<br>“Lo bueno, si breve, dos veces bueno.” <br>
Baltasar Gracián
Récord en la mañanera de este viernes 16 de agosto: la conferencia de AMLO —sin acompañantes— ¡duró 2 horas y 28 minutos!
Como si hubiera corrido un maratón completo y media hora más, tipo el del campeón olímpico keniano, Eliud Kipchoge, de Berlín el año pasado.
Y se lo aventó solito —porque en la mañanera de hoy ni siquiera tuvo invitados.
Es el equivalente a media etapa del Tour de Francia..., solo y su alma. O pelear —no sabemos contra qué o quién— casi 50 rounds, en este caso con los agotados reporteros que ya no sabían ni que preguntar ni qué les contestaba el presidente.
Vaya, jugó bastante más que un partido completo de futbol, incluidos tiempos extras y penaltis.
¿Y qué dijo Andrés Manuel que pueda pasar a los anales como récord mañanero?
Que Peña Nieto sí sabía de lo que hizo Rosario, pero que no está a favor de juzgarlo.
Que, además, el juez sobrino de Padierna y Bejarano no va a torcer la ley para favorecer a la tía y al tío.
También comentó por ahí, que el nuevo amparo que se ha concedido no retrasará las obras de Santa Lucía.
Y, ¡claro!, no le creyó a un reportero que le preguntó el porqué hay 25 por ciento de personal extranjero trabajando en Pemex.
Aparte de todo esto (que fue lo FUNDAMENTAL), ¿qué más dijo Lopez Obrador? Si hubiese ido al grano todo lo podría haber expresado en ¿5 minutos?, ¿10 minutos?, ¿15 minutos, a lo mucho, y ya con todo y rollo?
“Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, dijo Baltazar Gracián en el Oráculo Manual y Arte de Prudencia, en el que añadía: “Y aun lo malo, si poco, no tan malo.”
No quisiera ser los pies de AMLO... después de haber estado dos y media horas parados, deben estar absolutamente adoloridos. Y como sé que en la austeridad de la 4T no hay para servicios de masajes 24/7 en Palacio, que alguien, por vida de Dios, vaya corriendo y le traiga a un médico para una sesión urgente de reflexología.
Con todo respeto le pregunto al presidente de México si vale la pena —para usted y nosotros ciudadanos— ese esfuerzo. Reitero lo que ya he escrito antes: quizá haya que reglamentar las mañaneras. Una hora como máximo. El que preguntó, preguntó; y el que no, pues siempre hay otros días, otras mañanas.
Y ya metidos en fijar reglas, insisto en que el señor Jesús Ramírez debe poner orden con los reporteros y nunca más dar la palabra a los que se avientan todavía más rollos confusos y profusos...
De verdad, todo tiene un límite.