Mi buen amigo, el periodista Eduardo Campos, ha publicado un artículo titulado “Cada loco con nuestro tema” (Los Tubos, 21/3/20). Rebate un texto mío, en el que critico al alcalde de San Pedro, Nuevo León, Miguel Treviño.

Eduardo Campos defiende al munícipe y yo trataré de explicar, “in extenso”, por qué no coincido con él, más que en su atinado consejo de cuidarnos bien, quedarnos en casa y atender las medidas sanitarias. Solo le pido al lector un poco de paciencia, al cabo todos tenemos tiempo de sobra dado nuestro colectivo arraigo domiciliario.

“El Ángel exterminador” (1962) es una de las mejores películas surrealistas de Luis Buñuel. Trata de unos burgueses mexicanos que asisten a una cena de gala en una mansión. Al final, por un extraño motivo, ninguno puede salir de la propiedad. Buñuel nunca explica el misterio de ese súbito enclaustramiento.

58 años más tarde, el mundo entero ya resolvió el misterio de la película de Buñuel: ahora no podemos salir de nuestra casa por culpa de la pandemia del coronavirus.

Algunos gobernadores y alcaldes, ante esta situación generalizada, quieren actuar como ángeles exterminadores: con medidas draconianas, casi autoritarias. Suponen que sin su intervención fulminante y providencial, la gente acabaría convertida en hordas salvajes y eso es completamente falso.

En San Pedro, Nuevo León, las familias están metidas en sus casas, no porque así lo ordenara el alcalde Miguel Treviño; lo hacemos porque no queremos enfermarnos. Punto. Así de simple. Por ningún motivo quisiéramos ver a nuestros familiares en cama, sufriendo los estragos del Covid-19. Por eso dejamos de comer fuera y de ir al cine y de echarnos un trago en un bar.

Claro está, habrá un par de incautos a quienes no les importe la pandemia y se expongan al virus en las calles. De todo hay en la Villa del Señor. Pero sin duda esos irresponsables seguirían afuera aunque se impusiera el toque de queda.

Sin embargo, Eduardo Campos ( por cierto, un periodista serio y muy competente) estará de acuerdo conmigo en que lo inaceptable es que un alcalde busque a como dé lugar ser el santo en la procesión y el que tira los cuetes, y se ufane dictando prohibiciones a diestra y siniestra simplemente para que cierta prensa lo entronice como modelo nacional y hasta internacional (como lo hace El Norte con el propio Miguel Treviño).

Ganarle a esta contingencia sanitaria en San Pedro, como en todos los demás municipios de México, no será victoria personal de un alcalde. Que nadie se pare el cuello ni se cuelgue medallas que no son suyas. No será mérito ni de una persona, ni siquiera de una institución. Ni lo será de AMLO (tan atarantado como se está viendo).

Basta con que los gobernadores y alcaldes cumplan con su deber, entre los cuales no está por cierto tomar medidas extremas (como lo establece el artículo 73 constitucional) ni cancelar unilateralmente todos los comercios (hasta la fase dos, de transmisión comunitaria, que señala la OMS) sino vigilando la seguridad de nuestras casas, el orden en los espacios público y garantizando los servicios de salud a todos lo vecinos.

Tengamos más confianza en nosotros mismos y quitémonos la paranoia de suponer que sin los Supermanes que nos gobiernan, nos quedaríamos en el vil desamparo, como aquellos pobres personajes de “El Ángel exterminador” que acabaron mordiéndose unos a otros, en calidad de animales rastreros. Ya, ¡que sea menos! Y es que por muy obra maestra de Luis Buñuel, su película surrealista no deja de ser una simple ficción.