mentira y la respuesta a esta. 

El Presidente dice que en su gobierno -pero sobre todo en quienes lo articulan- no está permitida la corrupción. Aun así El Presidente nombra súperdelegado de Jalisco a Carlos Lomelí, acusado múltiples veces de corrupción y quien mantiene contratos millonarios en Veracruz; y qué decir de René Bejarano, quien después de acabarse sus ligas regresa a la escena política como parte de su círculo. La gente le cree y grita eufórica. Ahora, El Presidente dice que ha resuelto el problema de abasto de gasolina y que ya no hay actos de huachicoleo. Aunque El Presidente olvida que aquel desabasto lo subsanó comprando pipas que no cumplían los requisitos que exigía la ley para la seguridad de los mexicanos y que hasta la fecha no tenemos acceso a los resultados que garantizan -según sus datos- que el huachicoleo es letra muerta. 

El espectáculo continúa, el Presidente dice que se disminuyeron los sueldos de los funcionarios públicos y que se aumentó el de los trabajadores de base. Sin embargo, la cifra de desempleo ha aumentado y como aquellos trabajadores del SAT que fueron encerrados y obligados a renunciar hay miles de mexicanos que sufrieron despidos injustificados. Pero no importa, la gente grita que no está sólo. Con firmeza El Presidente dice que aumentó el salario mínimo en un 16% pero omite decir que la inflación ha aumentado y que la estimación de crecimiento económico se reduce drásticamente cada vez más. ¿Servirá subir el salario mínimo si la economía comienza a entrar en crisis? 

¿Qué importa? El Presidente dice que vive en la austeridad y que por eso puso a la venta el lujoso avión presidencial. Mire que tenemos concepciones distintas de lujo porque dormir en Palacio Nacional como lo hicieron los virreyes en su momento no tiene nada de humilde. La gente sigue gritando emocionada como si se tratara de un concierto; la gente que llegó en la mañana en cientos de camiones desde distintas partes del país con un lunch en mano. Ahora, el Presidente dice que la recaudación de impuestos ha aumentado de forma considerable pero, ¿de qué sirve que haya más dinero si se gasta a base de capricho y ocurrencias?

Pasan los minutos y el discurso se vuelve eterno. El Presidente dice que habrá una reforma en el CONACYT. Los institutos del país son restringidos incluso en el uso de la electricidad mientras el CONACYT firma un millonario contrato para tener menús gourmet con la misma empresa que a NAFINSA le surte el bacalao y nueces para degustaciones. No hay congruencia. 

Ahora lo que esperábamos con ansias. Antes del discurso de El Presidente, Donald Trump celebró las medidas tomadas por nuestro país para frenar a los migrantes; celebró que ahora los migrantes se encuentren con una pared humana con uniformes militares y armas de fuego. Sin embargo, el Presidente dice que avanzamos y que somos amigos de los migrantes. ¿Cinismo?

Durante una hora El Presidente da datos descontextualizados y apela a la moral y la espiritualidad. Imagino ser él, viviendo en ese México que tiene en su cabeza. Sin embargo, México tiene otros datos.