“Pero qué tonto Mikel Arriola, a quién se le ocurre, y qué peligrosa su postura retrógrada”, escucho y leo por todas partes. Y no, no creo que haya sido tan tonto y permítanme empezar por calificar su propuesta como de baja peligrosidad.
Si alguien de verdad quisiera acabar con el derecho de un niño a ser adoptado por padres responsables sin que medie discriminación hacia ellos, tendría que poner a su favor a dos terceras partes de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores y a la mayoría simple de los congresos locales para meter un candado en la Constitución Mexicana. Hecho esto, queda bloqueado el recurso de anticonstitucionalidad en la Corte y, entonces sí, el órgano legislativo capitalino, con dos terceras partes de sus diputados (quiero ver que logren dos terceras partes), puede votar un cambio en la Constitución local y en la ley secundaria para impedir la adopción homoparental. Claro, en la Jefatura de Gobierno tendría que estar sentado el promovente principal, pues debe aprobar la publicación del decreto.
Como ven, facilito no está. Ni Mikel Arriola ni nadie tiene forma de hacer un cambio constitucional cualquiera, y menos uno de estos que dividen a la sociedad, y mucho menos si Arriola y su partido van en tercer lugar en la carrera chilanga.
Era para que el respetable público que lo escuchaba soltara una carcajada como si hubiera escuchado: ¡y haré girar la tierra al revés! Pero no: cayeron. El promotor de la idea es un genio. Primero, porque Mikel Arriola, con una propuesta políticamente imposible y jurídicamente inviable, se mantiene en la agenda de la intercampaña sin volver a abrir la boca.
Segundo, porque, a pesar de que es una propuesta retrógrada en términos de derechos, sí hay tierra fértil para ella. No saben que no se puede llevar a cabo, pero miles de capitalinos se identifican con esta idea. La encuesta de Copred del 2017 revela que la segunda razón para discriminar en la ciudad es la orientación sexual. En Cuajimalpa, es la primera. Además, la misma encuesta revela que la discriminación entre 2013 y 2017 a la comunidad LGBTT es exactamente la misma. No es que la sociedad haya adelantado mucho aunque nuestras normas lo hayan hecho.
Tercero, porque, a pesar de que es una gracejada con fines estrictamente de posicionamiento, vuelve a Mikel Arriola el único de los candidatos que deja la tibieza y la posición de centro para asumir una postura y sostenerse. No crean que eso no cuenta.
Qué bueno que todas las voces en los medios se hayan alzado para recordar la importancia de los derechos y la abominable discriminación que revela una postura como la de Mikel. Pero no hay que menospreciar ni el efecto de sus palabras en muchos ciudadanos ni el objetivo de sus estrategas.